Alucinante Am¨¦rica Latina
Paisajes sobrecogedores, barrios secretos y el aut¨¦ntico sabor latino. Diez flechazos entre el r¨ªo Bravo y cabo de Hornos
Latinoam¨¦rica entera, en l¨ªnea recta, tiene, as¨ª a ojo, unos cuantos miles de millas de largo. Haciendo eses, la distancia se multiplica a ritmo proporcional al que aumentan los rincones escondidos, los horizontes de fondo de pantalla, las avenidas de pedigr¨ª y las gastronom¨ªas con secreto, regadas por sus 22.222 millones de kil¨®metros cuadrados de suelo en todas sus variables geol¨®gicas. Escrib¨ªa el autor venezolano Arturo Uslar Pietri (1906-2001) sobre su continente que ¡°Am¨¦rica fue, en casi todos los aspectos, un hecho nuevo para los europeos que la descubrieron. No se parec¨ªa a nada de lo que conoc¨ªan. Todo estaba fuera de la proporci¨®n en que se hab¨ªa desarrollado la vida del hombre occidental¡±. He aqu¨ª 10 ejemplos de esos desproporcionados tesoros a descubrir en el nuevo mundo.
Los riscos del sur
TORRES DEL PAINE / CHILE
En Chile, que es pa¨ªs largo, el turista a veces tiene la duda: ?merecer¨¢ la pena ir de la capital a 2.500 kil¨®metros al sur, a la Patagonia? Algunos al fin se deciden a ir a ver el espectacular perfil que forman las Torres del Paine, un aislado grupo de monta?as de cuerpo verticalizado hasta los 3.000 metros de altura. Entonces, salen de dudas.
Un sue?o en la playa
CABO POLONIO / URUGUAY
El ¨²nico riesgo de ir a Cabo Polonio es que sea de esos que deciden quedarse para siempre. Por sus calles se puede encontrar a m¨¢s de un rubio de esos. En esta morada de la tranquilidad ba?ada de Atl¨¢ntico, al norte uruguayo, no existe la corriente el¨¦ctrica, no llega el agua corriente y es habitual el trueque. La raz¨®n es que los pescadores, artesanos y forasteros que la habitan en r¨²sticas casitas prefieren que sea as¨ª. Para llegar a este lugar de playas anchas es necesario abandonar el coche y atravesar a pie, a caballo o en jeep los seis kil¨®metros de arena que lo separan de la realidad. Por su otra frontera, la salada, tres islitas llamadas La Rasa, La Encantada y El Islote hacen de guarida a una manada de lobos marinos que andan vigilando que a Cabo Polonio no llegue nunca el tiempo.
Manjar de pescador
LA MOQUECA DE PEIXE / BRASIL
Que vengan los chefs de Par¨ªs y Londres a aprender una lecci¨®n de cocina de las tribus ind¨ªgenas bahianas. El plato de pescado en cuesti¨®n, originalmente elaborado con hojas de diferentes ¨¢rboles, evolucion¨® hasta ser un cocido de pez con cebollas, pimento, tomates, cilantro y pimienta que de nada sirven juntos si no se revuelven con dos ingredientes genuinamente locales: leche de coco y aceite de dend¨º (aceite de palma). Un plato de barro caliente lleno de eso en cualquier tenderete de entrar en chanclas en para¨ªsos bahianos como Itacar¨¦ o Caraiva puede suponer la raz¨®n por la que le d¨¦ a Brasil la medalla de excelencia gastron¨®mica de sus veraneos.
Terremoto en un vaso
LA PIOJERA / SANTIAGO DE CHILE
Un payaso profesional fuera de servicio sugiere al periodista que eche un vistazo a la cantina que nos rodea, que intente buscar a dos personajes iguales. Hay un pescadero del Mercado Central junto a un par de ejecutivos con corbata de trabajo. Un gringo trata de hacerse paso con un vaso gigantesco en las manos entre un grupo de tipos con chaquetas de cuero. Lo acaba tirando todo. Unas universitarias se r¨ªen de lo ocurrido y un hombre robusto de poca estatura y piel morena grita algo ininteligible. Y todo el lugar brinda entre gritos. En los grandes vasos hay una bebida creada en esta casa, La Piojera, venerada y replicada ya en todo el pa¨ªs. Vino pipe?o blanco, helado de pi?a y estocadas de fernet, granadina o licor amargo. Se llama Terremoto. Los que lo piden en jarra grande beben Cataclismos y los vasos peque?os o las segundas tomas, R¨¦plicas. El suelo siempre est¨¢ mojado porque se preparan en bater¨ªa, sin girar la botella. Moverte por dentro lleva un siglo siendo dif¨ªcil y divertido. ¡°Los surcos que hay en la barra son la herencia de cien a?os de codos de todas las clases apoyados¡±, dice el payaso mientras silba al tropel de camareros gritones.
