El r¨ªo travieso
Un meandro del Moldava, un casco viejo medieval muy bien conservado y una gigantesca fortaleza convierten a Cesky Krumlov en uno de los pueblos m¨¢s bonitos de la Rep¨²blica Checa
Dicen que Cesky Krumlov es el pueblo m¨¢s bonito de la Rep¨²blica Checa. Una afirmaci¨®n que se barrunta cierta apenas se asoma uno al mirador que hay en la carretera de circunvalaci¨®n, junto a la entrada de la ciudad vieja, y divisa ese mar de tejados picudos del que sobresalen agudos campanarios, como m¨¢stiles de viejos galeones sobre un oleaje de tejas rojas. Dado el n¨²mero de turistas que entra ya a primera hora de la ma?ana hacia el cogollo hist¨®rico, el viajero certifica adem¨¢s que no es el primero en descubrir esas beldades. Cesky Krumlov, altiva sobre un sinuoso meandro del r¨ªo Moldava, muy cerca de la frontera con Austria y a dos horas y media de Praga por carretera, es una de las visitas imprescindibles de Bohemia.
9.00 Tarjeta tur¨ªstica
Bajando por la calle Kaplick¨¢ (1) se accede a la ciudad vieja, un delicioso casco de trazas medievales y edificios g¨®ticos y renacentistas. Kaplick¨¢ desemboca en la plaza del Ayuntamiento (Svornosti Namesti) (2), el nudo gordiano de todos los paseos urbanos. Se trata de una peque?a y coqueta plaza cuadrangular donde ninguna de las fachadas ¡ªpintadas de vivos colores¡ª desentona en el decorado perfecto. El gran edificio blanco con soportales que la preside es el viejo ayuntamiento (Radnice), con el escudo-emblema de los Schwarzenberg, la familia de origen alem¨¢n que durante siglos rigi¨® los destinos de la ciudad. Aqu¨ª est¨¢ la oficina de turismo, donde merece la pena entrar para buscar informaci¨®n y, sobre todo, para hacerse con la Cesky Krumlov Card, un pase que permite el acceso a los cuatro museos de la ciudad, incluido el castillo, por solo 200 coronas (8 euros); la entrada individual al castillo ya cuesta 130 coronas.
10.00 Paseo por el laberinto
Es hora de deambular por las calles que rodean Svornosti Namesti. El pueblo est¨¢ construido sobre una roca rodeada por el meandro del Moldava, tan retorcido que a los forasteros les cuesta su tiempo orientarse en una localidad tan peque?a, en la que, sin embargo, te puedes encontrar en una calle el r¨ªo yendo hacia el sur y en la calle de al lado el mismo r¨ªo yendo hacia el norte.
El viejo Cesky Krumlov permaneci¨® casi olvidado durante la ¨¦poca comunista; sus edificios soportaron d¨¦cadas y d¨¦cadas sin una mano de pintura y sin un parche porque sus habitantes prefer¨ªan vivir en los nuevos barrios de corte sovi¨¦tico, m¨¢s feos, pero m¨¢s pr¨¢cticos. Gracias a eso, el pueblo se libr¨® de tropel¨ªas arquitect¨®nicas como las que vivieron otras ciudades al otro lado del tel¨®n de acero. La ingente rehabilitaci¨®n que lleg¨® tras su declaraci¨®n como patrimonio mundial, en 1992, no ha dejado ni un solo elemento que chirr¨ªe. Con estos precedentes, el pueblo mantiene un urbanismo medieval perfecto, casi todo peatonal, lleno de fachadas de esgrafiados geom¨¦tricos y revocos de vivos colores; casas g¨®ticas, renacentistas y barrocas restauradas ahora como pensiones familiares o c¨¢lidos restaurantes; inclinados tejados rojizos con gabletes puntiagudos, escalonados o de campana, y puentes de madera que salvan el ir y venir del Moldava y de los canales abiertos en paralelo para mover los antiguos molinos.
