La ruta del 'blues'
De Nueva Orleans a Chicago, viaje inici¨¢tico a trav¨¦s de la Highway 61
En el imaginario colectivo, la Ruta 66 no tiene rival como icono popular. Pero s¨ª una hermana peque?a, la Highway 61 o Ruta del Blues, menos conocida ¡ªdisco de Dylan aparte¡ª, que plantea un recorrido mucho m¨¢s inici¨¢tico. Profundiza en las entra?as de Estados Unidos, en su historia, su sociedad, su idiosincrasia y, c¨®mo no, en su m¨²sica, para explicar su legado cultural. En su trazado est¨¢ la respuesta a muchas preguntas que a¨²n hoy nos planteamos. Las ra¨ªces del blues, del jazz, del soul o del rock se encuentran en su asfalto. Transitar la Ruta 61 es algo m¨¢s que un viaje.
Desde Nueva Orleans hasta el obligado desv¨ªo y final en Chicago (la 61 llega hasta Minnesota tras m¨¢s de 2.300 kil¨®metros), de forma inversa al curso del r¨ªo Misisip¨ª, esta propuesta sigue los mismos pasos que un 8 de agosto de 1922 llevaron a un mozalbete llamado Louis Armstrong a emigrar hacia el norte a bordo del Illinois Center Railroad.
Jazz y hurac¨¢n
Resulta peligroso idealizar ciertos lugares. Libros, pel¨ªculas, series y canciones invitan a pensar que en Nueva Orleans (Luisiana) la m¨²sica suena por todas partes. En cierto modo es as¨ª, pero tal vez no la m¨²sica verdaderamente aut¨¦ntica. En French Quarter, centro tur¨ªstico por excelencia, solo hay que atravesar Canal Street, con sus tranv¨ªas, palmeras y grandes cadenas de hoteles, para llegar a Bourbon Street. Los personajes de la serie Treme ¡ªradiograf¨ªa del Nueva Orleans post Katrina¡ª, denostan el ambiente hedonista de esta calle por su artificialidad. Estando all¨ª, se entiende: un desfile continuo de turistas borrachos, artistas callejeros, vendedores de ofertas 3x1y todo tipo de personajes curiosos. Desde la calle se escuchan trompetas de jazz fundi¨¦ndose con las guitarras el¨¦ctricas del rock. Versiones de los Rolling Stones y Bon Jovi junto a cl¨¢sicos como When the Saints go marchin¡¯ in. Locales de comida basura junto a restaurantes de especialidades criollas. Sporthouses (prost¨ªbulos) al lado de tiendas de souvenirs. Una mezcla extra?a y pintoresca.
El verdadero jazz es residual en French Quarter. Hay sitios recomendables en Decatur Street, pero los clubes m¨¢s aut¨¦nticos est¨¢n dispersos por la ciudad. Frenchmen Street, al lado del Quarter, ofrece algunos, como el Spotted Cat: bohemios, hippies y residentes, pero bandas y p¨²blico blancos, apenas hay negros. Hangin¡¯ on Treme encuentras algunos criollos, pero tambi¨¦n poblaci¨®n blanca de clase media-alta que se han mudado al barrio tras el ¨¦xito de la serie. ?D¨®nde est¨¢n los negros en Nueva Orleans?
Cuando uno quiere visitar los lugares hist¨®ricos del jazz, la ciudad se lo pone dif¨ªcil, como si rechazase regodearse en su pasado. Storyville, el barrio donde nacieron y crecieron los pioneros del jazz, el eje Perdido Street- South Rampart Street en Uptown, est¨¢n deliberadamente borrados del mapa. Un par de placas de recuerdo y poco m¨¢s. De lo poco que se conserva es Congo Square, ubicada en el Louis Armstrong Park. Anta?o era el ¨²nico lugar donde los esclavos africanos pod¨ªan bailar y cantar libremente. Ya no se oyen esos ritmos y melod¨ªas que est¨¢n en la base del jazz, pero al menos la plaza se mantiene intacta.
Viajar a Nueva Orleans de agosto a octubre es hacerlo en ¨¦poca de huracanes y tormentas tropicales, por eso el precio de los billetes de avi¨®n se reduce a la mitad. Isaac, el hurac¨¢n m¨¢s potente tras el Katrina, quiso unirse a la ruta. Poblaci¨®n evacuada, inundaciones y encierro forzoso en el hotel. Cambio brusco de planes, mientras los turistas siguen a lo suyo en el French Quarter.
Donde naci¨® el 'blues'
Entrar en Misisip¨ª resulta un alivio. La Ruta 61 atraviesa el estado de sur a norte: carreteras rectas sin apenas tr¨¢fico, campos de algod¨®n, aldeas rec¨®nditas, cruces de caminos y plantaciones. Primera parada en Greenville, a orillas del r¨ªo, en la regi¨®n del Delta. La ciudad m¨¢s poblada de la zona tiene aspecto de pueblecito tranquilo. En Walnut Street, una especie de paseo de la fama con los grandes del blues, est¨¢ el Blues Bar, un juke-joint (garitos para negros) donde vemos a la primera banda negra real del viaje. Todo el mundo fuma (en el Sur rigen otras reglas) y se lanza a bailar (excepto los for¨¢neos). Ambiente aut¨¦ntico y amigable. La camarera nos regala souvenirs, el due?o (blanco) habla locuazmente. La hospitalidad sure?a en todo su esplendor.
