La prostituta puritana
En Ginebra, junto a la tumba del estricto Calvino, est¨¢ enterrada Gris¨¦lidis R¨¦al, una asombrosa mujer, defensora de la prostituci¨®n, cuya sepultura se llena de conchas y de flores
El cementerio de los Reyes, tambi¨¦n conocido como cementerio de Plainpalais, se encuentra en el centro de Ginebra, muy cerca del r¨ªo R¨®dano, que fluye a espaldas del lago Leman. Borges, el m¨²sico Ginastera, Robert Musil, el psic¨®logo Jean Piaget o Denis de Rougemont son algunos nombres de personalidades relevantes del mundo de la cultura que comparten all¨ª su eternidad. Escultores, pintores, m¨²sicos, escritores, arquitectos, naturalistas como Saussure, periodistas, actores, pol¨ªticos, militares, fil¨®sofos, cient¨ªficos, pedagogos, diplom¨¢ticos e incluso el premio Nobel de la Paz Ludwig Quidde. No, no me olvido de la tumba de Calvino. Supuestamente, un trozo de tierra rodeado por una peque?a verja met¨¢lica.
Robert Musil vivi¨® en Ginebra muy poco tiempo. Sus tres ¨²ltimos a?os de vida, de 1939 a 1942. Muri¨®, repentinamente, de un ataque al coraz¨®n. Cuando las cosas se pusieron mal en Alemania, debido a los nazis, decidi¨® trasladarse a Suiza. Al no estar prevenido de quienes aqu¨ª dormitan, me encuentro inesperadamente con su tumba en uno de los corredores centrales. Consiste en una columna o pedestal de m¨¢rmol ros¨¢ceo sobre el cual reposa su busto en bronce. La firma est¨¢ dispuesta a lo largo del soporte vertical. Tambi¨¦n aparece inscrita la fecha de nacimiento (1880) y muerte (1942). El escritor austriaco, autor de obras fundamentales como El joven T?rles o El hombre sin atributos, tiene una tumba sencilla, pero magn¨ªficamente ideada. No en vano escribi¨® que una cosa mal hecha es s¨ªmbolo de todas las cosas mal hechas.
La tumba de Borges est¨¢ casi al final del cementerio bajo un ¨¢rbol que se llama If, como el poema de Kipling.
La ¨²ltima vez que estuvo en su muy querida ciudad, donde pas¨® varios a?os inolvidables de su juventud, y ya para quedarse para siempre, fue en noviembre de 1985. Hab¨ªa volado desde Buenos Aires y muri¨® unos meses despu¨¦s, en el a?o 1986. De la habitaci¨®n 308 del hotel L¡¯Arbal¨¨te tuvieron que ingresarlo en el hospital Cantonal Universitario. En abril del mismo a?o de su fallecimiento se hab¨ªa casado por poderes con Mar¨ªa Kodama, quien lo acompa?aba ya desde el a?o 1975. Est¨¢ enterrado en este cementerio y tengo su tumba delante de m¨ª. En las fotos, la piedra que contiene las inscripciones parece mucho m¨¢s grande de lo que es; sin embargo, no si¨¦ndolo, impone. La esculpi¨® el escultor argentino Eduardo Longato en piedra gris de Punilla.
Como acabo de pasar por Meiringen, una peque?a poblaci¨®n del valle de Hasli, me acuerdo de la pasi¨®n que Borges ten¨ªa por el personaje de Arthur Conan Doyle Sherlock Holmes. Meiringen est¨¢ cerca de las Reichenbachf?lle, las cataratas elegidas por el creador del personaje policiaco para darle muerte tras una pelea con el profesor Moriarty. Aqu¨ª hay un museo. Una estatua sedente del detective embellece la plaza. En Los conjurados, Borges le dedic¨® estos versos: ¡°¡ Es casto. Nada sabe del amor. No ha querido. / Ese hombre tan viril ha renunciado al arte / de amar. En Baker Street vive solo y aparte. / Le es ajeno tambi¨¦n ese otro arte, el olvido¡±.