Adrenalina para ciclistas
BOLIVIA
Hasta 2006, la media de despe?ados con final opaco era de entre 100 a 150 personas al a?o. Despu¨¦s se hizo la ruta alternativa que libraba a los bolivianos de un camino maldito apodado La Carretera de la Muerte, que a¨²n une La Paz con la regi¨®n de los Yungas. Hoy es una v¨ªa abierta para aficionados a la combusti¨®n de adrenalina. En particular, para los turistas que la descienden en bicicleta con alguna de las empresas especializadas en este deporte con la raya de banda pintada al borde de la v¨ªa junto a impresionantes abismos de 800 metros de profundidad.
Bares de rumba
CARTAGENA DE INDIAS / COLOMBIA
A diez minutos del amurallado centro hist¨®rico de Cartagena de Indias, patrimonio mundial desde 1984, est¨¢ el barrio de Getseman¨ª. All¨ª tuvo lugar el primer grito de independencia latinoamericano de origen genuinamente popular (1811), cuando estaba habitada por esclavos. Hoy, tras quitarse de encima el estigma de barrio peligroso, al pasear por sus calles con nombres como Arsenal, Media Luna o Tripita y Media te vas cruzando con aut¨®ctonos de varias generaciones, visitantes, areperos, bares de rumba y hostales de mochileros. Y en la plaza de la Trinidad, vendedores de comida, rastafaris y veraneantes.
Un oasis perdido
HUACACHINA / PER?
Bajando desde Lima por la Panamericana Sur, tras surcar un camino que abarca la l¨ªnea constante del Pac¨ªfico al Oeste, los andes peruanos al Oriente y cuatro horas de llanura frente al parabrisas, existe un impresionante S¨¢hara americano que se pierde en el horizonte a orillas de un oasis llamado Huacachina. Tres lecciones del lugar: las tablas de snow se deslizan en las monta?as de arena; un buggie es capaz de bajar paredes verticales, y los oasis de los cuentos existen.
Escombros del canal
CALZADA DE AMADOR / PANAM?
De algo ten¨ªa que servir tanta piedra. Para la construcci¨®n del canal de Panam¨¢ hizo falta escavar 183 millones de metros c¨²bicos de material. Tanto, que si se pusiera en l¨ªnea recta dar¨ªa la vuelta al mundo cuatro veces. Los paname?os aprovecharon un poquito de ese escombro para crear la Calzada de Amador, una v¨ªa artificial que une la capital con cuatro islitas que dejaron de estar a la deriva: Naos, Perico, Culebra y Flamenco. Por el camino, de una a otra, bares, restaurantes, tiendas y discotecas amenizan el recorrido firme por este exarchipi¨¦lago
Locos por la selva
CHIAPAS / M?XICO
Las reivindicaciones campesinas dieron a conocer este Estado mexicano en la frontera con Guatemala. Ahora, el viajero se maravilla con selvas profundas repletas de monos y p¨¢jaros, cavernas de estalactitas, un paseo en barca por un ca?¨®n infestado de cocodrilos llamado El Sumidero o unas ruinas en Palenque donde habitaban pueblos prehisp¨¢nicos que deformaban sus cabezas para embellecerse. Y, tambi¨¦n, con dos fascinantes ciudades perdidas en la selva: Yaxchil¨¢n y Bonampak. En pocas iglesias cat¨®licas la gente sale embriagada y manchada de sangre de animales como ocurre en la de San Juan Chamula. Y, por si es poco, hay cataratas de m¨¢s de 30 metros en medio de la jungla. En la foto, San Crist¨®bal de las Casas durante las fiestas de Guadalupe.
El ritual del domingueo
BUENOS AIRES / ARGENTINA
Usted cree que lo de salir de domingueo se ha inventado en Espa?a. Y puede. Pero pruebe a hacerlo en la capital argentina. Bajar y subir las calles por el barrio de San Telmo para comprar una artesan¨ªa, dar un peso a cada una de las bandas callejeras, y, tras la foto de rigor compartiendo bancada con Mafalda, degustar un picante artesanal o pararse al olor de un restaurante de asados. Puede resultar un buen preludio antes de desplazarse en un corto trayecto paralelo al puerto hasta Caminito, en el barrio de la Boca (en la foto). Solo all¨ª podr¨¢ entender qu¨¦ significa que el vino sepa a tango.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.