Mesura castellana

Al inolvidable escritor y periodista Luis Carandell le gustaba Atienza por su amplitud de horizontes y su car¨¢cter castellano. Cay¨® en ¨¦l a mediados de los setenta, casi por casualidad, despu¨¦s de uno de tantos viajes por los pueblos y aldeas de la Pen¨ªnsula, en los que lleg¨® a sentenciar con su sorna caracter¨ªstica: ¡°Los enemigos del peregrino son tres: los curas, los perros y los pies¡±.

Muy cerca de donde hoy reposan sus cenizas, en el inicio de la cuesta que asciende hasta su casa de piedra, Lucio San Mart¨ªn recogi¨® el testigo del cronista y, junto a su amigo y socio argentino, Willy, se afan¨® en restaurar un maltrecho convento del siglo XVIII en un flamante hotel con tres patios de corte minimalista. Dos interiores, seg¨²n los c¨¢nones del momento, limpios, luminosos, racionalistas. Y otro con vistas al valle, sin nada de nada (salvo en los meses de verano, cuando se habilitan unas mesas, unas hamacas e instalaciones varias para los ni?os).

Del antiguo convento apenas quedan la capilla, el pozo del patio y algo de la fachada, suficiente para que el turismo finisemanal pase por ah¨ª a hacerse fotos. Lo dem¨¢s es b¨®tox, puro lifting tur¨ªstico. A Carandell, desde luego, no le habr¨ªa gustado.

Su alma har¨¢ reflexionar a los propietarios acerca de lo aut¨¦ntico y lo impostado, el arte y la menudencia. La pieza de la escalera adquiere un sentido poli¨¦drico del dise?o. Aporta belleza y utilidad. Igual que los 32 dormitorios, minimalistas de libro, confortables, pero no exquisitos. El que m¨¢s y el que menos anda sobrado de tama?o, aunque mal distribuidos en su interiorismo. Algunos incluso mal aprovechados, con la pieza del ba?o brutalista y desproporcionada en una esquina del per¨ªmetro que forma la alcoba. Las delanteras, con vistas al castillo, en su tiempo considerado inexpugnable.

En penumbra, diametralmente en las ant¨ªpodas de la planta di¨¢fana que constituyen el vest¨ªbulo, el comedor y los dos patios interiores, una sala con capacidad para hasta 100 personas aguarda a que una empresa la arriende para un curso o una reuni¨®n de directivos.

El hotel de Lucio y Willy atraer¨¢ antes a otro tipo de viajeros m¨¢s entregados a los placeres de la buena mesa que a su cualidad de refugio a una hora y cuarto de Madrid. En eso los due?os son incontestables. Ambos toman la comanda entre las mesas y sirven luego los platos con m¨¢s ganas que galones. Pero su simpat¨ªa enciende la sala y crea buen ambiente. De la sopa al postre media tranquilamente una hora y media para conversar.

Que el esp¨ªritu tertuliano de Luis Carandell pide aqu¨ª sorna, mucho catecismo geogr¨¢fico y la memoria siempre despierta.

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