En casa del Dal¨¢i Lama
Dharamsala, al norte de India, el refugio de los monjes tibetanos en las estribaciones del Himalaya
Un viaje a Dharamsala empieza con un desconcierto. Y es que uno espera encontrarse con el centro mundial de la espiritualidad lama¨ªsta. ?No es famosa esta ciudad del Himalaya indio por ser el lugar de residencia del Dal¨¢i Lama? Pero uno tiene m¨¢s bien la sensaci¨®n inicial de desembarcar en un emporio comercial. En esta peque?a ciudad de unos 20.000 habitantes est¨¢ presente el T¨ªbet, s¨ª, pero de una forma mercantil: las pocas calles son una sucesi¨®n de tiendas y de tenderetes donde se venden molinos y banderas de oraci¨®n, thangkas y libros del Dal¨¢i Lama, o ropa tibetana tradicional.
Las tiendas se disputan el espacio con las agencias de viaje, y es que Dharamsala se ha transformado en un gran centro tur¨ªstico. Del mundo entero llegan los visitantes como en una romer¨ªa, atra¨ªdos por la m¨ªstica del lama¨ªsmo: j¨®venes (y menos j¨®venes) con pelo largo, viejos barbudos, parejas al estilo neohippy. Y en un abarrotado restaurante donde se ven m¨¢s extranjeros que locales y donde suena la voz de Bob Dylan, uno se acuerda de la atm¨®sfera de la Katmand¨² de los pasados a?os setenta. Este cosmopolitismo se refleja en los paneles callejeros de anuncios, llenos de publicidad para cursos de yoga o de meditaci¨®n, clases de ingl¨¦s o de hindi, cocina tibetana, masaje tailand¨¦s y restaurantes recomendados por la gu¨ªa Lonely Planet. Coexisten en los muros con fotos m¨¢s tr¨¢gicas: las de los j¨®venes tibetanos que se inmolaron por el fuego en distintos lugares, incluso en Delhi, para protestar contra la ocupaci¨®n de su patria por China: Dharamsala sigue siendo el gran centro de activismo del nacionalismo tibetano. Aunque los p¨®steres de Su Santidad comparten ahora el espacio con los de Bob Marley o del Che Guevara.
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Uno imaginar¨ªa que la capital en el exilio del monta?oso Techo del Mundo est¨¢ en el mismo coraz¨®n del Himalaya. Pero est¨¢ en sus estribaciones. Tras un viaje de m¨¢s de 400 kil¨®metros desde Delhi por la llanura, es casi al llegar cuando se divisa de repente la gigantesca pared rocosa de la cordillera, coronada por unos impresionantes picos nevados. ?Pero vaya subida! Hay que cruzar primero el Dharamsala de Abajo, un pueblo sin gran inter¨¦s, antes de trepar, por una carretera sinuosa, hasta los 1.800 metros de Dharamsala de Arriba, tambi¨¦n llamada McLeod Ganj, del nombre de un antiguo gobernador ingl¨¦s del Punjab. De lejos, sus edificios agarrados los unos a los otros en medio de la pendiente escarpada parecen un gran juego de Lego.
Al deambular por sus calles, aparecen las primeras manchas color azafr¨¢n o granate de los monjes y las primeras mujeres vestidas con el delantal de rayas de las tibetanas. En el barrio de Gangchen Kyishong est¨¢ instalada la sede del Gobierno tibetano en el exilio. A primera vista decepciona este amasijo de edificios administrativos, con sus techos verdes algo destartalados. Lo m¨¢s interesante es la biblioteca y la sala de los manuscritos: un 40% del total de los que se escribieron en el T¨ªbet est¨¢n concentrados en los centenares de miles de p¨¢ginas aqu¨ª almacenadas, envueltas en telas amarillas y rojas. ¡°Los refugiados que hu¨ªan prefer¨ªan traer estos textos antes que sus propios enseres¡±, asegura una gu¨ªa tibetana.