Nadie vendr¨ªa hasta Holly Ridge, un poblado casi abandonado al que se llega por un camino de tierra, si no fuera por la tumba de Charley Patton, el fundador del Blues del Delta. Un hombre subido a un tractor nos da indicaciones para encontrarla; tarea dif¨ªcil, las l¨¢pidas est¨¢n diseminadas por el campo. En Moorhead otra simp¨¢tica mujer nos explica una conocida historia: donde el sure?o se cruza con el perro, que recuerda el famoso encuentro que vivi¨® W.C Handy, el padre del blues, en la estaci¨®n de Tutwiler.
Desv¨ªo hacia la carretera 49. Indianola, ciudad natal de B.B King, Morgan City, uno de los tres lugares donde parece estar enterrado Robert Johnson, y Ruleville: desde aqu¨ª, en direcci¨®n a Cleveland, se llega a uno de los santuarios del blues: la Plantaci¨®n Dockery. A¨²n se mantienen caba?as en pie donde resuenan ecos del pasado, gemidos de guitarra de sus antiguos e ilustres pobladores (Charley Patton, entre muchos otros). La Prisi¨®n de Parchman queda cerca; por all¨ª pasaron bluesmen como Son House. Un imponente agente baja del coche del sheriff y sugiere amablemente que no hagamos fotos. La Misisip¨ª State Penitentiary todav¨ªa es la c¨¢rcel estatal.
?Salimos pitando hacia la capital hist¨®rica del Blues del Delta: Clarksdale. Antes de llegar, en el cruce entre la 49 y la 61, la mitolog¨ªa ubica el lugar donde Robert Johnson vendi¨® su alma al diablo. La ciudad tampoco tiene animaci¨®n callejera, especialmente un domingo: restaurantes y clubes cerrados. Quedan dos reclamos principales. El Hotel Riverside, un antiguo hospital para negros donde muri¨® Bessie Smith en 1937, sirvi¨® de alojamiento tanto a bluesmen locales como a estrellas que pasaban por la ciudad, como Duke Ellington. Frank Ratliff, hijo del due?o original, lo cuenta mientras se fuma un cigarro.
La Plantaci¨®n Hopson, a las afueras, se ha transformado en el Shack Up Inn, una especie de casa rural cuyas habitaciones son las antiguas caba?as de los aparceros. Decoraci¨®n sencilla y austera pero todas las comodidades, guitarra y piano incluidos. En direcci¨®n al norte tambi¨¦n se puede pasar por la Plantaci¨®n Stovall, donde vivi¨® Muddy Waters hasta que fue descubierto por Alan Lomax.
Memphis train
Dos de las figuras musicales m¨¢s asociadas a Memphis (Tennesse), Elvis Presley y B.B King, nacieron en Misisip¨ª. Elvis se mud¨® a Memphis en su adolescencia. En 1957 compr¨® una mansi¨®n que hoy es el mayor reclamo tur¨ªstico de Estados Unidos, despu¨¦s de la Casa Blanca. Graceland es un parque de atracciones. Turistas, colas, autob¨²s interno, 11 tiendas de recuerdos, restaurantes, hoteles tem¨¢ticos¡ El mito en toda su plenitud. A pesar de todo, no decepciona. M¨¢s all¨¢ de las excentricidades (techos de vinilo, la colecci¨®n de Cadillacs, los aviones), Graceland resulta indispensable para entender la figura de Elvis. Especialmente interesante es Meditation Garden, el jard¨ªn mortuorio. Tr¨¢mite cumplido.
La autenticidad en Memphis tiene un nombre: Stax Records. El estudio, situado al sur, cuenta con un peque?o museo que recorre la evoluci¨®n de la m¨²sica negra: desde el gospel, los espirituales, el blues y el rythm¡¯n¡¯ blues, hasta el soul. El sonido Stax se caracteriza por los arreglos de viento: The Memphis Horns, una agrupaci¨®n blanca que dio personalidad al sonido de los m¨²sicos negros. En ese clima de creatividad se gestaron los hits m¨¢s universales del g¨¦nero. Se visita la sala de grabaci¨®n donde Otis Redding inmortaliz¨® (Sittin' On) The Dock of the Bay. Hubo muchos otros: Rufus Thomas, Ike and Tina Turner o Sam and Dave. Una curiosidad: el ¨²nico Oscar concedido a un m¨²sico de color, Isaac Hayes, por Shaft.
