Calles de arena amarilla
Pescadores, caba?as playeras y un pasado portugu¨¦s en Isla de Mozambique
Un puente de tres kil¨®metros une la isla al continente. Se cruza y aparece un mundo dentro de un pa¨ªs: Isla de Mozambique, patrimonio de la humanidad.
Dos capillas y dos fuertes marcan los l¨ªmites de esta sardina de 3.200 metros de largo y 400 de ancho con forma de isla. Entre medias se han ido acumulando todas las razas desde que en el siglo VIII el sult¨¢n Musa bin Biki estableciera el lugar como centro del comercio mar¨ªtimo. Mozambique, la isla, es ahora un singular parque tem¨¢tico de civilizaciones en medio del ?ndico.
¡°?Mucunha, mucunha!¡±, hombre blanco, hombre blanco, gritan los ni?os al ver pasar a rostros p¨¢lidos. A esta isla al norte del pa¨ªs no llega mucho turista, aunque el primero lo hiciera muy pronto, all¨¢ por 1498 con el portugu¨¦s Vasco de Gama.
La isla es de calles de arena amarilla y de choque de edificaciones, dos tercios de adobe y un tercio de piedra, muestra de su glorioso pasado portugu¨¦s. Desde que llegara Vasco de Gama con sus portugueses, la que era musulmana se convirti¨® en cristiana. As¨ª, en una esquina de la isla tenemos la capilla de San Antonio, y en la otra, al norte, por donde se avistaban las naos holandesas, la capilla de Nuestra Se?ora, la edificaci¨®n europea m¨¢s antigua del hemisferio sur. A¨²n aguanta su p¨²lpito y algunos rastros de tumbas de los soldados m¨¢s nobles.
Un puente de tres kil¨®metros une la isla al continente. Se cruza y aparece un mundo dentro de un pa¨ªs: Isla de Mozambique
La Virgen ayud¨® a mantener portuguesa la isla ante los intentos de invasi¨®n de los holandeses, aunque tambi¨¦n hicieron lo suyo los ca?ones de la fortaleza de San Sebasti¨¢n (1558).
El fuerte, como todo en la isla, est¨¢ a medio caer o a medio levantar ¡ªhabr¨¢ que volver en unos a?os para confirmar tendencias¡ª. Walter, un chaval-gu¨ªa improvisado, resuelve la burocracia del pago de las entradas y explica que antes todo estaba peor. Efectivamente, hay partes de la fortaleza restauradas con rigor y sin exageraciones. Los aljibes de agua, que serv¨ªan para aguantar asedios, vuelven a abastecer a la poblaci¨®n en ¨¦poca de sequ¨ªa.
El morro de la fortaleza cae sobre el agua. Y solo una oscura rampa con su reja comunica el fuerte con el agua. Aqu¨ª se embarcaban los esclavos, una de las principales fuentes de riqueza de la isla hasta 1868, cuando el rey de Portugal aboli¨® la esclavitud. Luego la capital del pa¨ªs se traslad¨® a Maputo y la isla entr¨® en decadencia.
Camino de Goa
Saliendo de la fortaleza contin¨²an los edificios de piedra, del pasado esplendoroso, como el palacio de los Gobernadores (portugueses), expropiado a los expoderosos jesuitas. Porque de aqu¨ª se iban a las Indias, a comerciar y a cristianar. ?Qu¨¦ tiempos aquellos! Entre ellos, san Francisco Javier, que embarcaba aqu¨ª camino de Goa. Ahora la isla es 90% musulmana.
El edificio civil m¨¢s importante es un hospital de piedra, de grandiosa escalinata, con sus parterres para flores y sus fuentes. En la fecha de su construcci¨®n en 1877 fue el hospital m¨¢s importante al sur del S¨¢hara, y el m¨¢s avanzado, con diversos edificios seg¨²n las enfermedades. Hoy los parterres no tienen flores y tampoco brota el agua de las fuentes.
A media ma?ana, en la bah¨ªa se ven, no se ven, cayucos hechos con la madera de los manglares
La calle del hospital separa abruptamente la ciudad de piedra y la ciudad de barro, la ciudad macuti, casucas hechas de barro y palma (macuti), hacinadas y soterradas. Aqu¨ª se excavaba el material destinado, unos metros m¨¢s all¨¢, a las murallas del fuerte. La hondonada fue aprovechada para cobijo de los familiares de pacientes del hospital, y lo que empez¨® siendo provisional es hoy una ciudad dentro de la ciudad, lugar de acogida y de paz durante la guerra de la independencia. Aqu¨ª llegaba la gente huyendo de unos y de otros, y en la ciudad macuti se quedaron. Hoy concentra el 80% de los habitantes de la isla.
A media ma?ana, en la bah¨ªa se ven, no se ven, cayucos hechos con la madera de los manglares. Una pala r¨²stica y una bolsa de basura por si hay que izar la vela es todo lo que necesita el pescador para echar el d¨ªa en medio de esta bah¨ªa perfecta, cerrada por una barrera de coral, que detiene a corsarios y a ballenas. Cabecitas negras pescan pr¨¢cticamente con sus manos, aprovechando las aguas transparentes y la calma del ?ndico. Con el mismo tran tran, los pescadores se van a su casa de Cabeceira Pequenha, donde los ni?os han pasado el d¨ªa jugando al f¨²tbol entre cabras, y las mujeres, yendo al pozo que descubriera Vasco de Gama. Desde que el portugu¨¦s construyera el pozo hace seis siglos, lo mejor que les ha pasado sucedi¨® hace un par de a?os, cuando un hotelito vecino les puso electricidad.
Caracolas gigantes
En la bajamar, el agua se retira cientos de metros, dejando al descubierto conchas y caracolas
En la bajamar, el agua se retira cientos de metros, dejando al descubierto conchas y caracolas gigantes para recuerdo de los turistas. Algunos tienen que llegar chapoteando entre las aguas limpias, arrastrando sus maletas, pues el suelo coralino impide aproximarse al taxi-barca. Solo 10 caba?as para visitantes rompen con la naturaleza. No hay cristales en sus ventanas ni en sus puertas. La madera y el ca?izo preservan de los rigores del sol, fuerte a partir del mes de octubre. Su restaurante se nutre de lo que sus mismos empleados pescan y de lo que cae de las palmeras. Sus infinitas playas salvajes, de olas domesticadas, solo se rompen con el manglar, donde se funde la vida terrestre y la mar¨ªtima, el macaco grit¨®n y una estrella de mar adaptada a las aguas salidulces. La isla de Mozambique y su bah¨ªa han sabido congraciar razas, civilizaciones y hasta su fauna.
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