En la marea de turbantes
Harmandir Sahib, el imponente templo sagrado de los sijs al norte de la India
Los cat¨®licos tienen El Vaticano, los musulmanes, La Meca. Y los sijs, Amritsar. Cada a?o acuden por decenas de miles a esta ciudad del Punjab indio (recibe m¨¢s visitantes que el Taj Mahal de Agra) para postrarse ante el m¨¢s sacrosanto de sus gurdwaras, como llaman a sus lugares de culto: el Harmandir Sahib, es decir, el templo de Dios, m¨¢s conocido mundialmente como Templo Dorado.
Es objeto de fervor para los 23 millones de adeptos de esta religi¨®n monote¨ªsta que combina elementos del hinduismo y del islamismo. Aunque el lugar justifica por s¨ª solo el viaje de 480 kil¨®metros desde Delhi: basta de sobra para redimir a ojos del visitante esta ciudad de 1,1 millones de habitantes, a primera vista m¨¢s bien cochambrosa. Al llegar a Amritsar, por tanto, mejor tomar sin m¨¢s dilaci¨®n un rickshaw para adentrarnos por el polvoriento casco viejo y aproximarnos, en medio de un flujo intenso de peregrinos y de un oleaje de turbantes, al santo lugar.
Antes de entrar, primero hay que dejar fuera los zapatos, limpiarse los pies en un peque?o estanque y cubrirse (hombres y mujeres) la cabeza con un pa?uelo. Ya est¨¢ uno listo para mezclarse con la muchedumbre y franquear, apretujado, una de las puertas que dan al recinto. Son cuatro, una por cada punto cardinal: simbolizan la universalidad del lugar, que pretende ser, como el sijismo mismo, abierto a todos y desde cualquier procedencia: a todas las razas, creencias o clases sociales.
Al irrumpir en el gran recinto, totalmente a cielo abierto, la sensaci¨®n es impactante: con su parte superior cubierta por placas de oro y su base de m¨¢rmol blanco impoluto, el templo central brilla al sol, islita resplandeciente en medio de un gran estanque, la Piscina del N¨¦ctar (amrit, en s¨¢nscrito, que dio su nombre a la ciudad). En torno al agua, miles de peregrinos, ellos con los turbantes, ellas con el sari, deambulan (en el sentido de las agujas del reloj) por un ancho camino de circunvalaci¨®n tambi¨¦n de m¨¢rmol. Se viene en familia, pero la atm¨®sfera casi m¨ªstica no impide a los ni?os corretear y gesticular, mientras los padres cogen el m¨®vil para sacarse la foto. Retratarse con uno de los (poqu¨ªsimos) visitantes extranjeros est¨¢ muy de moda: los sijs son muy cordiales con el que viene de lejos para visitar su lugar m¨¢s venerado.
Muchedumbre permanente
Algunos hombres se ba?an en las aguas sagradas del estanque. Los hay que rezan sentados, los ojos cerrados, otros dormitan, otros se quedan postrados inm¨®viles ante el templo central, al que lleva un gran puente sobre el estanque, atestado de una muchedumbre permanente. Cuesta horas de cola alcanzar el edificio central, donde un sacerdote bendice a los fieles y reza leyendo el texto m¨¢s sagrado de los sijs: el Gur¨² Granth Sahib, con las 1.470 p¨¢ginas de ense?anzas sagradas de 10 gur¨²s.
En los muretes en torno a la circunvalaci¨®n abundan las inscripciones: en punjabi, en hindi, en ingl¨¦s. Incluyen la lista exhaustiva de los sijs fallecidos en distintos conflictos: es decir, una lista interminable de Singhs, el segundo apellido que llevan todos los fieles de esta religi¨®n y que significa Le¨®n. M¨²ltiples textos relatan los hitos de la historia de esta religi¨®n que fund¨® a finales del siglo XV el gur¨² Nanak Dev. La regi¨®n estaba entonces asolada por sangrientas ri?as entre hinduistas y musulmanes: Nanak Dev proclam¨® que venerar a Dios ten¨ªa que ser fuente de entendimiento y no de ciza?a entre creyentes. El sijismo naci¨® as¨ª como un intento de sincretismo selectivo entre las dos religiones dominantes: del hinduismo rechaz¨® el sistema de castas, y del islamismo, el sectarismo.
