El gran baile de las olas
Diez enclaves para disfrutar de la bravura del mar a una prudente distancia
La belleza ser¨¢ convulsa o no ser¨¢¡±. La m¨¢xima de Andr¨¦ Breton parece haberse confabulado con el espect¨¢culo que el litoral espa?ol ofrece cuando se desata la mar embravecida. Naturaleza en estado puro. Una sucesi¨®n de olas rompientes que se revela hipn¨®tica. Estas sugerencias son seguras si se aplica el sentido com¨²n y se excluyen los d¨ªas de alerta roja. Y como dice Francisco Garc¨ªa Riesco, responsable de Salvamento Mar¨ªtimo de Cruz Roja, hay que tener mucho cuidado si se pasea por la playa, ya que ¡°las olas bajas con mar de fondo pueden ser muy traicioneras y subir m¨¢s de lo esperado¡±.
01 Apoteosis a la vista
Cabo Ortegal, Cari?o, A Coru?a
En el cabo Ortegal, el oc¨¦ano tiene una estructura m¨ªtica, fantasmag¨®rica. He aqu¨ª una de las bellezas culminantes de la costa atl¨¢ntica espa?ola, que apenas entra?a riesgos dado que el excursionista se encuentra a m¨¢s de cien metros de altura. El oleaje golpea contra la imponente laja vertical ¡ªLa Lonja¡ª elev¨¢ndose el agua en gigantescas columnas. Tampoco es posible observar la perspectiva escalonada de los islotes puntiagudos de Os Aguill¨®ns sin sentir un escalofr¨ªo de aprensi¨®n al verlos asaltados por la espuma. Algunas de las olas que llegaron el pasado 2 de febrero ignoraron dichos islotes y prefirieron arrancarle 30 metros al dique de Cari?o.
Con el nuevo acceso a Ortegal habr¨¢ que aparcar y cubrir los ¨²ltimos 300 metros hasta el panel-mirador por una acera dotada con barandilla de madera que permite fotografiar el escenario sin temor al vendaval.
Si coincidimos con olas de poca monta (aqu¨ª tienen esa consideraci¨®n las de dos metros) es muy posible encontrar junto al faro a percebeiros ensimismados, tomando el pulso a la mar, calculando mentalmente si podr¨¢n o no jugarse la vida. El estupendo gu¨ªa de la zona Vicente D¨ªaz gestiona el Mui?o das Ca?otas, turismo rural con suculenta gastronom¨ªa.
02 La ola de Santa Marina
Centro de surf, Somo, Ribamont¨¢n al Mar, Cantabria
Qu¨¦ espect¨¢culo ver romper las olas en playas abiertas, comprob¨¢ndose la bravura del Cant¨¢brico. La de Somo custodia uno de los escasos sistemas dunares de Cantabria; su orilla recibe olas de todas las direcciones, planas y de mucho recorrido, convirti¨¦ndola en id¨®nea para la pr¨¢ctica del surf. La terraza ¡ªen parte cubierta¡ª del Centro de Surf (942 51 06 00; www.surfatodacosta.es) es un c¨®modo y seguro observatorio mientras el viajero da cuenta de una raci¨®n de rabas.
Los clientes fijan la mirada en la duna; observan como si tal cosa el nacer, desplegarse y morir de las dilatadas s¨¢banas de hirviente espuma. Podremos avistar a la derecha surfistas de alto nivel, venidos de medio mundo, cabalgando olas de entre 3 y 5 metros en el spot situado al costado de la isla de Santa Marina. De tel¨®n de fondo, el santanderino palacio de la Magdalena.
03 Estampido del buf¨®n
Campo de la Bramadoria, Llanes, Asturias
Los resollos del campo de ebullidores se escuchan a kil¨®metros de distancia, avisando a los vecinos de Pr¨ªa, y del resto del concejo de Llanes, de la mala mar imperante. Encontraremos los bufones aplicando el o¨ªdo, puesto que su primera percepci¨®n es m¨¢s ac¨²stica que visual. De Llames de Pr¨ªa parte el desv¨ªo a la bell¨ªsima playa de Guadam¨ªa, cuyo aparcamiento est¨¢ pr¨®ximo a la Bramadoria. Sobre todo en pleamar, alerta el seco topetazo de la ola en la base del rompiente k¨¢rstico entrando a presi¨®n y comprimiendo el aire del orificio erosionado. Al cabo de un segundo, el g¨¦iser de agua salada emerge con m¨²sica de percusi¨®n, espasm¨®dica, generando un surtidor de hasta 30 metros de altura que se desploma en forma de orbayu (lluvia fina). Toda la secuencia se aprecia de maravilla desde el ¨¢rea recreativa de Cuerres (Ribadesella). Por seguridad no hay que acercarse a las bocas de los bufones. Si el d¨ªa luce soleado, se forman espectaculares arcos iris.
