De las arenas a las nieves

Mientras sabore¨¢bamos en casa de nuestro gu¨ªa, Mustaf¨¢, una deliciosa cena bereber que nos prepar¨® su mujer, F¨¢tima, ¨¦l nos propuso realizar una ruta que ¨²nicamente llevaban operando cuatro meses un par de gu¨ªas. Arrancaba de las inmediaciones de Ait Ben Haddou para, remontando el r¨ªo Ounila por sus ca?ones y desfiladeros, alcanzar su nacimiento a casi 3.000 metros en el lago Ounghma (uno de los cuatro ¨²nicos lagos existentes en la cordillera del Atlas). Un periplo que a lo largo de los siguientes seis d¨ªas nos sumergir¨ªa en un peque?o y maravilloso mundo perdido, en el pasado bereber de Marruecos.

La primera jornada la iniciamos a 20 kil¨®metros de Ouarzazate. Aqu¨ª el cauce del r¨ªo se ensancha y sus aguas se remansan perezosamente. Poco m¨¢s abajo desaparecer¨¢n silenciosamente tragadas por la avanzadilla de un S¨¢hara sediento. M¨¢s o menos a una hora de camino avistamos Ait Ben Haddou. Este conocid¨ªsimo ksar en el que se han rodado numerosas pel¨ªculas de ¨¦poca como Gladiator tiene algo de b¨ªblico en su estampa. Todas las kasbas que lo integran fueron construidas en adobe hace siglos y rematadas en torres almenadas, como de encaje, que le confieren un aire de cuento de las mil y una noches. Desde la parte alta de esta ciudad patrimonio de la humanidad la panor¨¢mica no puede ser m¨¢s sugerente: el verde del oasis y el ocre polvoriento del desierto.

Al caer la tarde de la primera jornada avistamos, entre dos luces, Tamddakht. La visi¨®n es on¨ªrica. Desde lo alto de un profundo acantilado, las viejas torres de la kasba se reflejan en el r¨ªo que se remansa a sus pies.

La segunda etapa nos llevar¨¢ desde Tamddakht hasta Tizgui n¡¯Barda. Caminamos por el interior del cauce, sorteando bancales y huertos fertilizados por las peri¨®dicas crecidas de las aguas. En los m¨¢rgenes del r¨ªo crecen toda clase de verduras y ¨¢rboles frutales: granados, naranjos, higueras, palmeras datileras¡­ De vez en cuando nos topamos con un morabito, o nos deslumbra un tighremt. Los morabitos son t¨²mulos y templetes construidos en recuerdo de personas piadosas o santas. Los tighremt son graneros comunales fortificados que semejan peque?os y fabulosos castillos almenados.

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Por fin llegamos a Tizgui n¡¯Barda, ¡°el cosedor de albardas¡± en castellano. Como ser¨¢ habitual a lo largo de todo el viaje, esta vez tambi¨¦n dormiremos en una casa bereber. Esta noche la familia de nuestro anfitri¨®n y nuestros muleros y gu¨ªas nos amenizan el final de la cena con una genuina sesi¨®n de m¨²sicas y danzas bereberes. El ritmo de la m¨²sica resulta casi hipn¨®tico. Panderos y tambores repiten unas mismas y machaconas notas, acompa?ados por las palmas de los dem¨¢s. La intensidad aumenta progresivamente, al tiempo que lo hacen tambi¨¦n las voces de los que cantan y jalean. En otros tiempos, estos ritmos repetitivos hac¨ªan entrar en trance a los n¨®madas y camelleros de las caravanas.

La tercera jornada discurre entre Tizgui n¡¯Barda y Assaka. Cada etapa dura entre cuatro y seis horas dependiendo del ritmo del grupo. El de hoy ser¨¢ un recorrido especialmente interesante e inspirador. El valle del Ounila se estrecha y se recoge, creando una vega en la que todo es como siempre fue. La vida se desarrolla sin apenas variaciones desde hace siglos: los hombres labran la tierra en terrazas, con mulas y arados romanos, mientras que las mujeres de la aldea recolectan d¨¢tiles, almendras, granadas¡­ y semillas de tamarindo para hacer un tinte tan potente como la hena. Las escenas que se ven tienen algo de id¨ªlica irrealidad. El valle se hace un Shangri-La bereber en el que todo parece suspendido en una pl¨¢cida y antigua armon¨ªa.

A ¨²ltima hora de la ma?ana llegamos a Assaka. Las primeras casas de la poblaci¨®n est¨¢n encajonadas entre profundas paredes casi verticales que durante siglos fueron aut¨¦nticos rascacielos de viviendas trogloditas. Dedicamos la tarde a remontar el ca?¨®n hasta alcanzar la plataforma mesetaria, superando un desnivel de casi 800 metros. Ascendemos laderas que en otro tiempo, hace 400 millones de a?os, fueron el lecho del mar de Tetis. El paseo es una delicia para los amantes de la paleontolog¨ªa y la mineralog¨ªa. A cada paso, un f¨®sil o una rara piedra de extra?as formas y colores.

Durmiendo en casas

El cuarto d¨ªa nos llevar¨¢ desde Assaka a Tighza. La lluvia constante y un terreno arcilloso har¨¢n que la marcha resulte bastante inc¨®moda. Tighza est¨¢ ya pr¨¢cticamente en el Alto Atlas y ofrece interesantes excursiones de monta?a; por ello dispone de un par de c¨®modos riad. Nosotros, fieles al esp¨ªritu de nuestro trekking, seguiremos durmiendo en casas de bereberes.

La ¨²ltima etapa deber¨ªa llevarnos desde Tighza a Telouet, pero decidimos alargar el trekking un d¨ªa m¨¢s, haciendo dos noches en Tighza, para intentar alcanzar las fuentes del r¨ªo Ounila. El ascenso hasta el lago Ounghma no deber¨ªa habernos llevado m¨¢s de cinco o seis horas, pero el repentino temporal de fr¨ªo y nieve que nos sorprende en plena monta?a hace que todo resulte m¨¢s emocionante, pero tambi¨¦n m¨¢s penoso, hasta el punto de obligarnos a abandonar.

El ¨²ltimo d¨ªa de viaje visitamos Telouet, donde se construy¨® la gran alcazaba del pa¨ªs Glaua. All¨ª estuvo la residencia principal de Thami el Glaui, que fuera hasta 1956 el ¨²ltimo pach¨¢ de Marraquech. La kasba de Telouet, al borde del r¨ªo Imaren, fue durante siglos la ¨²ltima etapa de las caravanas procedentes del desierto, antes de llegar a Marraquech. En Telouet termin¨® nuestro recorrido por algunos de los paisajes m¨¢s aut¨¦nticos del mundo bereber.

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