Una bodega bajo el mar
Vino que envejece en el agua y mucha playa en la comarca vizca¨ªna de Uribe
Yo, pobre y miserable Robinson Crusoe, habiendo naufragado durante una terrible tempestad, llegu¨¦ m¨¢s muerto que vivo a esta desdichada isla...¡±. Esto ocurr¨ªa el 30 de septiembre de 1659. En 1772, otro nav¨ªo se hund¨ªa en las costas de Finlandia; en el pecio se han encontrado botellas de vino que Sotheby¡¯s ha subastado a 20.000 libras la pieza. ?Puro coleccionismo? El caso es que la cura de abismos no ha estropeado el contenido, pero lo ha cambiado. Este hecho, repetido en m¨²ltiples naufragios, hizo que unos emprendedores j¨®venes, Borja Saracho y algunos m¨¢s, concibieran la idea de envejecer vino bajo el agua.
F¨¢cil no fue. Empezaron hace diez a?os, con cierto escepticismo general. El consistorio de Plentzia (Vizcaya) les dio permisos, m¨¢s de treinta bodegas de prestigio se apuntaron y se inici¨® la aventura. Al principio, sumergieron la mitad de sus botellas, mientras otras iguales envejec¨ªan en tierra, para ir comparando. Resultado: el vino marino evoluciona, para bien: m¨¢s suave en boca, de color m¨¢s matizado. La marca Crusoe Treasures custodia ahora en el fondo del mar unas 10.000 botellas, cuenta con oficinas por medio mundo y con clientes de Rusia o China que pagan entre 200 y 400 euros por botella.
Ese tesoro l¨ªquido se halla sumergido en la bah¨ªa de Plentzia, a unos veinte metros de profundidad. Desde el verano pasado, los ba?istas pueden conocer el proyecto en un m¨®dulo varado en la playa, hacer catas e incluso sumergirse en el arrecife artificial donde el vino permanece enjaulado en silenciosa oscuridad. Todo lo contrario a lo que ocurre en la orilla: la de Plentzia es la playa m¨¢s larga, ancha y animada de esa parte de litoral. El amplio paseo que acota a la arena conduce a la boca de la r¨ªa, encajada entre colinas, donde est¨¢ el puerto. Ahora m¨¢s deportivo que pesquero. El pueblo, sin embargo, sigue rezumando aroma marinero, con casas pintadas de colores vivos, haciendo de cada puerta o ventana un faro de luz contra la nostalgia.
Gu¨ªa
Dormir y comer
? Hotel Palacio Urgoiti. En Arritugane (Mungia).
? Restaurante Azurmendi, del chef Eneko Atxa, que ha obtenido recientemente tres estrellas Michelin, en Larrabetzu.
Informaci¨®n
Plentzia tal vez sea la playa mejor equipada, pero tiene serias competidoras dentro incluso de la comarca vizca¨ªna de Uribe. Ocho arenales se prodigan en un buen pu?ado de playas, cada una con rasgos muy particulares. A poniente de Plentzia, en Sopelana, las playas de Arrietara y Atxabiribil llegan a fundirse en una con la marea baja. Son las m¨¢s frecuentadas por nadadores y surfistas, que traen anotado el nombre de Sopelana en su carn¨¦ de baile. Los que se atreven a volar pueden aprovechar una brisa benigna, gracias a la orientaci¨®n de la costa. Los que prefieren bucear saben que en la cala de Me?akoz una barrera rocosa les protege de los peligros de mar abierto. La playa m¨¢s brava y alejada, Barinatxe, es el rinc¨®n favorito de nudistas (y tambi¨¦n de muchos textiles).
Hacia el oriente de Plentzia, Gorliz posee un atractivo singular por el paisaje que arropa su bah¨ªa. Acantilados coronados de encinas, calas rec¨®nditas, una isla-nido de aves marinas y una zona de dunas cuaternarias de m¨¢s de 6.000 a?os. Hay varias playas m¨¢s antes de llegar a la de Bakio, otra de las joyas de Uribe. Tan pintoresca que parece un tel¨®n de escena pintado, con castillos de roca negruzca emergiendo de la arena y creando fant¨¢sticos laberintos por donde se cruzan gaviotas, ba?istas y surfistas. Porque Bakio es otro para¨ªso surfero. El fuerte oleaje impide el atraque de barcos, pero es una bendici¨®n para los ac¨®litos del softboard, bodyboard, shortboard, skimboard, handboard, surfcamp... una religi¨®n que no conoce meteoros ni estaciones (salvo en los precios de matr¨ªcula).
Bodegas de chacol¨ª
El casco urbano de Bakio, chico y bien dibujado, se encastra entre la playa y una trenza de altozanos cubiertos de vi?as. All¨ª se cultiva uno de los mejores chacol¨ªs de la costa vasca, con denominaci¨®n de origen. Algunas bodegas abren sus puertas a las visitas y organizan catas. Desde los montes, a tiro de piedra de las playas, se abarca con la vista una buena porci¨®n de Uribe, el magma verde de robles, fresnos y prados que engarza aldeas, torres medievales (convertidas casi todas en espacios tem¨¢ticos), molinos y caser¨ªos.
El caser¨ªo o baserri m¨¢s viejo de Vizcaya tiene m¨¢s de 500 a?os. Perteneci¨® a la familia Landetxo y estuvo habitado hasta los a?os ochenta; se encuentra a las afueras de Mungia, que viene a ser la cabeza comarcal. Restaurada con mimo, la casona de piedra y madera es el ombligo de Zenaduba Basoa, una suerte de parque tem¨¢tico sobre algunos personajes de la mitolog¨ªa vasca, como Mari, reina de las brujas, el Olentzero, pap¨¢ Noel dom¨¦stico, Basajaun, se?or de bosques, las tentadoras y peligrosas lamias de r¨ªos y fuentes...
Mungia fue una de las primeras villas vizca¨ªnas, adem¨¢s de anteiglesia (se dirim¨ªan pleitos a la puerta de su iglesia, lo que llamar¨ªamos hoy partido judicial). Ha conservado una iglesia y una ermita rom¨¢nicas, adem¨¢s de la torre medieval, Torrebillela, transformada luego con fantas¨ªa neog¨®tica. En la carcasa de la iglesia arruinada de Andra Mari, recompuesta con cristal y acero, se celebra los viernes un mercado al que acuden los caseros aleda?os con sus huevos, hortalizas y embutidos. Casi una estampa medieval, que se repite en otras aldeas, como Larrebetzu, por cuyos empedrados discurr¨ªa el Camino de Santiago. O para ser exactos, un ramal del llamado ¡°camino de la costa¡±, que siguieron los abuelos de los actuales trotamundos surferos; peregrinos jacobeos que, por log¨ªstica o convicci¨®n, eligieron, antes que la meseta adusta, la compa?¨ªa del mar.
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