Por m¨¢s que haya nacido como s¨ªmbolo de acercamiento, el Templo Dorado, codiciado tanto por mogoles como por afganos, ha tenido a lo largo de los siglos una historia conflictiva, incluso en tiempos recientes. En 1984, Indira Gandhi orden¨® la operaci¨®n Blue Star: el asalto al templo en el que se hab¨ªa atrincherado un grupo de separatistas partidarios de un Estado sij independiente, el Khalist¨¢n. Hubo m¨¢s de 500 muertos, y la primera ministra acab¨® asesinada por unos guardaespaldas sijs.
Ciudad sagrada, Amritsar tiene tambi¨¦n recuerdos dolorosos. Y ninguno lo es tanto como la masacre de 1919, uno de los episodios m¨¢s infames de la colonizaci¨®n brit¨¢nica. Tuvo lugar apenas a unos centenares de metros del Templo Dorado, en los jardines del Jallianwala Bagh. El anticolonialismo indio estaba entonces en auge y Londres quer¨ªa darle un escarmiento. El 13 de abril se concentraron en los jardines, un recinto casi cerrado del que solo se puede salir por unos peque?os callejones, varios miles de manifestantes desarmados. A las ¨®rdenes del coronel Dyer, las tropas inglesas cercaron el lugar y dispararon sin parar durante 10 minutos, primero sobre los concentrados y despu¨¦s sobre los que intentaban huir por las estrechas salidas. El Gobierno brit¨¢nico reconoci¨® 379 muertos. Tras la independencia, el Congreso indio elev¨® la cifra a m¨¢s de un millar. La masacre fue el verdadero detonante de la lucha anticolonial. Hoy, los jardines recuerdan de manera sobria los hechos: una llama eterna, unos restos de los viejos muros donde se ven todav¨ªa impactos de balas. Una gran estela marr¨®n de forma oblonga conmemora a las v¨ªctimas, y las familias se sacan al lado la foto con el m¨®vil. Una galer¨ªa exhibe pinturas de estilo naif que describen los hechos, tambi¨¦n relatados en punjabi e ingl¨¦s.
La diosa hinduista Durga
Tras este recuerdo del horror, ?por qu¨¦ no acabar la visita a Amritsar como se empez¨®?: con una visita a un Templo Dorado. A otro Templo Dorado: un santuario en medio de un bonito estanque, con la parte superior cubierta de placas de oro y la parte inferior de m¨¢rmol blanco, una circunvalaci¨®n tambi¨¦n de m¨¢rmol: podr¨ªa ser una r¨¦plica, eso s¨ª, en tama?o m¨¢s reducido, del lugar sagrado de los sijs¡ si no fuera un templo de otra creencia. Y es que, situado al fondo de un estrecho callej¨®n que bulle de ruidos y olores, y donde las tiendas de im¨¢genes santas coexisten con las de golosinas, el templo Durghiana, del siglo XVI, est¨¢ dedicado a la diosa hinduista Durga. En el interior, unos m¨²sicos tocan suavemente mientras un sacerdote coloca collares de flores a los fieles. Y uno tiene la sensaci¨®n de encontrarse aqu¨ª frente a un apacible contrapunto (?o un homenaje impl¨ªcito?) de los hinduistas a este Templo Dorado de los sijs que hace de Amritsar uno de los sitios religiosos m¨¢s impactantes de la India.
Gu¨ªa
C¨®mo llegar
? Amritsar se encuentra a unas ocho horas en coche al norte de Nueva Dheli. Tambi¨¦n se puede llegar en tren (www.indianrail.gov.in) y autob¨²s. La ciudad cuenta adem¨¢s con un aeropuerto: el Sri Guru Ram Das Jee International Airport.
Informaci¨®n
? Oficina de turismo de Amritsar.
? www.sgpc.net.
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