Un respiro en Caloca
Senderismo, rutas en bici y mucha naturaleza en una diminuta aldea de la comarca c¨¢ntabra de Li¨¦bana, en los Picos de Europa
Como una pincelada azafranada sobre el paisaje verde de la comarca de Li¨¦bana, en los Picos de Europa, aparece Caloca. Se trata de una diminuta aldea que pertenece a la localidad de Pesaguero (Cantabria), a ocho kil¨®metros y m¨¢s de media hora en coche. All¨ª,?a m¨¢s de 1.100 metros sobre el nivel del mar, el tiempo parece ralentizarse. Bajan las pulsaciones y uno respira hondo. Muy hondo.
Por sus calles empinadas huele a hayas, abedules, alcornoques, robles¡ y a la le?a de las chimeneas que, a veces, funcionan hasta en agosto. Las temperaturas estivales rara vez superan los 25 grados, y eso, en los mejores d¨ªas. El chirimiri intermitente y las nieblas tempraneras son un vecino m¨¢s que se cuela entre las piedras, el adobe y la madera con las que se levantaron, algunas hace 400 a?os, las vetustas y macizas casas. Hay que ir con chubasquero y jersey en cualquier ¨¦poca del a?o.
En medio de vacas, manadas de rebecos, ciervos, lobos, osos o buitres leonados, se puede hacer senderismo, rutas a caballo, escalada, parapente, pesca¡
Buen abrigo y buenos zapatos. M¨¢s bien botas de monta?a. En Caloca no existe el turismo que algunos llaman de ver cosas; ese que conlleva hordas de ansiosos visitantes con mil c¨¢maras, mochilas y cantimploras colgando. Para visitas, dos ¨²nicos monumentos, dos ermitas: una dedicada a la Inmaculada Concepci¨®n y la otra a la Asunci¨®n, de estilo g¨®tico. La segunda se construy¨® en el siglo XIII, y las centurias y las administraciones se han ocupado de cambiarla y reformarla. Se alza en el collado de Andilejas, una loma que protege el pueblo por el oeste. Para entrar hay que tener algo de suerte porque carece de horario de visitas.
Pero en medio de ese diminuto para¨ªso lo que menos apetece es estar bajo techo. El r¨ªo Riega atraviesa la aldea. Levantando la vista aparecen ante nosotros el collado Camponuera, el Pico Corcina, el de Diego, la Pe?a Cigal o la Sagra. Al fondo, como un anillo m¨¢s en la imponente naturaleza, los Picos de Europa. Y cientos de caminos por recorrer.
En medio de vacas, manadas de rebecos, ciervos, lobos, osos o buitres leonados, se puede hacer senderismo, rutas a caballo, escalada, parapente, pesca¡ Para los amantes de la bici, uno de los trayectos m¨¢s pedaleados es desde Potes hasta Caloca, un recorrido de 20 kil¨®metros no apto para principiantes (tiene un desnivel acumulado de subida de m¨¢s de 800 metros). Desde la capital de la comarca se baja hacia el desfiladero de la Hermida hasta llegar a Ojedo, donde hay que incorporarse a la carretera de Palencia y desde ah¨ª, remontar el valle del r¨ªo Bull¨®n. Despu¨¦s de pasar Frama, Cabez¨®n de Li¨¦bana, Puente Asnil, y Pesaguero, llegar¨¢ lo m¨¢s duro del ascenso, siete kil¨®metros hasta llegar a Caloca.
Para los que quieran caminar hay rutas que pueden durar todo el d¨ªa o un par de horas: ida y vuelta f¨¢cil hasta el Pico Bistruey (9,24 kil¨®metros), o una ruta de 18,6 kil¨®metros de dificultad alta que pasa por Pe?a Cigal, Camponuera, Pe?a Jor¨¢, Bistruey y vuelta a Caloca. Las posibilidades son infinitas, solo hay que elegir un punto y caminar hacia ¨¦l. Pero sin aventuras: agua, algo de comida y, si el sentido de la orientaci¨®n est¨¢ m¨¢s bien ausente, una buena br¨²jula por si la cobertura del m¨®vil se pierde.
La zona cuenta con estupendos quesos y carnes, y con unos peque?os garbanzos que son la base del cocido lebaniego
Para los que salgan y para los que se queden esperando a los excursionistas, la hora de comer ser¨¢ un placer. La zona cuenta con estupendos quesos (el Pic¨®n de Bejes-Tresviso y los Quesucos de Li¨¦bana tiene denominaci¨®n de origen) y carnes (perniles, borono, embutidos de venado o jabal¨ª), y con unos peque?os garbanzos que son la base del plato estrella de la gastronom¨ªa de la zona: el cocido lebaniego. Para llenar el vaso, orujo o tostadillo, el vino local. Y con cucharilla de postre, can¨®nigos, unas suaves natillas coronadas con merengue.
En Caloca se puede ver a alguna octogenaria sacar el taburete al sol de la tarde y tejer cardas de lino. Cuanto menos torcida la hebra, m¨¢s tupida la prenda que saldr¨¢ despu¨¦s. All¨ª, donde baila el huso y el silencio se rompe con alg¨²n relincho, llega la cobertura y el wifi. Y sin embargo, cuando uno llega, lo olvida.
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