El Apocalipsis en Manhattan
La Catedral de Saint John the Divine, en Amsterdam Avenue, tiene el encanto de lo inacabado. Tallado en uno de sus capiteles se vislumbra el fin de Manhattan por olas gigantescas
En ocasiones Nueva York invita a tomarse un respiro. Cuando no es posible huir a la playa o hacia los lagos del norte a¨²n quedan los parques, embarcaderos y terrazas. Pero si lo que de verdad se busca es el ed¨¦n de Manhattan, habr¨¢ que ir hasta la 112 con Amsterdam y descubrirlo en la Catedral de Saint John the Divine. All¨ª se puede participar, seg¨²n asegura su p¨¢gina web, de "la energ¨ªa espiritual que aguarda a todos aquellos que cruzan sus puertas". Los que se sientan inc¨®modos dentro de espacios religiosos o simplemente no quieran abonar una donaci¨®n recomendada de diez d¨®lares, que no sufran: Saint John induce a un viaje lis¨¦rgico sin necesidad de penetrar su interior.
Desde Amsterdam Avenue se distingue su silueta asim¨¦trica de torres frustradas que le otorga el encanto de lo inacabado. Las obras comenzaron en 1892 y, durante mas de un siglo, el edificio ha ido superando interrupciones provocadas por las guerras mundiales, la Gran Depresi¨®n o el cambio estil¨ªstico que supuso el abandono de la inspiraci¨®n bizantina y rom¨¢nica a favor de la fiebre neog¨®tica. Saint John es un repositorio de huellas y s¨ªmbolos dif¨ªcilmente apreciables durante una visita fugaz.
Una escalera de piedra salva el desnivel entre el cuerpo de la catedral y el nivel de la calle y conduce a su puerta central: el Portal del Para¨ªso. Durante m¨¢s de medio siglo, bloques de piedra caliza procedentes de Indiana permanecieron all¨ª sin tallar, a la espera de recibir forma. No fue hasta 1988 cuando se convoc¨® un concurso internacional de escultura para el modelado de esa materia bruta. Simon Verity, un maestro tallador de Gran Breta?a, result¨® ganador. Junto a ¨¦l trabajar¨ªa un equipo de seis j¨®venes desempleados, reclutados de entre la comunidad local y reconvertidos en aprendices. En 1993, el maestro franc¨¦s Marchionni se uni¨® al equipo y cuatro a?os m¨¢s tarde los trabajos se daban por finalizados. La piedra se hab¨ªa tornando en 32 figuras representando reyes, profetas o jueces, actualizados con los rostros de los amigos y vecinos que sirvieron como modelos. Bajo una apariencia anacr¨®nica, la iconograf¨ªa de la Catedral pone en relaci¨®n fragmentos de la historia pasada, presente y futura.
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Adem¨¢s de escenas de decapitaciones, ¨¢ngeles y demonios, los pies de los santos descansan sobre visiones apocal¨ªpticas contempor¨¢neas en las que muchos cimientan sus teor¨ªas de la conspiraci¨®n. Tras el florecimiento de la tipolog¨ªa del rascacielos, Saint Johns dej¨® de aspirar a ser el edificio m¨¢s alto de la ciudad, pero contin¨²a narrando la relaci¨®n entre poder, altura y capital. Tallas en las que se reconoce la Bolsa de Nueva York, el colapso del Puente de Brooklyn o las Torres Gemelas a punto de ser abatidas por olas gigantescas le hacen a uno cuestionarse si la arquitectura se hizo m¨¢s aburrida cuando renunci¨® a la figuraci¨®n.
A trav¨¦s de unas puertas de bronce, decoradas con relieves que representan pasajes de los Testamentos, se accede al espacio sagrado. S¨®lo se abren dos veces al a?o: en Semana Santa y con motivo de la Fiesta de St. Francis, patr¨®n de los animales. Entonces, mascotas y bestias d¨®ciles desfilan en solemne procesi¨®n hasta el altar mayor, donde son bendecidas. A las celebraciones se ha llegado a sumar incluso un elefante. Pero Saint John tambi¨¦n acoge animales en r¨¦gimen permanente. Varias generaciones de pavos reales han habitado sus jardines desde 1980, cuando el Zool¨®gico del Bronx don¨® algunos polluelos. Jim y Harry fueron primero, y Phil, el albino (que, por cierto, tiene su propia cuenta de Twitter), vino despu¨¦s. Los tres pasean a su aire buscando insectos, semillas o frutos en los prados, el jard¨ªn b¨ªblico o alrededor de la fuente de la Paz, donde se representa la batalla entre el bien y el mal. Cuando, de forma inesperada, despliegan todo su plumaje, construyen una suerte de arquitectura ef¨ªmera tan sorprendente como la de la catedral.
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