Puentes y ciclov¨ªas: qu¨¦ ver en Copenhague m¨¢s all¨¢ de su oferta cultural
Uno de los grandes atractivos de la capital danesa es su red de transporte p¨²blico, que evita el aislamiento de barrios y hace la vida m¨¢s f¨¢cil a habitantes y a turistas. Donde no llega el metro, lo hacen autobuses o barcos, y no hay rinc¨®n al que no se pueda ir en bici
Que la capital danesa se sienta como una ciudad amigable, agradable y que inspira confianza es gracias, en parte, a su manera de entender y promover la movilidad urbana. Sus dimensiones facilitan el trabajo; su topograf¨ªa, no. Copenhague es llana. Acu¨¢tica. Insular. Tanto su gran canal como los m¨¢s peque?os los salvan muchos puentes, cada uno con su peculiaridad y sentido. Estructuras que conectan orillas, que descongestionan el tr¨¢fico y que se elevan para dejar pasar a las embarcaciones.
Hay puentes que solo pueden cruzar peatones y ciclistas, como el Cirkelbroen, dise?ado por el estudio de Olafur Eliasson. Se encuentra en Christianshavn, un barrio compuesto por una serie de islas artificiales. El puente consta de cinco m¨¢stiles y cinco plataformas circulares de diferentes tama?os. Es un gui?o a la historia naviera de Dinamarca; su dise?o simula un antiguo barco atracado en el muelle. Para verlo en toda su dimensi¨®n lo mejor es subirse a bordo de una embarcaci¨®n de la empresa GoBoat, que tambi¨¦n puede pilotar uno mismo, y pasar por debajo. Es muy recomendable probar la experiencia de ver Copenhague desde el agua, un elemento muy presente en la ciudad. Otro puente es el de Dronning Louise¡¯s Bro ¡ªlevantado en 1887¡ª, que cruza un estrecho y alargado lago y conecta el centro de la ciudad con N?rrebro, un animado barrio en el que se encuentra el cementerio Assistens, donde est¨¢n enterrados Hans Christian Andersen, autor de cuentos infantiles como el de La sirenita o El traje nuevo del emperador, y el fil¨®sofo S?ren Kierkegaard, entre otros.
En N?rrebro tambi¨¦n hay restaurantes, bares y cafeter¨ªas, y es posible alojarse a buen precio, un valor a?adido en esta ciudad tan cara al cambio para un espa?ol y sus euros. Un ejemplo es la cadena a&o Hotels and Hostels, un h¨ªbrido entre hotel y albergue, con una fuerte conciencia ambiental y en el que las tecnolog¨ªas desempe?an un papel importante. Los grupos, las familias y algunas parejas son su p¨²blico. Hu¨¦spedes que pueden hacer uso de las bicicletas que se alquilan y que son como las que usan los copenhagueses: de paseo, con luz delantera y trasera, con marchas, con trasport¨ªn y cesta, algunas con sillas para ni?os. Unos veh¨ªculos sin alardes y, en esta ciudad, muy pr¨¢cticos.
Sobre dos ruedas
Sobre dos ruedas se mueve mucha gente, de todas las edades y durante todo el a?o, haga fr¨ªo, llueva, nieve o sople el viento. Van al trabajo, al colegio, a una cita. La imagen de Copenhague sin bicicletas resulta extra?a. La mayor¨ªa de la gente pedalea sin vestir ropa t¨¦cnica de ciclismo; se ven m¨¢s tacones y zapatos sobre los pedales que calas. Unos ciclistas van por la derecha y otros por la izquierda, a velocidades propias de espr¨ªnteres. Quien adelanta hace sonar el timbre, pero sin agresividad, con calma. La suerte es que las ciclov¨ªas son anchas, de un solo sentido y segregadas de la carretera y de la acera.
Copenhague est¨¢ pensada y dise?ada para ser recorrida en bicicleta, a pie y en transporte p¨²blico. La ciudad despliega una red compuesta por autobuses, cuatro l¨ªneas de metro sin nadie al volante que parecen una construcci¨®n de Lego, y una flota de barcos amarillos el¨¦ctricos que transportan, al norte y al sur del puerto, pasajeros, bicicletas y carritos de beb¨¦. Se puede acceder a este servicio haciendo uso de la Copenhagen Card (hay que adquirirla a trav¨¦s de las webs de Wonderful Copenhagen y Visit Copenhagen). Todo es tan c¨®modo en esta ciudad que uno se siente como cuando est¨¢ en casa en invierno calentito con un jersey un par de tallas m¨¢s grande de la que le corresponde o descalzo sobre la hierba un d¨ªa de verano.
