Lisboa desde el r¨ªo
En ferry por el estuario del Tajo hasta el muelle de Cacilhas, donde esperan unas excelentes vistas de la ciudad desde el Cristo Redentor
Cuando la Baixa lisboeta se topa con la ribera del Tajo, m¨¢s all¨¢ de sus aguas salobres, ni dulces ni saladas, lo que vemos es la pen¨ªnsula de Set¨²bal, en concreto la ciudad de Almada. Parece que cruzar el estuario es alejarse de lo bueno, parece que est¨¢ lejos, o muy oculto. S¨ª, supone salir de Lisboa, pero resulta tan f¨¢cil como visitar cualquier otro lugar del centro de la ciudad.
Set¨²bal posee muchos atractivos que merecen una escapada. Aunque todo depender¨¢ del tiempo (y tambi¨¦n del presupuesto) de que dispongamos, incluso unas horas ser¨¢n suficientes para disfrutar de este pariente cercano de la capital portuguesa que, como ella, tambi¨¦n vive con un pie en el Tajo y otro en el Atl¨¢ntico. El monumento al Cristo Rei de Cacilhas, desde cuyo mirador se tiene una vista ¨²nica sobre Lisboa; el Castelo de Almada, cuyas ra¨ªces se pierden entre historias de califas, reyes cristianos, conquistas, reconquistas y guerras civiles hasta bien entrado el siglo XIX; los arenales de la Costa da Caparica, cuyos 30 kil¨®metros de extensi¨®n los convierten en una de las zonas de playa m¨¢s grandes de Europa¡ Resulta dif¨ªcil elegir entre tanta tentaci¨®n, pero hoy haremos una visita fugaz, una escapada que dura el tiempo suficiente para disfrutar del paseo en ferry por el estuario de este gran r¨ªo y para conocer, al otro lado, la primera l¨ªnea con que Almada nos recibe.
Desde Lisboa salen ferries desde tres puntos: Bel¨¦m, Terreiro do Pa?o y Cais do Sodr¨¦. Para llegar a Cacilhas debemos acudir al muelle de este ¨²ltimo, muy c¨¦ntrico (a pocos minutos a pie de la Pra?a Lu¨ªs de Camoes) y que cuenta tambi¨¦n con una estaci¨®n de tren (l¨ªnea de Bel¨¦m y Sintra). El viaje cuesta lo que un billete de metro y puede pagarse con los mismos pases o bonos que sirven para acceder a este, autobuses o tranv¨ªas. No se trata de un ferry tur¨ªstico ni de recreo. A bordo cruzan cada ma?ana cientos y cientos de personas para trabajar en oficinas, obras, talleres o f¨¢bricas de Lisboa, y vuelven, acabada la jornada, a este lado del r¨ªo donde, muchas veces, las urbanizaciones se han convertido en ciudades dormitorio.
Despu¨¦s de 25 minutos navegando sobre las aguas de lo que se conoce como el Mar da Palha, recalamos en el viejo y oxidado muelle de Cacilhas. Varios son los restaurantes que nos reciben, amplios, llenos de familias portuguesas o de empresarios y trabajadores hambrientos, donde las centollas patalean como astronautas en los viveros y donde a¨²n se sirven las copas de vino llen¨¢ndolas hasta el borde. M¨¢s all¨¢, caminando por el paseo hacia el oeste, el desembarcadero da paso a una cadena de edificios en ruinas orillada por el antiguo malec¨®n. Sobre sus piedras mal puestas y semiderruidas los pescadores prueban suerte hoy con peque?as redes, ca?as y linhas. Esta zona tiene un encanto dif¨ªcil de definir; la desolaci¨®n y el abandono con que se ha dejado a esta prometedora l¨ªnea de edificios bajos no debe tener parang¨®n en ninguna capital europea. Aun as¨ª, uno acaba deseando que esta zona conserve con su aspecto actual para siempre. Alguna vez este paseo fue un lugar con vida, cuando de las gr¨²as de metal colgaba algo m¨¢s que algas y los edificios alojaban almacenes, lonjas de pescadores, factor¨ªas e incluso viviendas. Hoy no queda nada, pero el declive y la senectud tienen un deje portugu¨¦s que deslumbra e hipnotiza.
Pasados los edificios desconchados y las ruinas manchadas por el ¨®xido y el salitre, encontramos dos peque?os restaurantes de nombres sugerentes, Atira-te ao Rio y Ponto Final, cortando el camino de este espol¨®n; si tenemos suerte coincidiremos con alguno de los conciertos de fado o jazz que organizan.
M¨¢s informaci¨®n en www.transtejo.pt
Planes e infomaci¨®n para una escapada a Lisboa aqu¨ª
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