Todo un personaje
Hablando de castidad, junto a la tumba del genial Borges est¨¢ la de Gris¨¦lidis R¨¦al. En la lista de personalidades del cementerio se la considera como peripat¨¦ticienne, mientras que en su propia tumba reza lo siguiente: ¡°Ecrivain-Peintre-Prostitu¨¦e (1929-2005)¡±. Esto ¨²ltimo llama la atenci¨®n en semejante lugar. No digo que las prostitutas no hayan contribuido al bien de la humanidad como los pol¨ªticos, los intelectuales, los artistas y escritores; probablemente han hecho m¨¢s felices a la gente, pero aqu¨ª, frente a la tumba de Borges, en un lugar de recogimiento y silencio, causa ¡ªen principio¡ª cierta rareza. M¨¢xime cuando, en mi caso, leer su nombre no me dice absolutamente nada, pues desconozco su biograf¨ªa. La palabra ¡°prostitu¨¦e¡± aparece aqu¨ª como una especie de exhibicionismo, de provocaci¨®n. ?Una prostituta no solo enterrada a pocos metros de Borges o Musil, sino, sobre todo, de Calvino? La tumba de Gris¨¦lidis tiene esparcidas, fundamentalmente en su cabecera, muchas conchas marinas y multitud de rosas rojas.
Nada m¨¢s salir del cementerio me informo con mi amigo Rodrigo D¨ªaz Pino, el due?o heroico de la librer¨ªa Albatros, y me da bibliograf¨ªa sobre ella. Gris¨¦lidis fue todo un personaje. Nacida en Lausana en 1929, pas¨® su infancia en Egipto. Su padre estaba destinado en Alejandr¨ªa como director de la Escuela Suiza. Luego vivi¨® en Egipto y Grecia. En Z¨²rich estudi¨® artes decorativas. Madre separada con cuatro hijos de tres hombres, ya de mayor se vio obligada a ejercer la prostituci¨®n por necesidad. Sus tres hijos y su hija tambi¨¦n fueron artistas, poetas y m¨²sicos. Para salir adelante en Alemania, se dedic¨® al oficio m¨¢s viejo del mundo. Autora de varios libros, viajera, pintora, conferenciante en universidades, en radio y televisi¨®n, fue l¨ªder de los movimientos revolucionarios feministas y a favor de la libre prostituci¨®n. Fue una de las fundadoras de la Asociaci¨®n de Ayuda a las Prostitutas (Aspasia). Ayud¨® econ¨®micamente a travestis que eran maltratados y juzgados. Se declaraba socialista, lo cual no quiere decir que no los criticara, y mucho. Su lema: ¡°La prostituci¨®n es una lucha a todos los niveles: f¨ªsico, comercial y pol¨ªtico¡±.
Para Gris¨¦lidis, la prostituci¨®n era un oficio psiqui¨¢trico del coraz¨®n. Se declaraba ¡°puta anticalvinista¡±. Ella afirm¨® siempre que ten¨ªa tres profesiones: puta, pintora y escritora. Hablaba franc¨¦s, ingl¨¦s, alem¨¢n e italiano. Entre sus libros se encuentran El polvo imaginario, conjunto de cartas que le envi¨® a su amigo Jean-Luc Hennig; El negro es un color, donde relata de una manera autobiogr¨¢fica su vida en Schwabing, un burdel de M¨²nich, ciudad en la que tuvo una relaci¨®n amorosa con un soldado negro norteamericano; o El cuaderno negro, diario donde recoge las man¨ªas y pasiones ocultas de sus clientes, sus sue?os de vejez, sus amantes imaginarios, sus luchas pol¨ªticas y sus enfermedades producto de su actividad. Yo he le¨ªdo El polvo imaginario y El negro es un color, que son dos libros distintos en su g¨¦nero y estilo, pero que no tienen m¨¢s inter¨¦s que por su contenido testimonial. Una prostituta intelectual s¨ª que fue Gris¨¦lidis R¨¦al. Le¨ªa mucho y son abundantes en El polvo imaginario las referencias a escritores como Mohammed Choukri (sobre todo a su novela Le pain nu), Tahar Ben Jelloun, Juan Goytisolo, Alain Robbe-Grillet, Said Ferdi (Un enfant dans la guerre), Ahmed Baba Misk¨¦ (Lettre ouverte aux ¨¦lites du tiers monde), Simenon, Nawal al Sa¡¯dawi (Ferdaous, une voix en enfer), Genet (Las criadas), Kafka, Maupassant, etc¨¦tera. Sus libros tambi¨¦n est¨¢n repletos de referencias musicales cl¨¢sicas y de jazz, sobre todo de esta ¨²ltima m¨²sica. Fue tambi¨¦n muy aficionada al cine.
Gu¨ªa
Visita
Informaci¨®n
- Cementerio de los Reyes / Plainpalais (+41 22 329 21 29). Rue des Rois, 10. Abre a diario de 7.30 a 19.00.
- Oficina de turismo de Ginebra (www.geneve-tourisme.ch).
- Turismo de Suiza (www.misuiza.com).
