D¨ªas tranquilos en el Teide
Lagartos en el camino, los Roques de Garc¨ªa y la gran mole del volc¨¢n. En Las Ca?adas, lo ideal ser¨ªa retratar el aire, pero el viajero a lo sumo puede fotografiar el tiempo
Primer d¨ªa
Cuando hace calima, como hoy, 3 de agosto, el clima se apelmaza sobre el Teide, y la monta?a parece dormida y violenta, como un monstruo al acecho. Andr¨¦ Breton dijo que el volc¨¢n era un pu?etazo en el cielo; pero ahora el cielo es impenetrable y el pu?o se queda romo e insatisfecho, como una caricia gris que parece de piedra. Hay una nube que insiste, oscura; no se mueve, no hay viento; es el reclamo feroz de los incendios, esta quietud del aire, y esta quietud de la vida. Cuando el Teide est¨¢ as¨ª, distante e indiferente, el silencio es a¨²n m¨¢s profundo en Ucanca. Dice Julio Llamazares que este valle es como la catedral de Le¨®n, as¨ª la bautiz¨®, la Catedral de los Volcanes. Ah¨ª llegan y se van los forasteros con una brizna del paisaje entre los dientes, como los restos de una comida r¨¢pida. Los traen y los llevan. Retratan el falo de piedra que hay entre los Roques de Garc¨ªa, y se llevan tambi¨¦n esa postal que fue emblema antiguo de los billetes de mil pesetas. Algunos se adentran en el valle, esta extensi¨®n inusitada de piedras preciosas sin valor alguno, colores que van incendi¨¢ndose o calm¨¢ndose a lo largo del d¨ªa, y que por la noche refulgen bajo las estrellas liberadas por este cielo que ahora parece pintado por Barcel¨® cuando tiene melancol¨ªa.
Segundo d¨ªa
La calima empieza a remitir. En lugares tan distantes, y tan singulares, la gente habla como en susurros. Estoy en el parador de Las Ca?adas, que es un oasis en el que se habla como en las catedrales. Le gente bisbisea, e incluso los ni?os parecen intimidados por esa mole que los acompa?a desde el desayuno. Para los que padecen la satisfacci¨®n de la altura, este es el para¨ªso terrenal, aunque la vegetaci¨®n sea la de un desierto africano. Las plantas est¨¢n secas, la llanura es seca, la lava es seca, el aire es seco. Y sin embargo, en esta quietud de plomo el viajero siente una cierta ligereza, como si esta belleza de la tierra residiera en el aire m¨¢s que en la piedra grandiosa que tiene ante s¨ª. En este espacio precisamente le¨ª hace a?os una evocaci¨®n que Samuel Beckett hac¨ªa de la isla, de la que tambi¨¦n vino, pues era irland¨¦s. Escribi¨® Beckett: ¡°Me he pasado la vida creyendo que me fui de la isla. Pobre de m¨ª. La isla va conmigo a todas partes¡±. Subray¨¦ esa frase aqu¨ª porque en ning¨²n otro sitio uno es m¨¢s de la isla y m¨¢s forastero. El Teide exige respeto; por mucho que lo ames, por mucho que te haya amparado su sombra, aqu¨ª t¨² eres un forastero. As¨ª me comporto. Las fotos que tomo quiero que sean las de aquellos que, a mi alrededor, retratan lo que durante un siglo ya ha sido retratado: el falo, los roques, la retama, la piedra azul, Ucanca¡
Tercer d¨ªa
De pronto, una r¨¢faga de viento desbarata el plomo de las nubes, y ahora es cuando Las Ca?adas es un sonido, como aquel que se escucha al principio de Paris, Texas (1984), la pel¨ªcula de Wim Wenders. Alrededor del Teide, esta ma?ana la soledad es absoluta, y a este lado donde est¨¢ la ermita no est¨¢n ni la sombra de las guaguas que ayer iban y ven¨ªan. En este espacio pienso en el tiempo. La gente viene a fotografiar el tiempo, que es la quietud, y lo sublime ser¨ªa fotografiar el aire. En Las Ca?adas hay piedra, historia, pero lo m¨¢s valioso (lo m¨¢s profundo, como dec¨ªan Jorge Guill¨¦n y Eduardo Chillida) es el aire. A ¨¦l, al aire, me dirijo mientras las sombras de los pies se multiplican en diminutas formaciones que vienen y van en zigzag. Son los lagartos. En una ¨¦poca, los lagartos eran sinuosos pero t¨ªmidos. Una camarera me dice que los forasteros se descuidan con la comida y ahora los lagartos ya no se retienen en sus madrigueras, sino que van al encuentro de los pies a ver si en ellos se transporta alg¨²n alimento. El que sale a mi encuentro no llega a tener la estatura de los m¨ªticos lagartos herre?os de Salmor, pero es sin duda m¨¢s grande que las lagartijas de las atarjeas de nuestra infancia. Se queda quieto, bajo el sol, me mira, sin duda alguna ya tiene una perspectiva locuaz de su relaci¨®n con el ser humano. Y a m¨ª me intimida cuando pasea, con la grandiosidad que le es concedida por el sol, bajo mis pies desnudos. Y yo alzo mis pies como si estuviera en peligro de muerte. En estas alturas, estos reptiles chiquitos son los reyes del camino. Y si t¨² te interpones, ellos te miran, como si desafiaran a un igual o a una piedra.
Cuarto d¨ªa
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Turismo de Tenerife (www.webtenerife.com).
? Turismo de Canarias (www.turismodecanarias.com).
? Parque nacional del Teide (922 92 23 71; http://reddeparquesnacionales.mma.es/parques/teide). Existen dos centros de visitantes: El Portillo y Ca?ada Blanca.
Dormir
? Parador Las Ca?adas del Teide (www.parador.es; 922 38 64 15). La doble, desde 92 euros.
Estoy rodeado de extranjeros. El primer visitante ilustre que ven¨ªa de fuera y que consider¨® el Teide una joya de la ciencia, y as¨ª lo estudi¨®, fue Humboldt. En los a?os setenta hubo aqu¨ª una grave pol¨¦mica que no nos tomamos en serio los isle?os: la oportunidad del telef¨¦rico. Ah¨ª est¨¢, interrumpiendo el aire que rodea a la mole. Mientras lo miro esta ma?ana en que el aire parece el ¨²nico habitante que habla en Las Ca?adas, recuerdo con cierta complacencia que a esta altura en la que est¨¢ el parador, 2.156 metros, era a la que, en La Videmanett (Suiza), Nabokov capturaba las m¨¢s bellas mariposas. Aqu¨ª la mariposa es el aire, y las alas son el silencio. Un chorro de agua interviene y finalmente el zumbido de una mosca completa el regocijo que siente la naturaleza siendo, con el lagarto, la reina de este lugar imperturbable como la belleza que se sue?a.
Quinto d¨ªa
Para comer, puchero, queso canario y almagrote. Hay algo del sabor que te lleva a la tierra. La tierra firme tiene alma de comida. Conviene acudir a ella para que t¨² mismo no te conviertas, en esta ca?ada surreal, en aire de la monta?a. El cielo est¨¢ azul, sin una nube. Es lunes 6 de agosto y parece que el volc¨¢n, siendo as¨ª de n¨ªtido, le pone orden a la vida.
? Juan Cruz es autor del libro Viaje a las islas Canarias, de pr¨®xima aparici¨®n.?
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