Ba?os al sol
Un invierno sin concesiones explica c¨®mo se vive el verano en Copenhague, estaci¨®n que se puede alargar hasta bien entrado el oto?o. Antes de que en la ciudad se instale en ese invierno largo, oscuro y desagradable, sus habitantes absorben los rayos de sol en las terrazas de bares y caf¨¦s y en los bordillos de madera de las piscinas habilitadas a lo largo del puerto. Instalaciones acu¨¢ticas, p¨²blicas y gratuitas que refrescan y est¨¢n muy animadas cuando el tiempo acompa?a. La presencia de las piscinas, abastecidas con agua del mar B¨¢ltico, se intuye cuando se ven a su alrededor numerosos grupos de personas con poca ropa, hablando, jugando, bebiendo, comiendo o tumbadas al sol en el c¨¦sped. Hay piscinas con m¨¢s instalaciones que otras, pero tienen en com¨²n que se puede llegar en bici, que el agua est¨¢ fresca, que hay de ni?os y de adultos, que son profundas ¡ªtanto como para tener tambi¨¦n trampolines¡ª y que hay ba?istas todo el a?o.
En Sydhavnen, un barrio de reciente construcci¨®n, al suroeste, est¨¢ la piscina de Sluseholmen, con un dise?o inspirado en un coral. Un poco m¨¢s al norte se encuentra la piscina de Fisketorvet, sobre la que pasan los ciclistas que cruzan el puente de The Bicycle Snake, llamado as¨ª porque se parece a una serpiente reptando, pero suspendida en el aire. Es tentador pararse en mitad del mismo y tomar una foto del canal dividiendo en dos Copenhague, aunque no es muy recomendable hacerlo: es tan peligroso como pararse en una autov¨ªa.
Casi a la altura del centro de la ciudad, pero en la orilla sudeste, se encuentra la isla de Brygge, donde est¨¢ la piscina del mismo nombre, pegada a los embarcaderos desde donde zarpan los barcos de GoBoat y muy cerca del puente m¨¢s nuevo de la ciudad: el Lille Langebro, que conecta Christianshavn con BLOX, junto al Centro Dan¨¦s de Arquitectura, y que suelen cruzar unos 10.000 ciclistas al d¨ªa.
Donde hay comida, hay diversi¨®n
Inderhavnsbroen es otro puente, de 180 metros de largo, que comunica el canal Nyhavn y la zona de Christianshavn. Tambi¨¦n es muy transitado, algo que sobre todo se nota cuando toca esperar a que suba y baje la plataforma de un peque?o puente anexo para dejar pasar a los veleros de largu¨ªsimos m¨¢stiles, momento en el que se aglomeran ciclistas y peatones. Es un espect¨¢culo que se puede contemplar mientras se come algo en los puestos que dan vida a Broens Street Food: su oferta incluye hamburguesas, tacos, carne argentina, pasta, perritos calientes n¨®rdicos¡ Un espacio en el que hay m¨¢s comida que huecos libres en los que aparcar la bicicleta.
M¨¢s al noreste, donde Copenhague termina, se encuentra Refshale?en, una isla artificial en la que en el pasado estaban los astilleros m¨¢s grandes del mundo. Hoy, en ese paisaje industrial abandonado y oxidado, se encuentra el nuevo restaurante Noma. Los antiguos almacenes ahora alojan espacios art¨ªsticos y creativos, el Mercado de Comida de Reffen, un roc¨®dromo, el bar acu¨¢tico La Banchina y la piscina S?ndre. Al otro lado de las corcheras que la delimitan hay unos contenedores de barco convertidos en apartamentos en los que uno se imagina pasando una noche o una temporada larga. De espaldas a la piscina est¨¢ CopenHill, una planta de conversi¨®n de residuos en energ¨ªa el¨¦ctrica y calefacci¨®n urbana cubierta por unos grandes ladrillos de aluminio que simulan macetas enormes. Adem¨¢s de un muro de escalada exterior, en su azotea arranca una pista de esqu¨ª verde, fruto de mezclar hierba natural y pl¨¢stico reciclado. Qu¨¦ ciudad, Copenhague. M¨¢s que con su cultura o ADN, me quedo con sus infraestructuras.
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