Gris¨¦lidis defendi¨® la dignidad de su trabajo. La piedad ante las personas solas y desesperadas. Era una especie de misionera de los sentimientos, instintos, deseos y frustraciones. Ese desasosiego del hombre muchas veces se solucionaba abrazando a una mujer desnuda. Achacaba todas estas disfunciones a la mezquina educaci¨®n moral y religiosa, la que proh¨ªbe tener un cuerpo y castiga por gozar de ¨¦l y por hacer gozar a otros. No estaba de acuerdo en esa equiparaci¨®n del pecado igual al placer. Ped¨ªa la normalizaci¨®n de esta profesi¨®n para evitar enfermedades derivadas de su libre ejercicio sin protecci¨®n, la s¨ªfilis, el sida... Ella desconfiaba de cualquier tipo de terapia psicoanal¨ªtica para evitar este trabajo, pues para ella era una necesidad econ¨®mica, como en la mayor¨ªa de los casos. Gris¨¦lidis R¨¦al fue un pa?o de l¨¢grimas para los emigrantes ¨¢rabes, italianos, portugueses, turcos y, por supuesto, espa?oles. Gris¨¦lidis se consideraba una ¡°puritana¡± de Ginebra, en vez de una cortesana. Gris¨¦lidis consideraba a las prostitutas como benefactoras de la humanidad, como benem¨¦ritas, y arremet¨ªa contra el cinismo, la hipocres¨ªa, el rechazo permanente a que fueran reinsertadas. Tambi¨¦n esta mujer luch¨® contra el esclavismo de las prostitutas. En sus opiniones, juicios y acciones fue muy radical. Gris¨¦lidis mostraba permanentemente su rechazo al Palacio de las Naciones y a los funcionarios que desde all¨ª trabajaban en la Secretar¨ªa de Estado para los Derechos Humanos. La autora de El polvo imaginario reclamaba una biblioteca y archivo sobre la prostituci¨®n, as¨ª como investigaciones universitarias sobre la misma. ¡°Ahora s¨ª, Calvino ha quedado definitivamente follado, sodomizado, descuartizado, calcinado y bien enterrado¡±. Ambos, Gris¨¦lidis y el reformista, est¨¢n bien enterrados y a muy pocos metros el uno del otro. Realmente esta escritora-pintora-prostituta ten¨ªa una fijaci¨®n tremenda con Calvino, al que no para de zarandear en El polvo imaginario. Lo hace de manera sangrante, pero tambi¨¦n ir¨®nica. ¡°Ni muerta podr¨¢n conmigo, porque pienso ordenar que vengan a menudo a follar sobre mi tumba, as¨ª al menos no me aburrir¨¦ tanto en la otra orilla¡±. Las discusiones sobre la oportunidad de enterrar o no a esta mujer en este cementerio fueron tremendas. Pero la batalla la gan¨® p¨®stumamente. La tumba est¨¢ repleta de conchas marinas y tiene m¨¢s flores que todo el resto juntas. Para esta mujer no hab¨ªa m¨¢s consuelo ante la muerte que el amor. El amor, una extra?a enfermedad que nadie ha conseguido explicar, o lo ha hecho equivoc¨¢ndose. La prostituci¨®n era para ella un suced¨¢neo del amor, ¡°una labor de orfebrer¨ªa, minuciosa y heroica¡±. Gris¨¦lidis consideraba a las meretrices artistas, un arte que deber¨ªa ser reconocido y, sobre todo, ?respetado!
Los libros de Gris¨¦lidis son brutales, salvajes, insultantes. Est¨¢n bastante bien escritos. Carecen de un af¨¢n literario, pero s¨ª lo tienen documental y reivindicativo. A lo largo de las p¨¢ginas hay pensamientos curiosos, reflexiones interesantes y comentarios verdaderos. Gris¨¦lidis junto a la tumba de Borges y, m¨¢s all¨¢, la de Musil. Tambi¨¦n cercana en compa?¨ªa a Calvino. A los dos primeros no les importunar¨¢ esta curiosa vecina, al otro espero que tampoco. Ya todos son iguales, ya todos son silenciosos, al menos en este recinto y qui¨¦n sabe si en el m¨¢s all¨¢. ?Qui¨¦n de ellos no am¨®? En la casa de Sucesus en Pompeya hab¨ªa el siguiente grafiti: ¡°Que viva el que ama; que se muera quien no sabe amar. Dos veces perezca todo el que pone obst¨¢culos al amor¡±.
C¨¦sar Antonio Molina fue ministro de Cultura y es director de La Casa del Lector.
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