Viaje a las joyas del rom¨¢nico escondido de Serrablo, en Huesca
En la comarca oscense surgen entre la maleza los restos de pueblos que la pobreza y los planes hidr¨¢ulicos o forestales fueron dejando vac¨ªos. El trabajo de los vecinos y asociaciones del lugar han ayudado a recuperar y restaurar la historia
Quiz¨¢ en busca de comida, un milano sobrevuela los muros de las casas de Ainielle apenas asomados entre la vegetaci¨®n que tapiza el Sobrepuerto en esta comarca del Alto G¨¢llego (Huesca), a m¨¢s de mil metros de altura. Aqu¨ª vivi¨® Andr¨¦s de Casa Sosas, su ¨²ltimo habitante en la ficci¨®n de La lluvia amarilla (1988), de Julio Llamazares. M¨¢s abajo se alza el molino donde sucede un episodio tr¨¢gico en la novela, que fue reconstruido hace unos a?os y en cuyo tejado hoy anidan los murci¨¦lagos. Aferrados a¨²n a estos riscos, surgen tambi¨¦n entre la maleza los restos de otros pueblos que la pobreza y los planes hidr¨¢ulicos o forestales fueron dejando vac¨ªos, como Escart¨ªn, Cillas, Basar¨¢n, Cortillas, Otal y Sasa. O como Berbusa, cuyas palpitantes ruinas atraviesan el recorrido que lleva hasta Ainielle por la llamada Senda Amarilla, que parte desde la plaza de Oliv¨¢n en la marcha que cada oto?o organiza la Asociaci¨®n O Cumo, y asciende por este escarpado paisaje para homenajear la obra.
Desde un promontorio, la iglesia de San Mart¨ªn de Oliv¨¢n mira al valle con su humilde cementerio a los pies. Construida hacia 1060, es una muestra del rom¨¢nico de Serrablo: un conjunto de peque?os templos levantados entre los siglos X y XII a la orilla del G¨¢llego cuyo peculiar estilo mezcla elementos del arte visigodo, musulm¨¢n y rom¨¢nico. San Mart¨ªn fue reformada en el siglo XVI para ampliar la nave y acondicionar en su torre las campanas. Luego el tiempo desbarat¨® sus piedras casi hasta la ruina, pero en los a?os setenta del siglo pasado la reci¨¦n creada Asociaci¨®n de Amigos de Serrablo emprendi¨® la tarea de restaurar los tejados y el ¨¢bside, y devolverle parte de su fisonom¨ªa original. La asociaci¨®n, fundada por el artista Julio Gav¨ªn Moya con entusiastas voluntarios, lleva m¨¢s de 50 a?os recuperando las iglesias y la memoria de esta comarca donde el ¨¦xodo de la poblaci¨®n hacia la pr¨®spera Sabi?¨¢nigo dej¨® tras de s¨ª tantos pueblos vac¨ªos.
En un recio edificio del XIX de la localidad de El Puente de Sabi?¨¢nigo se cre¨® el Museo ?ngel Orensanz y Artes de Serrablo, que recorre la cultura popular del Pirineo oscense a trav¨¦s de los objetos y enseres rescatados de casas, cuadras y bordas. Al otro lado del r¨ªo, el castillo de Larr¨¦s, rehabilitado en los a?os ochenta con el empuje de la asociaci¨®n y su fundador, acoge el Museo de Dibujo Julio Gav¨ªn. Sus 17 salas y un fondo de casi 5.000 obras de todas las disciplinas desde finales del XIX a la actualidad, con artistas como Zuloaga, Dal¨ª, Mart¨ªn Chirino, Saura o Mingote, lo han convertido en referencia del dibujo espa?ol contempor¨¢neo.
La iglesia de San Pedro de L¨¢rrede, a unos ocho kil¨®metros de Sabi?¨¢nigo, con su esbelta torre y su ¨¢bside semicircular con arcos y friso de baquetones, est¨¢ considerada el ejemplar principal y modelo de todo el conjunto. Declarada Monumento Nacional en 1931, la intervenci¨®n de Amigos de Serrablo en a?os posteriores recuper¨® la antigua abad¨ªa y devolvi¨® a su torre las ventanas tr¨ªforas originales con arcos de herradura. En la antigua herrer¨ªa contigua hay un centro de interpretaci¨®n de las iglesias serrablesas. Frente a la iglesia se encuentra la hermosa Casa Is¨¢bal, una recia construcci¨®n infanzona del siglo XVII que, como cuentan sus moradores, descendiente de los primeros due?os, est¨¢ documentada desde el a?o 1400. El patio y la planta principal conservan los suelos primitivos de cantos rodados formando delicados dibujos y, como si se hubiesen marchado ayer mismo, dentro est¨¢ todo tal y como lo usaron sus antepasados: la cocina con la vajilla en la alacena, los calderos y los c¨¢ntaros alrededor de la t¨ªpica chaminera preparada con la le?a. En las alcobas, a ambos lados del comedor, est¨¢n las camas hechas con sus primorosas colchas de croch¨¦ bordadas con la flor de lis.
