Revuelo en la campi?a
Visita a la casa de la transgresora fot¨®grafa Lee Miller, al sur de Londres
En la ¨¦poca dorada de Farley Farm House eran frecuentes las visitas de pintores, escritores, poetas,amantes y examantes de la pareja propietaria (la fot¨®grafa americana Lee Miller y su segundo marido, Roland Penrose), la cual consideraba que el arte, vital para el ser humano, deb¨ªa ser vivido y compartido o de lo contrario se convert¨ªa en algo acad¨¦mico y est¨¦ril. As¨ª Joan Mir¨®, Paul ?luard, Andr¨¦ Masson, Dorothea Tanning, Max Ernst, Man Ray, Leonora Carrington y otros muchos dejaron su rastro en el lugar, en creativas reuniones que alimentaban la imaginaci¨®n de los vecinos, quienes con solo una peque?a dosis de exageraci¨®n propagaban rumores de bailes nudistas en el c¨¦sped y grandes juergas seguidas de violentas ri?as. Cada vez que alguien con pinta extravagante y acento extranjero bajaba del ferri en el cercano puerto de Newhaven, era f¨¢cil, para los taxistas, adivinar su destino: la granja situada en Muddles Green, Chiddingly, una peque?a aldea en Sussex del Este.
Aqu¨ª fue donde por primera vez Picasso mordi¨® a un ingl¨¦s. La an¨¦cdota la cuenta el que recibi¨® el mordisco, Antony Penrose, hijo ¨²nico de Lee Miller y Ronald Penrose, quien, siendo ni?o y enredado en juegos traviesos, le clav¨® los dientes al pintor malague?o. Este, sin inmutarse, mordi¨® con fuerza al ni?o y exclam¨®: ¡°?Caramba! ?Es la primera vez que muerdo a un ingl¨¦s!¡±.
Ocurri¨® en 1950, cuando el artista pasaba unos d¨ªas en esta finca rodeada de amables colinas, en las que el pintor John Constable encontr¨® inspiraci¨®n, y desde donde, cuando las brumas lo permiten, se ve a lo lejos al enigm¨¢tico Hombre Largo de Wilmington (una figura de or¨ªgenes inciertos dibujada en la colina, posiblemente en el siglo XVI o XVII). La granja es, en la actualidad, un sitio de referencia para cualquier viajero mit¨®mano, amante del arte, que busque retroceder en el tiempo y ahondar en los distendidos y subversivos juegos del movimiento surrealista, intentando desvelar los secretos de una de las mujeres m¨¢s fascinantes del siglo XX: Lee Miller. El vers¨¢til Roland Penrose, pintor, bi¨®grafo de Picasso, Mir¨®, Man Ray y T¨¤pies, y mecenas del arte moderno en Reino Unido, quiso ser granjero, y se encaprich¨® con el lugar, comprando la granja en 1949. R¨¢pidamente se percat¨® de las posibilidades que ofrec¨ªa la casa. Ten¨ªa mucha pared disponible para colgar las obras de arte, las que hab¨ªa ido comprando a sus amigos y las suyas propias. El formalismo de la fachada del siglo XVIII despista totalmente del universo ex¨®tico y colorista que alberga el interior: la asimetr¨ªa en la distribuci¨®n de las habitaciones, cada una pintada de un color distinto e intenso, la variedad y disparidad de objetos procedentes de destinos lejanos, y de distintas ¨¦pocas, nos alejan del ambiente brit¨¢nico campestre que cabr¨ªa esperar. Solamente al mirar por las ventanas o pasear por su jard¨ªn, repleto de esculturas, recuerdas que el sue?o surrealista tuvo su eco en la campi?a inglesa.
Modelo de ¡®Vogue¡¯
Gu¨ªa
Informaci¨®n
??Chiddingly est¨¢ a unos 85 kil¨®metros al sur de Londres.
??Farley Farm House (www.farleyfarmhouse.co.uk) abre los domingos de abril a octubre de 10.00 a 15.30 (10,80 euros). Y los fines de semana del 27 y 28 de septiembre y el 3 y 4 de octubre todo el d¨ªa.
Al ritmo que la granja iba llen¨¢ndose con obras de Picasso, Andr¨¦ Breton, Henry Moore, Richard Hamilton, Jean Dubufett y Francis Bacon, entre otros, abarrotada de fetiches y readymades vanguardistas, el brillo de su propietaria, Lee Miller, se difuminaba. Fue uno de los iconos m¨¢s chic de los a?os veinte y treinta ¡ªdescubierta en una calle de Nueva York por el editor Cond¨¦ Nast, quien la salv¨® de ser atropellada por un coche y la convirti¨® en modelo de Vogue¡ª,amante y ayudante de Man Ray, musa del surrealismo, retratista de famosos en Nueva York y una de las pocas fot¨®grafas ¡ªa la vez que redactora¡ª en seguir a los aliados durante la II Guerra Mundial. Y, finalmente, cocinera que en un momento enterr¨® su pasado en cajas de cart¨®n en el desv¨¢n de la vivienda. La cocina se convirti¨® en el mejor sitio donde combatir las secuelas de la guerra, la depresi¨®n y el alcoholismo, un lugar donde intentar arrancar de la memoria el olor nauseabundo de Dachau. Hoy en d¨ªa sus armarios conservan las especias que compraba en sus viajes para aderezar sus coloridas y poco convencionales propuestas culinarias: espaguetis azules, pechos de coliflor rosa adornados con pezones azules de flor de borraja, que elaboraba inspirada por un azulejo hecho por su examante, Picasso, situado en la pared del fog¨®n.
Antony Penrose ha querido abrir la casa al p¨²blico, intentando conservarla como estaba, teniendo en cuenta el ir y venir de las obras de arte, en continua rotaci¨®n por distintas exposiciones. Pero hay algo que traiciona su intenci¨®n, y es la presencia de la obra de su madre. En el transcurso de su vida, la fot¨®grafa solo quiso colgar dos de sus obras en la granja. Era raro o¨ªrla hablar de fotograf¨ªa y mucho m¨¢s de la guerra. Y si bien cog¨ªa la c¨¢mara para fotografiar a sus hu¨¦spedes o documentar las biograf¨ªas de su marido, esto ocurr¨ªa en contadas ocasiones.Es en la antesala que da paso a su estudio donde m¨¢s se percibe el esp¨ªritu de la artista. Una vitrina guarda su c¨¢mara Rolleiflex, junto a su m¨¢quina de escribir Herm¨¨s y dos pu?os americanos, uno de pl¨¢stico que llevaba en el bolsillo para defenderse durante la guerra y otro de plata con sus iniciales, que utilizaba como collar colgado de un lazo de seda. Cerca hay una bandeja de plata llena de bebidas; la cogi¨® de la casa de Hitler, en M¨²nich, el mismo d¨ªa en que se fotografi¨® en su ba?era, mientras el F¨¹hrer se suicidaba.
No fue hasta despu¨¦s de la muerte de esta bella e incontrolable provocadora, amante de la libertad, cuando su hijo encontr¨® en el desv¨¢n cajas y cajas donde, meticulosamente, hab¨ªa almacenado su obra y sus manuscritos. Tal vez supo que alg¨²n d¨ªa los secretos de sus m¨²ltiples vidas quedar¨ªan al descubierto.
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