04 En el acantilado
Los Hervideros, Yaiza, Lanzarote
Desde el charco de los Clicos, a trav¨¦s de una carretera serpenteante y camuflada en la orograf¨ªa por C¨¦sar Manrique, alcanzamos Los Hervideros, pared acantilada enclavada al suroeste de Lanzarote. En efecto, la resaca hierve, las olas se deshacen en torres de espuma blanca en este derrumbadero bas¨¢ltico. En las lavas de la monta?a Rajada se han recortado escaleras y dispuesto balconcillos desde donde se puede sentir la fuerza del Atl¨¢ntico gorgoteando, alimentando la presi¨®n de los o¨ªdos. Por efecto del espray salino que da nombre al lugar, el piso suele encontrarse h¨²medo y no es raro regresar al coche empapado. Cuando el Atl¨¢ntico se pone serio, se cierran los accesos. Completar la visita rodeando despu¨¦s las salinas de Janubio.
05 El mar nos envuelve
Cabo Vid¨ªo, Cudillero, Asturias
?Hace mala mar? ?Quieres sentirla hasta los tu¨¦tanos? ?Vete al faro de cabo Vid¨ªo! Tal es el consejo de muchos paisanos del Occidente astur. Y es que la sensaci¨®n de verse envuelto por el Atl¨¢ntico, la fuerza del elemento marino estallando por todas partes, el lujo paisaj¨ªstico al atardecer, son signos inconfundibles de la agreste naturaleza del cabo Vid¨ªo. Dejando atr¨¢s la ¨²ltima casa de Ovi?ana comienza ese kil¨®metro de cabo inserto en el oc¨¦ano. Rodear despu¨¦s el faro a pie por la izquierda y sentarse en un prad¨ªn para sobrecogerse con el espect¨¢culo, oyendo la brutalidad del elemento salobre. A nuestros pies, El Orri¨®n, un monumental roquedo que rara vez se ve cubierto por la espuma.
06 Bajo el Teide
Charco del Viento, La Guancha, Tenerife
Cuando en Canarias alguien menciona el ¡°mar de Norte¡± siempre lo hace con respeto. Es una costa dura, golpeada por una agitaci¨®n traicionera. En la isla de Tenerife son incontables los puntos para ver las olas chocar violentamente. Entre ellos, esta piscina natural integrada por escollos volc¨¢nicos ¡ªel est¨¦tico charco del Viento¡ª que, pese a su retirada ubicaci¨®n, soporta en verano aglomeraciones.
Al poco de rebasar la parada de guaguas (autobuses) del barrio de Santa Catalina (La Guancha), surge el desv¨ªo. Nada hace prever que esta estrecha carretera entre plataneras (y al final un invernadero de flores) muera en un amplio aparcamiento. Descenso que habremos de negociar despacio, porque el vial es estrecho y de vez en cuando suben camiones plataneros. Solo con asomarnos (no hace falta alejarse del coche) se disfruta con la espectacular imagen de la bravura del oc¨¦ano. La panor¨¢mica abarca buena parte del norte tinerfe?o y atrae especialmente al atardecer.
Cuando la visita finaliza, es momento de subir a las Bodegas Vi?¨¢tigo, regentada por un experto en vinos canarios, Juan Jes¨²s M¨¦ndez.
07 La ac¨²stica marina
Faro de Corrubedo, Riveira, A Coru?a
Siglos de tormentas han moldeado la punta de la sierra del Barbanza, separadora de las r¨ªas de Arosa y de Muros y Noia. Tras cruzar las cicl¨®peas dunas y el puerto de Corrubedo, la carretera se estira en una hipn¨®tica recta que desemboca en la puerta del edificio farero. El torre¨®n, de secci¨®n troncoc¨®nica, se eleva sobre una azotea semicircular en la parte que da al mar y rectangular en la de tierra; su porte defensivo sugiere los temibles baj¨ªos de los que alerta.
