Nostalgia de Cracovia
Visita a la ciudad polaca, medieval y renacentista, al hilo de un documental que desvela algunos de sus secretos, narrado por el poeta Adam Zagajewski
Centro de gravedad hist¨®rico y cultural de Polonia, Cracovia se extiende a los pies de la colina de Wawel, donde se erigieron las construcciones que dar¨ªan lugar al nacimiento de la ciudad. En la cima se alza un conjunto de edificios de car¨¢cter religioso y militar, como el castillo Real, cuyos avatares son fiel reflejo de la historia de la naci¨®n polaca, o la catedral, en cuyas criptas se encuentran enterrados numerosos miembros de las dinast¨ªas mon¨¢rquicas de Polonia. Una manera de tomar el pulso secreto de la ciudad es remontar las escaleras del ala oeste del castillo de Wawel para contemplar una de las creaciones m¨¢s sobrecogedoras de Leonardo da Vinci, La dama del armi?o. El lienzo se encuentra all¨ª mientras se lleva a cabo la renovaci¨®n del Museo Czartoryski.
Milosz y Szymborska
Ciudad eminentemente literaria, el nombre de Cracovia es indisociable del de dos de los mayores poetas que ha dado al mundo la lengua polaca, los premios Nobel Czeslaw Milosz y Wislawa Szymborska. Ninguno de los dos naci¨® en Cracovia, pero la ciudad decidi¨® hacerlos hijos suyos, al igual que hizo con escritores tan formidables y distintos entre s¨ª como Joseph Conrad, Tadeusz Kantor, Stanislaw Lem, Slawomir Mrozek, Stanislaw Witkiewicz o Adam Zagajewski. Este ¨²ltimo, uno de los poetas polacos m¨¢s importantes de nuestro tiempo, comentar¨¢ el pr¨®ximo d¨ªa 12 en la Casa del Lector, en Madrid, Vista de Cracovia, documental realizado en 2013 por Magdalena Piekorz y narrado por ¨¦l.
Apoy¨¢ndose en un poderoso sentimiento de nostalgia, la pel¨ªcula busca borrar la distancia que separa a la ciudad de su pasado. La Cracovia medieval se disuelve en la renacentista, y las dos, en el coraz¨®n de la ciudad moderna. Los teatros, caf¨¦s y cabar¨¦s de anta?o se asoman un momento a los del presente. Los tranv¨ªas y los carros de caballos se confunden con los taxis y las bicicletas de hoy; el acre olor a gasolina, con el dulce aroma que despide la bosta de caballo; la fealdad ocasional, con la belleza calma. Zagajewski evoca a Szymbroska, quien afirmaba que cuando pasaba por delante de Wawel, no la ve¨ªa. Paradojas de la reina de la paradoja. ?La poes¨ªa vela la ciudad o la desvela?
C¨®mo ir
??Cracovia se sit¨²a al sur de Polonia, cerca de la frontera con Eslovaquia y la Rep¨²blica Checa, y a 356 kil¨®metros de Varsovia.
??Ryanair directo a Cracovia desde Madrid, ida y vuelta a partir de 120 euros. Tambi¨¦n vuelan desde Alicante, M¨¢laga, Girona y Palma de Mallorca.
??Lufthansa ida y vuelta a Cracovia desde Madrid, con una escala, desde unos 195 euros.
Uno de los s¨ªmbolos de Cracovia, que Zagajewski caracteriza como una ciudad dif¨ªcil y cerrada, cualidad que comparten sus habitantes, es la sucesi¨®n de jardines en forma de herradura que se plantaron en el lugar que antes ocupaban el foso y las murallas de la ciudad, derruidas en 1820. Los jardines de Planty sustituyen a los cuatro kil¨®metros de almenas jalonadas por 47 torres y ocho puertas, de la que tan solo subsisten los restos de la de San Flori¨¢n, precariamente unida al basti¨®n de la Barbacana. Un paseo entre los ¨¢rboles permite circundar lo que antes era el casco antiguo, contemplando, m¨¢s all¨¢ del l¨ªmite exterior, lugares tan emblem¨¢ticos como la Universidad Jagell¨®nica, con sus magn¨ªficos edificios de ladrillo rojo, presidida por la estatua de Nicol¨¢s Cop¨¦rnico, o, en otro punto del recorrido, la silueta del teatro Slowacki.
El coraz¨®n de la ciudad, Stare Miasto (la Ciudad Vieja), se ci?e en torno a Rynek Gl¨®wny, la plaza mayor o del mercado, un cuadrado cuyos lados miden 200 metros cada uno. Se encuentran aqu¨ª algunos de los lugares con m¨¢s car¨¢cter de Cracovia: la Lonja de los Pa?os, hoy mercado de artesan¨ªa, y el monumento al poeta rom¨¢ntico Adan Mickiewicz, s¨ªmbolo de una vocaci¨®n a la que responde ahora Zagajewski. En los flancos de Rynek Gl¨®wny, la monumental bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa, desde una de cuyas dos torres asim¨¦tricas se sigue escuchando al cabo de los siglos el sonido del hejnal, melod¨ªa de cinco notas con las que una corneta se?ala el paso de las horas. La quinta nota se quiebra de repente, recordando el destino del vig¨ªa que quiso alertar a los cracovianos de la inminente llegada de los t¨¢rtaros. En el ¨²ltimo momento, una flecha le atraves¨® la garganta. En otro ¨¢ngulo de la plaza, la antigua torre del Ayuntamiento, desde donde se domina una singular panor¨¢mica. De nuevo a ras de tierra, la min¨²scula y recoleta iglesia de San Adalberto.
Es preciso nombrar estos lugares, aunque Zagajewski no recorre la ciudad as¨ª. No le indica al viajero que salga de la plaza por el ala norte y se adentre por una v¨ªa comercial que desemboca en la bell¨ªsima plaza Mateikjo, ni que se pasee lentamente por las calles Grodzka o Kanonicza estudiando las fachadas. Cuando su mirada se posa en el barrio jud¨ªo de Kazimierz, deja que sean las voces del pasado las que cuenten la historia de las sinagogas que sobrevivieron a la barbarie nazi. La Sinagoga Vieja, o la de Remuh, junto al cementerio; las iglesias de Santa Catalina o Corpus Christi; las calles, caf¨¦s, restaurantes y comercios vuelven hoy a bullir de vida. En lugar de narrarla, Zagajewski deja que la ciudad se revele gradualmente: Grodzka, Kanonicza, Florianska, Dluga, Starowislna, Retoryka, Poselska. Los nombres de las calles se engarzan como los versos de un poema recitado en un idioma que no comprendemos y cuyo sentido, sin embargo, nos llega de alg¨²n modo. Casi una treintena de museos, que no es preciso nombrar aqu¨ª, salvo quiz¨¢ la f¨¢brica de Oscar Schindler, por la larga historia de horror y esperanza que encierra. Otras veces s¨ª, como ocurre con lugares que propician la magia (Plac Nowy, con su mercado, bares y caf¨¦s). El barrio de la universidad nos recuerda que Cracovia es una ciudad dedicada al saber. Otros lugares suscitan el asombro, como Nowa Huta, la antigua ciudad comunista. Vista de Cracovia propone un viaje ideal que despierta en el espectador el deseo de trasladarse cuanto antes a la ciudad real.
??Eduardo Lago es autor de la novela Siempre supe que volver¨ªa a verte, Aurora Lee (Editorial Malpaso).
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