La gran escalera zigzagueante
Braga, al noroeste de Portugal, a trav¨¦s de dos monumentos muy diferentes: el santuario del Bom Jes¨²s do Monte y la iglesia de San Fructuoso de Montelios
Ubicada en un rinc¨®n del noroeste portugu¨¦s, Braga pasa relativamente desapercibida. No tiene playas, ni puerto, ni un equipo de f¨²tbol de la Champions como la cercana Oporto, ni es patrimonio mundial como la vecina Guimar?es. Sin embargo, Braga tiene un alma de eternidad que se detecta al pasear por sus calles, en las que la piedra gran¨ªtica reverdecida por la humedad y la ampulosidad barroca de conventos y templos recuerda a Santiago de Compostela.
Tambi¨¦n tiene Braga una sacralidad que se arraiga en tiempos muy lejanos. Se descubre al lado mismo de la avenida da Liberdade, en la Fonte do ?dolo, donde permanecen vestigios de la espiritualidad prerromana, materializada en torno al dios Tondoenabiago. Ese antiguo p¨¢lpito religioso de Braga se afianz¨® en el medioevo, ¨¦poca desde la cual su arzobispo sostiene el t¨ªtulo honor¨ªfico de primado de las Espa?as. El poder religioso de esta ciudad, capital del antiguo reino de los suevos y centro religioso del Reino de Le¨®n, se manifiesta en la S¨¦ (catedral), un muestrario de siglos de poder y fe que se inicia con un rom¨¢nico vigoroso, pero que convive con arquitecturas y objetos moz¨¢rabes, g¨®ticos, manuelinos o barrocos...
Pero hay dos monumentos dispares que sintetizan el alma de esta urbe primada. Son muy diferentes en el tama?o, en el tiempo, en la concepci¨®n art¨ªstica y en la manifestaci¨®n de la religiosidad. Son dos mundos que se entroncan y complementan: el santuario del Bom Jes¨²s do Monte y la iglesia de San Fructuoso de Montelios.
El primero es el prototipo del barroco portugu¨¦s, la opulencia, la teatralidad y la grandeza; el segundo, realizado en tiempos visig¨®ticos y de peque?o tama?o, conserva la esencia de la arquitectura romana y est¨¢ cargado de espiritualidad, sencillez y belleza. Ambos resumen la esencia de la historia de Braga, romana y episcopal.
San Fructuoso de Montelios
Al noroeste de la ciudad, en el extrarradio, San Fructuoso de Montelios es una joya visig¨®tica, da?ada en tiempo de los ¨¢rabes y afectada por diversas reconstrucciones desde el siglo XI. Posee una planta de cruz griega e influencia bizantina. Los brazos tienen forma cuadrada, vistos desde el exterior; pero todos, salvo el occidental, contienen en su interior un ¨¢bside con planta de herradura. Cada brazo se une al transepto mediante tres arcadas de herradura. En el punto de encuentro de los brazos se alza una poderosa linterna.
Adosado a una iglesia barroca dedicada a San Francisco, este bello templo fue redescubierto en 1897. Su estructura e imagen exterior recuerdan al mausoleo de Gala Placidia en R¨¢vena. En sus l¨ªneas severas, destaca esa decoraci¨®n compuesta por arquer¨ªas ciegas, que alternan arcos de medio punto y tri¨¢ngulos, sobre las que se presentan frontones triangulares.
Al igual que el de R¨¢vena, este edificio fue lugar de enterramiento. En ¨¦l reposaron los restos del santo que lleva su nombre, monje y reformador berciano a quien el rey godo Recesvinto impidi¨® marchar a los Santos Lugares, y que acabar¨ªa siendo arzobispo de Braga y metropolitano de buena parte de Hispania.
Este magn¨ªfico templo suele estar solitario. Se accede a ¨¦l desde la iglesia de San Francisco. En el transepto, se pueden contemplar los s¨®lidos sillares y las finas columnas. Solo la decoraci¨®n aparece en los capiteles corintios de factura visig¨®tica y en el friso que discurre a la altura de los capiteles. En el silencio y el frescor de la soledad se siente el p¨¢lpito de la Edad Media y aun de la romanidad.
El Bom Jes¨²s do Monte
Justo al otro lado de la ciudad, a unos cinco kil¨®metros del centro, se alza el santuario del Bom Jes¨²s do Monte, tal vez la iglesia m¨¢s fotografiada de Portugal, con su inmensa escalinata de tonos blancos y grises ¡ªencalados y granito¡ª que asciende en medio del verdor de la colina hacia una altura en la que destaca el templo, de porte catedralicio.
Es la ant¨ªtesis de la espiritualidad de San Fructuoso. En torno al complejo del Bom Jes¨²s hay un traj¨ªn de coches que ascienden por la sinuosa carretera, bullicio de fieles y curiosos que pasean entre la arboleda, gentes que entran y salen del santuario, devotos que suben las largas escaleras de rodillas.
Todo es aparatoso, escenogr¨¢fico, barroco. El Bom Jes¨²s es como un parque tem¨¢tico en torno a una escalera zigzagueante tan bella como monumental, en la que se hallan una serie de capillas que aluden al viacrucis, los sentidos y a las virtudes, en un recorrido que se plantea como camino de perfecci¨®n, en el que est¨¢n los sacrificios de los fieles, los mensajes religiosos y las fuentes, que no son sino alusiones a la gracia purificadora.
La escalera, iniciada en 1722, por el arzobispo don Rodrigo de Moura Telles, fue finalizada unos sesenta a?os m¨¢s tarde. Si el viajero no desea utilizar esta v¨ªa, siempre le queda el uso del funicular de cremallera, originario de 1882 y construido por Nikolaus Riggenbach, primer artefacto de este tipo montado en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, y que salva un desnivel de 116 metros, ayudado por un sistema de contrapeso hidr¨¢ulico.
Carlos Lu¨ªs Ferreira da Cruz Amarante fue el excelente arquitecto de la iglesia que corona el conjunto monumental. Su obra se inici¨® en el final del XVIII y los textos afirman que es neocl¨¢sica. Pero en realidad re¨²ne elementos barrocos, visibles tanto en las l¨ªneas de la fachada como en su interior, con planta de cruz latina y una gran linterna octogonal sobre el transepto.
C¨®mo llegar
Dormir
Informaci¨®n
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- Iberia (www.iberia.com) y Tap (http://book.flytap.com) tambi¨¦n vuelan, desde 86 euros.
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- Oficina de Turismo de Braga: www.cm-braga.pt
- Braga capital de la juventud 2012: www.bragacej2012.com
La fachada es magn¨ªfica, con torres airosas que enmarcan un cuerpo central de dos niveles; el inferior realzado por cuatro columnas toscanas y el superior dividido tambi¨¦n por pilastras j¨®nicas y ennoblecido por diversas estatuas: Isa¨ªas, Jerem¨ªas y los cuatro evangelistas.
En el interior asombra la luminosidad conseguida por dos hiladas de ventanas. Pero lo m¨¢s espectacular es el entorno del retablo, un escenario barroquizante en el que destacan cuatro monumentales columnas corintias ante un espacio semicircular donde se representa un enorme calvario. El conjunto rebosa teatralidad barroca.
En el Bom Jes¨²s los fieles animados deambulan sin cesar. Desde las alturas, se contempla la conurbaci¨®n de Braga... Y el viajero se acuerda de ese otro templo recoleto y antiguo construido en los d¨ªas de san Fructuoso, en el que pervive otro esp¨ªritu y otro mundo. La s¨ªntesis de los dos es Braga, la vieja Bracara Augusta.
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