De tiendas por la alcazaba de los Udaya en Rabat
Nada m¨¢s flanquear la Bab el Kebir (puerta grande), uno entra en un peque?o para¨ªso para turistas
Son peque?as, atractivas, est¨¢n todas ¡°hechas a mano¡± y a cargo de mujeres. Es lo que tienen en com¨²n. Son las tiendas que salpican las callejas encaladas de la alcazaba, o kasbah, de los Udaya. Un mundo aparte en la ciudad de Rabat, amurallado y acotado por las grandes puertas almohades de arenisca que lo vigilan con severidad.
Nada m¨¢s flanquear la muy impresionante Bab el Kebir (puerta grande) y doblar la esquina en recodo, como manda la tradici¨®n, uno entra en ese peque?o para¨ªso para turistas, gatos somnolientos y vecinos ociosos, que es el recinto de la Kasbah. Pronto, en la calle principal, la calle de la Jamaa, aparecen un par de tiendas a la derecha, con sus tejadillos de madera pintados de azul, que han sustituido a los puestos tradicionales. La primera, sin nombre ni identidad concreta, muestra una selecci¨®n de artesan¨ªa marroqu¨ª, de la de toda la vida, entre la que destacan unas bonitas babuchas de cuero en tonos encendidos, bordadas de lentejuelas. Tambi¨¦n ofrece las cl¨¢sicas cajas de madera de tuya de Essauira, c¨¢lidas y olorosas, unos ingeniosos animales y candiles en piedra labrada, de Tarudant, as¨ª como unas bolsitas de rosas y flores secas, y muestras empaquetadas de ghasul (champ¨² arcilloso), todo finyadi (hecho a mano).
Junto a ella, se encuentra Bulles et Huiles (burbujas y aceites) que, como deja bien claro su nombre, ofrece toda una gama de productos dedicados a la belleza. Buenos, bonitos y baratos. La joven dependienta no escatima en explicaciones, y lo hace con desparpajo: ¡°jabones, los hay para todo: el de eucaliptus y azahar, es relajante. El de azufre, bueno para el acn¨¦; el de arcilla roja sirve para la piel seca, mientras que el de arcilla verde, para la grasa. El de carb¨®n, es exfoliante; el de miel, hidratante¡¡±. Y as¨ª hasta dar respuesta a un sinf¨ªn de necesidades epid¨¦rmicas.
En la secci¨®n de olores sobresalen las aguas de rosas y de azahar, los aceites esenciales de tomillo, citronela o geranio, y unas bolsitas la mar de cucas, con pedazos de ¨¢mbar y almizcle aut¨¦nticos (dos sustancias de origen animal, cotizad¨ªsimas en el mercado ¨¢rabe) para aromatizar los armarios.
Algo m¨¢s adelante, cerca de la mezquita, surge la tienda de la cooperativa femenina Tighanimine Filahia, que vende igualmente una vasta gama de productos cosm¨¦ticos naturales certificados ¡°biol¨®gico¡±, la mayor¨ªa basados en los beneficios de la argana, un fruto oleaginoso que solo se encuentra en el sur de Marruecos.
Sentada en un escabel en medio de la tienda est¨¢ Fatmi Nadia, la presidenta de la cooperativa, sacando, colocando y anotando productos de unas cajas. No habla ni pizca de franc¨¦s, pero la dependienta, s¨ª, y lo hace con locuacidad para explicar los beneficios de sus productos ecol¨®gicos. Sobre los esmerados estantes se extienden cremas de alta calidad y precios razonables: de higos para el contorno de ojos, y argana para el rostro. Las m¨¢scaras para el pelo tampoco desmerecen: de ¨¢loe, miel o aguacate, son untuosas y nutritivas. Pero, junto con los afeites y p¨®cimas modernos, tambi¨¦n aparecen algunos productos alimentarios como el aceite de oliva y de argana, y otros tan ex¨®ticos como el aml¨², una pasta elaborada con aceite de argana, almendra tostada molida y miel (m¨¢s que delicioso).
Se avanza hacia la plazuela del Semaphore, y a la derecha, en la calle Sidi M¡¯barik, un cartel conduce hacia la tienda de Terres des Femmes, fruto de otra asociaci¨®n femenina, en la que confluyen varias nacionalidades. Se dedica al rescate y promoci¨®n de la cer¨¢mica rural del norte de Marruecos, toda ella elaborada por mujeres. En este otro espacio diminuto, dotado de un patio y una serie de alcobas, aparece toda una selecta muestra de piezas de la alfarer¨ªa rural procedente de 25 poblados del Rif de dif¨ªcil acceso. Las formas, sencillas y funcionales, recuerdan a la cer¨¢mica neol¨ªtica, pero tambi¨¦n fenicia y cartaginense.
Los objetos est¨¢n presentados de manera coqueta, y son de dimensiones reducidas, lo que facilita su compra y transporte. La belleza arcaica de sus formas hechas sin torno, y sus decoraciones pintadas con engobe de tonos naturales o incisas, cautivan a primera vista. No hay concesiones a las formas desvirtuadas pensadas para turistas sin conocimientos en la materia. Y junto a las piezas propias de una cocina perfectamente equipada, se extienden los juguetes: asnos y otros animales, creados por los ni?os para ayudar a sus madres.
El producto de las ventas directas revierte en estas mujeres que no tienen otro medio de subsistencia, y ven como, con el tes¨®n y la generosidad de otras mujeres amigas, pueden sacar adelante su producci¨®n y mejorar poco a poco sus condiciones de vida.
Un poco m¨¢s abajo, tras un recodo, se abre el taller de Fatiha Cherkaoui, Shem¡¯s ? Kmar (la luna y el sol). No es f¨¢cil encontrar a Fatiha en su tienda, pero en su lugar hablan los fabulosos collares de su producci¨®n. Aut¨¦nticas joyas de creaci¨®n propia e inspiraci¨®n bereber. En un ambiente abigarrado, y tras una serie de vitrinas, se exponen algunas de sus creaciones, totalmente excepcionales.
Fatiha rescata piezas antiguas de plata que se salvan del fundido. ¡°Hoy¡±, explica, ¡°se funden hasta cuatro toneladas de plata en Tiznit para la realizaci¨®n de joyas modernas. Yo me niego a la muerte social de la joya bereber y considero que las piezas antiguas tienen vida y una historia propia, y se pueden hacer cosas muy bellas con ellas¡±.
Damos fe. Estos grandes y exuberantes collares hablan el lenguaje de la asimetr¨ªa (un cartel escrito a mano reza: ¡°la fr¨ªa rectitud no es del arte. Eug¨¨ne Delacroix¡±). Junto con f¨ªbulas, monedas y medallones de plata nielada, esmaltada y vidriada, aparecen perlas, pedazos de corales negros y rojos f¨®siles, ¨¢mbar sahariano, granates, turquesas, cuarzos, lapisl¨¢zuli e incluso rub¨ªes y esmeraldas en bruto que, en boca de Fatiha, forman una mezcla ¡°entre lo tradicional y lo chic¡±.
Son collares con vocaci¨®n m¨¢gica y profil¨¢ctica, como los conceb¨ªan las mujeres bereberes, contra el mal de ojo o en busca de buenos augurios. El tintineo, los ojos de vidrio rojo y ciertos motivos grabados ahuyentan a los malos genios, mientras que las perlas y las piedras verdes, incitan a la vida y la bienaventuranza.
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