Viaje en el tranv¨ªa de Rabat
Este transporte une la capital marroqu¨ª con la ciudad de Sal¨¦, al otro lado del r¨ªo Bu Regreg El trayecto permite visitar la Biblioteca Nacional, el centro de Rabat, la catedral o el propio r¨ªo
Como capital de Marruecos, Rabat concentra todo el cuidado y el mimo propios de una ciudad de tama?o medio (no alcanza el mill¨®n de habitantes) que acoge a la administraci¨®n y la diplomacia internacional. Pero no est¨¢ sola. En la otra orilla del r¨ªo Bu Regreg, antigua morada de corsarios moriscos llegados de Extremadura, se extiende Sal¨¦, la hermana humilde de la capital, que con el tiempo se est¨¢ convirtiendo en una ciudad dormitorio. Sin embargo, no son pocas las cosas interesantes que guarda esta ciudad, entre otras, una impresionante madraza (escuela cor¨¢nica) de ¨¦poca merin¨ª, del siglo XIV.
Un tranv¨ªa moderno y confortable une desde el 2011 las dos ciudades, que antiguamente se comunicaban a remo o mediante un puente en congesti¨®n permanente, lo que agravaba la distancia f¨ªsica y social entre sus poblaciones. El proyecto comenz¨® en el 2007, con las consiguientes molestias para la ciudadan¨ªa, pero hoy est¨¢ ampliamente probada su utilidad, en unas localidades en las que no abundan los transportes p¨²blicos y el caos rodado no es poco.
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El tranv¨ªa, a lo largo de sus 19 kil¨®metros de recorrido, dispone de dos l¨ªneas y est¨¢ en espera de ampliaci¨®n de sus ramales. La l¨ªnea uno parte desde la ciudad universitaria, cruza el elegante barrio del Agdal, y alcanza el populoso Hay Karima, en Sal¨¦. En su recorrido de alrededor de una hora hace paradas en lugares de inter¨¦s como el antiguo barrio de los ministerios, la Biblioteca Nacional -un agradable edificio contempor¨¢neo que alberga exposiciones y numerosas actividades culturales-, y la Avenida de Mohammed V, en pleno centro de Rabat, bordeando la estaci¨®n ferroviaria art d¨¦co, y la catedral modernista. Algo m¨¢s adelante, el r¨ªo es otra de las paradas obligadas para el turista o el paseante, con su marina, su paseo salpicado de chiringuitos de buen tono, y esa bell¨ªsima vista sobre la kasbah de los Udaya, que desde un promontorio amurallado se enfrenta a la r¨ªa y al oc¨¦ano.
Como cab¨ªa esperar, el nuevo modo de locomoci¨®n ha sido bienvenido por casi toda la poblaci¨®n y hoy serpentea por ambas ciudades atestado de gente. Los viajeros son de lo m¨¢s variopinto; desde estudiantes cargados de apuntes en corrillos m¨¢s o menos histri¨®nicos, a mujeres tradicionales que miran ausentes por las ventanas con el pensamiento puesto Dios sabe donde, y trabajadores de toda clase y condici¨®n apremiados por la prisa. En este mes de Ramad¨¢n, los estudiantes escasean, y las ma?anas son m¨¢s perezosas que de costumbre, ya que los marroqu¨ªes cambian su ritmo vital: viven de noche, bostezan de d¨ªa, tratando de escapar, siempre que pueden, a los rigores del ayuno y del calor. Los vagones est¨¢n pues casi vac¨ªos hasta la tarde, en que el bullicio se hace fren¨¦tico y los nervios afloran con la proximidad del iftar, la ruptura del ayuno en la hora del ocaso, anunciada de forma estruendosa por un ca?onazo y secundada por la voz del almuec¨ªn.
Uno no tiene m¨¢s que subirse al tren, en cualquiera de las paradas decoradas al estilo ¨¢rabe-contempor¨¢neo, y dejarse seducir por el ambiente que se respira en los vagones y el paisaje urbano que se dibuja desde los ventanales, ape¨¢ndose a su antojo. El billete cuesta 6 dirhams y sirve para tomar distintas correspondencias durante una hora tras su validaci¨®n en el tren, a condici¨®n de que no sea la vuelta del recorrido realizado.
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