Los monasterios
Para empaparse de la atm¨®sfera tibetana est¨¢n tambi¨¦n los monasterios: como el de Tsuglagkhang, al lado de la residencia del Dal¨¢i Lama, con sus grandes estatuas de personajes religiosos; o el de Gangchen Kyishong. Pero es en otro menos frecuentado por los visitantes, el de Tsechokling, donde uno mejor se retrotrae a sus viejos recuerdos del Techo del Mundo: entre las paredes decoradas de thangkas, dibujos religiosos y sofisticadas tormas (peque?as esculturas realizadas con mantequilla de yak), un grupo de monjes y novicios recita incansablemente unos mantras con voz grave, inclin¨¢ndose al ritmo de la letan¨ªa, mientras el gong subraya la melopeya. Durante unos minutos, el visitante tiene la sensaci¨®n de haber cruzado el Himalaya y estar en su vertiente norte, la de la patria so?ada.
La nostalgia del T¨ªbet perdido est¨¢ en todas partes. Incluso en el Lingkor, un camino circular que da la vuelta a la residencia del Dal¨¢i Lama y cuyo nombre se inspira en la circunvalaci¨®n que rodea Lhasa. El trayecto, que se sigue en el sentido de las agujas del reloj, est¨¢ salpicado de peque?os monumentos religiosos, de inscripciones multicolores pintadas en la roca, de molinos de oraci¨®n que los peregrinos tibetanos mueven al pasar.
Gu¨ªa de Dharamsala
C¨®mo llegar
Informaci¨®n
- Dharamsala se encuentra a 470 kil¨®metros en coche desde Delhi.
- Kingfisher (www.flykingfisher.com) tiene vuelos directos desde Delhi hasta el aeropuerto de Gaggal Dharamsala-Kangra. Un billete de ida y vuelta cuesta alrededor de 150 euros.
- Swiss (www.swiss.com), Lufthansa (www.lufthansa.com), Air France (www.airfrance.es), Qatar (www.qatarairways.com) y otras compa?¨ªas vuelan con una escala entre Madrid y Delhi. Ofertas desde 532 euros, ida y vuelta.
- www.dharamsalanet.com
Para culminar una visita a Dharamsala, nada mejor que presenciar un teaching, una sesi¨®n de ense?anza de su hu¨¦sped m¨¢s ilustre: cuando no est¨¢ de viaje por el mundo, el Dal¨¢i Lama, aunque ha renunciado a las audiencias colectivas, sigue dirigi¨¦ndose a sus fieles desde los monasterios de la regi¨®n. Desde muchas horas antes del evento, una muchedumbre apresurada, donde destacan las manchas coloradas de los monjes, converge hacia el lugar del evento. Cerca del monasterio (en este caso, el de Sidhbari) se ha instalado una peque?a feria con puestos callejeros donde hacen pacientemente cola los monjes, que reciben la comida gratis. El patio del templo est¨¢ a rebosar: todos, tibetanos, indios (pocos) y extranjeros (bastantes), esperan sentados en el suelo la llegada de Su Santidad. Hasta que un estremecimiento colectivo hace vibrar a los presentes: el Dal¨¢i Lama aparece. Es un momento de fervor intenso.
Durante horas, habla con su voz grave y su ritmo pausado. La t¨¦cnica m¨¢s moderna ayuda: aunque se expresa en tibetano, un servicio de traducci¨®n al ingl¨¦s y al hindi a trav¨¦s de una emisora de frecuencia modulada permite que sus palabras lleguen a todos, mientras dos grandes pantallas retransmiten las im¨¢genes del altar desde el cual habla. Diserta sobre la armon¨ªa en el progreso, las emociones y pulsiones negativas, el sufrimiento y la felicidad. M¨¢s de medio siglo despu¨¦s de haber abandonado el Techo del Mundo, su aura, no hay duda, sigue intacta entre su gente.
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