Aqu¨ª siempre hay pescadores con la ca?a a vueltas. Amigos de los atardeceres y de las migraciones de aves. Y percebeiros. Y mucha gente, en invierno y verano. Un pasacalles inacabable que ojea a los surfistas de la playa de Balieiros o que fotograf¨ªa las olas arboladas. Antes habremos reservado mesa en el restaurante Benboa (981 86 51 28).
08 Ondas de altos vuelos
Punta Galea, Getxo, Bizkaia
Se trata de un punto emblem¨¢tico, quiz¨¢ el que registre la mayor fuerza e¨®lica en la costa vasca. Muchas razones avalan la visita. Primero, la seguridad que encierra (sin acercarse al abismo, claro), puesto que en ella se sit¨²a cada a?o el p¨²blico asistente al Punta Galea Challenge, prueba de surf puntuable para el Big Wave World Tour (Circuito Mundial de Olas Grandes).
Ver la salida del tr¨¢fico mar¨ªtimo de la r¨ªa impresiona, cuando las proas de los barcos, rebasada la protecci¨®n del dique del superpuerto, tienen que batallar con la marejada. Las olas que no golpean el cantil hojaldrado con pliegues y fallas van perdiendo fuelle seg¨²n entran hacia la playa de Arrigunaga. Delante de la punta asoman boyas advirtiendo del dique sumergido, cuyos extremos salen a la superficie. Este muelle qued¨® inacabado al no poder soportar los embates de las olas (ya lo advirtieron los viejos del lugar).
La sensaci¨®n en punta Galea es de puro relax, entre paseantes, parejas acarameladas y deportistas, y un mobiliario urbano que confiere el aspecto de un parque admirablemente pulcro. Junto al fuerte de La Galea hay aparcamiento gratuito. El resto hasta la punta, habr¨¢ que cubirlo a pie.
Es buena idea probar los pescados frescos del restaurante Cubita, anejo al molino tipo manchego de Aixerrota.
09 Percutiendo diques
Malpica de Berganti?os, A Coru?a
Los diques son no s¨®lo term¨®metros de la furia de la tempestad, sino tambi¨¦n s¨ªmbolos de la fragilidad de la obra del hombre frente a la naturaleza desatada. A distancia (con zoom de alto voltaje), brindan fotos de las de repartir en el Facebook. En las ¨²ltimas semanas fueron muy castigados, entre otros, los de Bermeo (Bizkaia), Laredo (Cantabria) y Cudillero (Asturias). En la Costa da Morte gallega siempre sobrecoge el dique que protege el puerto malpicano. Fue recrecido y a¨²n as¨ª se ve sobrepasado por olas gigantescas. Pueden atisbarse sin peligro desde las casas del puerto o, con mejor ¨¢ngulo, desde el pico de la Atalaya.
Saben mucho los malpicanos de la fuerza de la mar: los barcos pesqueros se abarloan muy en el interior del puerto, pero conforme fondean hacia la bocana guardan una distancia de seguridad unos de otros, al tiempo que usan para echar el ancla amarras de cargueros de gran tonelaje.
Resulta de inter¨¦s acudir despu¨¦s a la ermita de San Adri¨¢n, cara a la islas Sisargas. No en balde en Galicia es habitual ver cruces y templos erigidos para amainar tempestades y como recordatorio de tragedias.
10 La tramontana que nos lleva
Faro de Fav¨¤ritx, Ma¨®/Mah¨®n, Menorca
Cuando el Mediterr¨¢neo, el mar de la alegr¨ªa y de la cultura, dice aqu¨ª estoy, no hay atl¨¢nticos que le hagan sombra. De qu¨¦ manera impone un hurac¨¢n en el cabo de Fav¨¤ritx, ubicado en plena costa norte menorquina. Piedras erosionadas con una incesante variedad de formas; entorno de un negro pizarroso, casi lunar, que resulta congruente con los temporales invernales. Vegetaci¨®n de natural erizada y almohadillada a modo de defensa ante las condiciones extremas que imponen las r¨¢fagas huracanadas. Es, adem¨¢s, uno de los lugares que primero ve salir el sol en Espa?a.
Las olas llegan a romper cerca del faro y muchos visitantes ni siquiera se atreven a bajar del autom¨®vil, visto que el aparcamiento se encuentra a ras de suelo. El desv¨ªo a Fav¨¤ritx se encuentra en el punto kilom¨¦trico 8,5 de la carretera Mah¨®n-Fornells.
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