Arena blanca y b¨²nkers en Gran Canaria

En el conf¨ªn norte de Las Palmas de Gran Canaria existe una playa de arena blanca y rugosa como el az¨²car glaseada de bizcochos y golosinas. El Confital es su nombre. La visitaremos una tarde entre semana con ba?ador, calzado de agua y algo de fruta en la mochila. Ciclistas y corredores nos acompa?ar¨¢n durante los cinco kil¨®metros de recorrido.

La ruta se inicia al final de la prolongaci¨®n del paseo de Las Canteras por el norte. La cuesta arriba despu¨¦s de La Puntilla termina en un camino de tierra junto a un polideportivo. Cien metros m¨¢s all¨¢ arranca la pasarela de madera y hierro que conduce al Confital. A mitad de camino un peque?o mirador sobre el acantilado invita a detenernos. Si miramos hacia la ciudad veremos el roque del Cabr¨®n. Parece un cachalote gigante varado junto a la costa. Si las olas lo cubren de espuma es como la maqueta del cachalote albino que durmi¨® en esta zona la Navidad de 1954 para el rodaje del filme de John Huston Moby Dick, protagonizada por Gregory Peck.

Tras la pasarela, un paseo de madera de 600 metros con solariums recorre en paralelo la playa. A la derecha, bajo el talud de la carretera, nos miran las ruinas de una cantera. Funcion¨® hasta mitad del siglo pasado. Las esponjosas rocas se usaban en las casas para destilar agua. La playa es segura, pero rocosa bajo el agua. Por eso conviene preguntar por los mejores ba?aderos. Es Bandera Azul europea. De las 10.00 a las 20.00 horas cuenta con aseos p¨²blicos y socorrista. Con el d¨ªa despejado y en marea baja ning¨²n lugar de la urbe ofrece esta sensaci¨®n de plenitud. El mar ha dejado al descubierto numerosos charcos con las dimensiones justas de jacuzzis prehist¨®ricos. Con gafas de buceo sorprender¨¢ la cantidad de peces de sus fondos. En la costa, las rocas anaranjadas parecen del planeta Tatooine, de la saga de Star Wars. Se deshacen entre los dedos como restos de un bizcocho crujiente.

La olas del Confi, como la llaman los surferos, son muy apreciadas. La derecha del Confital forma unos de los mejores tubos de Europa. Si nos damos media vuelta, detr¨¢s de la zona de aparcamiento, la monta?a de Los Canarios, de 120 metros de alto, protege del viento. Caminando hacia su falda podremos ver f¨®siles de conchas de doce cent¨ªmetros de largo. Tienen un mill¨®n de a?os. Se?al de que el agua cubr¨ªa hasta aqu¨ª. En lo m¨¢s alto, las Cuevas de los Canarios son el principal vestigio aborigen de la capital de la isla. Las 20 cavidades, viviendas y silos, han vuelto a abrirse para su visita en agosto pasado.

Finalizada la playa seguimos por la carretera de tierra. Hasta la Punta del Confital la escarpada costa est¨¢ sembrada de ca?as y ba?istas. Muy apreciada para un remoj¨®n es la zona conocida por El Zoco. En tierra aguardan m¨¢s sorpresas. Una rampa, un b¨²nker y dos casamatas de ametralladoras abandonadas son vestigios de la II Guerra Mundial. El complejo fue construido en 1941 ante la amenaza de que Canarias fuera invadida por los ingleses. La Punta es ideal un d¨ªa nublado al atardecer. El mar parece entonces una gigantesca manta desplegando hacia la isla sus alas plateadas.

M¨¢s all¨¢ de la curva la carretera se prolonga 1.200 metros. A la derecha asoman casas del barrio de Las Coloradas, el ¨²nico habitado del interior de La Isleta. A la izquierda, las construcciones cerca del mar son unas modest¨ªsimas viviendas ¨Chabitadas¨C junto a los restos de unas salinas del siglo XIX y una f¨¢brica de salaz¨®n del siglo pasado. El hermoso paisaje del fondo revela lo que debi¨® ser un infierno de explosiones volc¨¢nicas. Pero nos paramos en seco. Una alambrada y un cartel advierten del inicio de la zona militar. Sobre un solitario contenedor de basura alguien ha escrito ¡°Te amo¡±.

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