Los caramelos de caf¨¦ del bar¨®n Hendrik Hop
Estos dulces holandeses conocidos como 'Hopjes' son muy populares en La Haya
El brit¨¢nico Lord Sandwich no invent¨® los bocadillos, pero el fiambre entre dos pedazos de pan que pidi¨® a su mayordomo una tarde del siglo XVIII transform¨® su propio apellido en sin¨®nimo de uno de los refrigerios m¨¢s exitosos del mundo. A su contempor¨¢neo holand¨¦s, el bar¨®n Hendrik Hop, le ocurri¨® algo parecido. En su caso no fue el pan sino el caf¨¦. Tras una prestigiosa carrera como representante de su pa¨ªs en B¨¦lgica, regres¨® a La Haya cuando las tropas de Napole¨®n entraron en Bruselas en 1792. Su nuevo hogar estaba en Lange Voorhout, la avenida m¨¢s selecta de la ciudad. Pero lo esencial de esta historia es que su vecino de abajo era un maestro confitero. Hop adoraba el caf¨¦, al que entonces se atribu¨ªan toda clase de beneficios para la salud, y lo tomaba con leche entera y mucho az¨²car. Una noche, dej¨® la taza sin terminar sobre una estufa encendida. No solo no se rompi¨®, sino que a la ma?ana siguiente encontr¨® en el fondo unos trocitos caramelizados. Le gustaron tanto que cuando su hija le racion¨® el caf¨¦ l¨ªquido hacia 1801, pidi¨® al confitero que fabricara los ricos trocitos. Para 1880, todo el mundo ped¨ªa ya Haagsche Hopjes.
En holand¨¦s, el sufijo tje, o bien je, es diminutivo, y el apellido del noble experiment¨® un cambio de sentido. Desde entonces, los 'Hopitos de La Haya' -un intento de traducci¨®n mucho menos sonoro que el original- son la joya dulcera de la ciudad. El primer fabricante, Van Haaren & Nieuwekerk, hizo un gran negocio exportando el caramelo a las casas reales europeas. Lleg¨® a convencer incluso a los zares, en San Petesburgo. En 1875, los envoltorios de papel se transformaron en latas para su transporte a la actual Indonesia, entonces una colonia holandesa.
Con el mercado del dulce afianzado, otros pasteleros se lanzaron a producir sus 'hopjes'. Para 1900 hab¨ªa al menos 60 firmas metidas en el negocio, entre ellas Rademaker. Envueltos en peque?os papeles blancos con una ilustraci¨®n amarilla y marr¨®n, o bien en las latas rojas y doradas, la suerte de la familia Nieuwekerk estuvo ligada a la historia moderna de su pa¨ªs. No quisieron venderle caramelos a los nazis durante la II Guerra Mundial, pero colgaron la bandera nacional en 1943, en plena ocupaci¨®n, para celebrar su 150? aniversario. Desgraciadamente, luego lo perdieron todo en un bombardeo. A?os despu¨¦s, Rademaker compr¨® las acciones de la empresa rival y el preciado trocito de caf¨¦ sigui¨® fabric¨¢ndose a domicilio hasta 2012. Ese a?o, la compa?¨ªa sueca Cloetta se hizo con los derechos. Un cambio de guardia que no ha variado los gustos holandeses. Los hopjes siguen a la venta dos siglos despu¨¦s en pasteler¨ªas de lujo, tiendas especializadas y hasta supermercados. En algunos restaurantes los regalan con el postre. Son el hopito para prolongar el sabor del ¨²ltimo caf¨¦.
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