Un a?o se tard¨® en reconstruir con los brazos de los vecinos la ermita de San Bartolom¨¦ de Gav¨ªn del siglo X, cerca de Biescas. De ella apenas quedaba la torre, decorada con rosetas en las dovelas. Lo cuenta el p¨¢rroco Jes¨²s Landa, que encabez¨® aquella cuadrilla y guarda las llaves de la puerta. Dentro conserva el suelo de cantos con dibujos geom¨¦tricos y sus puertas de herradura. Tomando un desv¨ªo al camping de Gav¨ªn, y siguiendo el camino hasta la margen del r¨ªo S¨ªa, se llega a los restos del monasterio de San Pelay, del siglo X-XI, descubiertos y excavados hace apenas unos a?os. Entre sus ruinas, en las que se celebra una misa campestre cada 26 de junio, se adivina la cripta y el ¨¢bside, y conserva casi intactas las escaleras a la torre y la b¨®veda de ca?¨®n.
Desde Gav¨ªn, la carretera va jugando con el r¨ªo entre choperas, granjas y prados donde pastan unas vacas de color caramelo, y atraviesa Or¨®s Alto y Or¨®s Bajo, cuya iglesia de Santa Eulalia es un ejemplo tard¨ªo y sencillo del estilo serrabl¨¦s. La v¨ªa verde del Alto G¨¢llego discurre junto al r¨ªo hasta un barranco y es perfecta para todas las edades. M¨¢s adelante, dormida y sola en un prado junto a la carretera, brota la ermita de San Juan de Busa como un espejismo. Es la ¨²nica que conserva, aunque inacabada, su traza original. Salvada de la ruina en 1977, cuentan que durante las obras robaron su preciosa ventana tr¨ªfora, encontrada tras la confesi¨®n de uno de sus captores. Su imagen es hoy el icono de Serrablo y logotipo de la asociaci¨®n.
A ?scar Juli¨¢, vecino de Sus¨ªn, no le gusta que los visitantes digamos ¡°pueblos abandonados¡±. No lo est¨¢n, dice, porque los habitantes del valle se ocupan de ellos. Hasta Sus¨ªn, que solo tiene dos casas ¡ªo dos fuegos, como dicen por aqu¨ª¡ª, se llega por una pista de tierra o por los caminos que trepan la ladera desde el barranco de Oliv¨¢n entre pinares, hayedos y robles centenarios. La casa Mallau, cuyas puertas abre ?scar, es una edificaci¨®n infanzona del siglo XV con su escudo en la fachada que ten¨ªa lagar, horno, cuadras, gallinero y palomar en torno al gran patio. Su madre Angelines Villacampa, una leyenda local, la mantuvo como entonces y luch¨® durante a?os por preservar la cultura rural que desaparec¨ªa con los pueblos.
Un sendero entre vallas empedradas lleva hasta la iglesia de Santa Eulalia, en cuyo ¨¢bside original del siglo XI hay misteriosos petroglifos que sugieren una construcci¨®n visig¨®tica anterior. En 1966 se hallaron fragmentos murales del siglo XII en los que se ve a dos ap¨®stoles tristes, conocidos como ¡°los llorones de Sus¨ªn¡±, que se exhiben con otras maravillas en el Museo Diocesano de Jaca. Al otro lado del prado, la ermita Virgen de las Eras se asoma a estas tierras de Biescas donde en otro tiempo vivieron labradores, ganaderos y pastores en pueblos colgados de las faldas de los montes que fueron muriendo. Aunque su memoria vive para siempre en sus ruinas y en las p¨¢ginas de la novela de Llamazares: ¡°Visto desde los montes, Ainielle contin¨²a conservando, pese a todo, la imagen, el perfil que tuvo siempre: la espuma de los chopos, los huertos junto al r¨ªo, la soledad de sus caminos y sus bordas y el resplandor azul de las pizarras bajo la luz del mediod¨ªa o de la nieve¡±.
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