12.00 La calle de los bohemios
Es hora de cruzar el r¨ªo por Lazebnicky Most (3), el puente de madera sobre el Moldava, para acceder a Latr¨¢n, el otro barrio hist¨®rico, en la colina del castillo. La vista de la fortaleza y de la fachada urbana que da al r¨ªo es soberbia en este punto. Suele haber m¨²sicos callejeros en el puente y un mont¨®n de turistas inmortalizando el momento. Luego subiremos por la calle Latr¨¢n, una de las m¨¢s pintorescas de esta localidad, llena de tiendas de artesanos y de recuerdos. Los primeros que empezaron a llegar a esta villa, mucho antes que los fondos de la Unesco al declararla patrimonio mundial, fueron artistas y bohemios de distintas nacionalidades (checos, austriacos, alemanes...) que compraban fincas por cuatro coronas y las arreglaban para instalar sus estudios y viviendas. Muchos se fueron cuando apareci¨® el turismo masivo, pero otros permanecen. Arriba de Latr¨¢n, justo antes de llegar a la puerta del castillo, pasaremos bajo un arco. Era el corredor por el que los Rosenberg, la primera familia feudal, la que construy¨® el castillo, y m¨¢s tarde los Schwarzenberg, iban del castillo al monasterio anexo sin tener que mezclarse con la plebe.
13.00 Almuerzo contundente
Es la hora de almorzar. El plato regional m¨¢s famoso es el fest¨ªn bohemio, una fuente llena de calor¨ªas a base de conejo, pollo, fais¨¢n, patatas, jam¨®n cocido y casi cualquier otra cosa que haya por la cocina. Imposible quedarse con hambre. Lo preparan muy bien en U Dwau Mary¨ª (4), una casa de comidas en un inmueble de 1585 muy cerca del puente de madera. En Na Louzi (5) ofrecen cocina tradicional checa en un local con decoraci¨®n desenfadada; aunque est¨¢ en plena ruta tur¨ªstica, es un sitio muy aut¨¦ntico y frecuentado por checos. M¨¢s genuino todav¨ªa, Barbakan (6), en los bajos de la pensi¨®n del mismo nombre, a la entrada por la calle Kaplick¨¢; el local es un tanto claustrof¨®bico (antiguas bodegas de la barbacana, sin ventanas), pero preparan la carne como en ning¨²n otro sitio de la ciudad.
16.00 Fortaleza fascinante
La visita inexcusable es al castillo (7), la gran figura omnipresente en el skyline de esta localidad checa. Y no es una hip¨¦rbole: se trata de una de las fortalezas m¨¢s grandes de Europa. Ocupa varias colinas unidas entre s¨ª por puentes soportados por grandes estructuras de arcos que permit¨ªan a sus antiguos moradores ir de un lado a otro, desde sus jardines hasta sus aposentos y de all¨ª a los diversos monasterios, sin tener que pisar las calles del pueblo. Del castillo fascina el teatro barroco ¡ªcon toda su tramoya y decorados originales¡ª, el sal¨®n de las m¨¢scaras y sus incre¨ªbles pinturas murales, los jardines y las interminables salas llenas de objetos hist¨®ricos (ojo, en invierno ¡ªde noviembre a abril¡ª, parte de los interiores del castillo est¨¢n cerrados a las visitas). Del conjunto destaca la original torre troncoc¨®nica, pintada tambi¨¦n con esgrafiados y frescos. Hay que subir a lo alto ¡ªs¨ª o s¨ª¡ª para no perderse la vista en la perfecta planimetr¨ªa de Cesky Krumlov y, de paso, entender de una vez por todas c¨®mo el r¨ªo Moldava es capaz de ir y venir en dos direcciones opuestas por las calles del mismo pueblo.
18.00 Deambular por calles retorcidas
Hay muchas m¨¢s cosas que ver y hacer en el pueblo: el museo del pintor Egon Schiele (8), el museo Fotoatelier Seidel (9), el Museo de Marionetas (10)¡ aunque simplemente con pasear por sus calles y explorar sus rincones se te va el d¨ªa. Este es el t¨ªpico pueblo en el que el mejor plan es no tenerlo; solo con deambular por sus avenidas retorcidas, con dedicar un poco de tiempo a los detalles, con sentarse en alguna terraza a orillas del r¨ªo si hace buen tiempo o con dejar caer la tarde sentado en alguno de sus miradores (escuchando en el ipod, por ejemplo, el Moldava, del compositor checo Bedrich Smetana), el viajero terminar¨¢ por caer rendido ante la belleza de esta joya del sur de Bohemia.
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