Sun Studios est¨¢ cerca del downtown. Aqu¨ª naci¨® el rock¡¯n¡¯roll¡¯, seg¨²n ellos mismos dicen. La visita resulta m¨¢s pobre que Stax; solo se puede entrar en la sala principal del estudio, aunque el componente mit¨®mano supera cualquier expectativa. Uno puede fotografiarse con el micro que grab¨® la voz de Elvis. Por lo dem¨¢s, recuerdos y fotos de los m¨²sicos que pasaron por all¨ª, como los integrantes del Cuarteto del mill¨®n de d¨®lares: Carl Perkins, Jerry Lee Lewis, Johnny Cash y, c¨®mo no, Elvis.
Ya en la calle, se puede recorrer Beale Street, en su d¨ªa, la calle del blues. Aqu¨ª vivi¨® W. C. Handy; una plaza con su estatua lo recuerda. Uno de los bares m¨¢s visitados es el de B.B King, en la esquina con Second Street, de ac¨²stica perfecta, pero pueden surgir gratas sorpresas en cualquiera de ellos. Como descubrir a David Bowen, un poliinstrumentista con voz de terciopelo. Tambi¨¦n se puede recorrer Main St, con sus tranv¨ªas, comercios y cafeter¨ªas, o entrar en el Museo de los Derechos Civiles. Memphis entr¨® en la historia de las luchas raciales cuando en 1968 Martin Luther King fue asesinado en el Lorraine Motel.
¡®Sweet Home Chicago¡¯
Llegar a Chicago es como entrar en la tierra prometida. Musicalmente, ofrece una variedad apabullante -el house proviene de aqu¨ª-, aunque hay dos estilos que la definen: el blues y el jazz. Casi todo el jazz de Nueva Orleans se grab¨® en Chicago, donde desde los a?os 20 se desarroll¨® una potente industria discogr¨¢fica y una amplia red de clubes al amparo, en muchos casos, de la mafia. M¨²sicos como Benny Goodman o Bix Beiderbecke fundaron el estilo Chicago, donde el ¨ªmpetu sonoro de los pioneros de Nueva Orleans se encamina hacia un tipo de jazz m¨¢s arreglado y sutil.
El Green Mill, en la zona norte, simboliza el ambiente humeante de los speakeasys de ¨¦poca (bares clandestinos que serv¨ªan alcohol durante la Ley Seca). De hecho, un altar recuerda que Al Capone fue uno de sus ilustres clientes. Una big band, varios cantantes, un locutor de radio a modo de presentador, parejas de bailarines¡ Todos recuerdan que hubo una ¨¦poca en la que el jazz se pod¨ªa bailar. En el Near North, cerca de la Magnificent Mile, est¨¢ Jazz Record Mart, la tienda especializada m¨¢s grande del mundo. Vinilos polvorientos, CDs y DVDs de todas las categor¨ªas, libros, p¨®steres, hasta gramolas para escuchar antiguas pizarras a 78 revoluciones por minuto.
La comunidad afroamericana que lleg¨® a Chicago se asent¨® en la zona sur. No es aconsejable entrar a ciertas horas si eres blanco, pero en una de sus zonas, Bronzeville, se ubicaban todos los clubes y teatros negros. All¨ª vivieron Louis Armstrong, Howlin Wolf o Muddy Waters, quien pasaba habitualmente por Maxwell Street, la calle en la que el blues rural se electrific¨®. Hoy pertenece al campus de la University of Illinois at Chicago y solo queda una placa que rememora aquel momento.
Del blues el¨¦ctrico al rock¡¯n¡¯roll solo hay un paso y se dio en Chess Records. Rebautizadas como la Willie Dixon¡¯s Blues Heaven Foundation ¡ªen honor al compositor, contrabajista y arreglista de Muddy Waters¡ª, esas cuatro paredes fueron testigo de sesiones antol¨®gicas. Para entrar solo hay que llamar al timbre. El recorrido guiado sube a una sala donde, tras la proyecci¨®n de un v¨ªdeo, un joven gu¨ªa desgrana la historia de la discogr¨¢fica y de las fotos colgadas en las paredes. Despu¨¦s conduce al grupo a la cabina de control. Se refiere constantemente a ¡°mi abuelo¡± y alguien le pregunta: es el nieto de Willie Dixon y la visita adquiere otra dimensi¨®n.
Aparece Fernando Jones, otro miembro de la familia Dixon. Al ver que el grupo es reducido nos invita a conocer el almac¨¦n para darnos una sorpresa. Al bajar agarra una guitarra firmada por los Rolling Stones (grabaron en Chess en el 64 y tienen bastantes referencias al sello en su m¨²sica) y se pone a tocar blues: concierto privado en Chess Records con los descendientes de Willie Dixon. Al acabar la sesi¨®n charlamos mientras una ni?a de tres a?os, hija del gu¨ªa, me quita la c¨¢mara. Bromeo con su padre, casi acepta un trueque por la guitarra. Llega tambi¨¦n la madre de la criatura. Es hora de comer. En ninguna gu¨ªa se hablaba de esto. Inmejorable final para la Ruta 61.
Manuel Recio es periodista y autor del blog La m¨²sica es mi amante
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