El jard¨ªn del t¨¦ y la vainilla
Un recorrido por Sri Lanka, sus parques de elefantes y leopardos y sus Budas labrados en la roca
Diciembre. Llegamos a Ceil¨¢n, la actual Sri Lanka, jard¨ªn de las especias que alberga prestigiosos centros de medicina ayurv¨¦dica. En su f¨¦rtil tierra encarnada habitan todas las gemas y crecen todas las maderas y las plantas virtuosas, el t¨¦, el aloe vera, el cacao, la canela o la vainilla que han hecho c¨¦lebre la isla y que mantienen sanos a sus habitantes, activos y sonrientes a pesar de la sangrienta guerra civil entre la rebelde minor¨ªa tamil del norte, originaria del sur de India, y la mayor¨ªa cingalesa que venci¨®.
Antes de adentrarse en la tupida red de los sitios arqueol¨®gicos de las antiguas capitales de la isla, el tri¨¢ngulo cultural declarado patrimonio mundial, decidimos adentrarnos en la selva del parque natural de Wilpattu, al norte de la costa oeste, creado en 1938 y cerrado durante los ¨²ltimos veinte a?os porque la guerra civil dej¨® un rastro siniestro de minas antipersona. Pocos jeeps para tanta fauna. El viajero no hace mucho que ha visto salir el sol, y con ¨¦l los monos lemures, p¨¢jaros con manchas azules y verdes y b¨²falos que se ba?an con la mansedumbre que les proporciona saber que el ¨²nico tiempo que existe es el que marca el sol. De entre la espesa vegetaci¨®n de ¨¢rboles par¨¢sitos se distingue un elefante macho comiendo. Se avistan garzas y se contemplan inm¨®viles cocodrilos a la orilla de los Willus, las lagunas naturales que dan nombre al parque y que, junto a marismas y bosque aluvial, configuran un paisaje de ensue?o con nubes altas que atraviesan el cielo como continentes a la deriva. Se necesitan m¨¢s tiempo y m¨¢s agallas para avistar leopardos.
Bestiario bajo la lluvia
Curry de pescado, un bol de frutas con curd y un t¨¦ oxidado negro aut¨®ctono reconfortan por la ma?ana antes de alcanzar Anuradhapura, cuyas viejas ruinas preside la estatua del Buda Samadhi, que parece meditar el significado de las piedras lunares cingalesas cuyo bestiario representa el ciclo de la vida y que el viajero observa, sin nadie alrededor, mientras llueve con ganas para que, ya de regreso, pueda fotografiar un arco¨ªris perfecto antes del espect¨¢culo del Buda erecto de trece metros de Aukana, excavado en la roca. Desde la carretera que hemos tomado en Habarana se divisa ya Sigiriya, gigantesca pe?a convertida en un Versalles del siglo V en medio del llano, la ciudad cortesana del rey parricida Kasyana, un paisaje del placer y de la culpa, con fosos de defensa y parques desde los que contemplar la altura de la roca en cuya cima el rey construy¨® su palacio. A quien supere el v¨¦rtigo le aguardan delicad¨ªsimas apsaras pintadas al fresco y un muro de los espejos, as¨ª llamado porque embadurnaban con cera y clara de huevo la pared para que reflejara las pinturas. Mi mente reconstruye un d¨ªa de esplendor en Sigiriya como la escena de una ficci¨®n de fantasy. Del estupor generado por la serenidad del Buda reclinado de Polonnaruwa ¡ª?acaso las mujeres reclinadas de Modigliani o Matisse se inspiraron en ¨¦l?¡ª a la grandeza de Dambulla: Budas trogloditas alineados en cuevas contiguas excavadas en una misma roca, como las de Pho Win Taung en Monywa, Birmania, o las de Mogao o Dunhuang, en China. Budas anacoretas, amos y se?ores de la gruta, en silencio y arropados por frescos de la vida de Buda pintados con primor bajo la tiran¨ªa del horror vacui. Y Kandy, antigua capital junto a un r¨ªo ancestral convertido al alba en la sinfon¨ªa original de aves que emul¨® Messiaen, atesora templos que desencadenan el s¨ªndrome de Stendhal: dos son sublimes, el de Lankathilaka, cuyos frescos del XIV constituyen la Capilla Sixtina del arte cingal¨¦s, y el m¨¢s c¨¦lebre, el de Embekke, con sus columnas de madera talladas. Se acercan dos ni?os monjes, con t¨²nica granate. Por la tarde nos sentimos encerrados en una custodia barroca de madera y oro cuando asistimos, con velas y tambores de fondo entre incontables feligreses, a la ceremonia de las ofrendas en el templo del Diente de Buda.
Cien kil¨®metros monta?a arriba hasta Nuwara Eliya, a 1.800 metros. La densa niebla va apoder¨¢ndose del Tea Factory Hotel y de sus inacabables campos de t¨¦, que veremos al d¨ªa siguiente desde el tren de juguete a Ella, pero a¨²n el verde bosque compite con el azul cian del cielo: ya de noche, una cena sacada de una novela de Agatha Christie dentro de una antigua f¨¢brica de t¨¦, en medio de la nada.
La carretera de Ella a Yala es una metamorfosis paulatina de alta monta?a en selva baja, que desciende entre cascadas y bosque desde los 1.500 metros hasta el nivel del mar en el que los animales del parque nacional de Yala esperan al viajero, que retrasa la llegada desvi¨¢ndose hacia el templo de Buduruwagala por una carretera de ensue?o en la que advertir la vida rural de la isla, entre orgullosos pavos reales y el aliento de los elefantes que no ves pero te ven. El templo es una roca alejada del mundo, que recuerda la de Leshan en Chengdu, China, en la que han sido esculpidos varios Budas en posturas distintas, alguna inspirada en la tradici¨®n tibetana. Nos alojamos en la larga costa sureste del parque de Yala, junto a una playa apocal¨ªptica por la que deambulan las vacas ignorando la amenaza del oc¨¦ano ?ndico que las vigila. Curry negro de buey y sinfon¨ªa de ranas y sapos para cenar. Por la ma?ana, dos leopardos sobre una rama lejana y osamentas a la vista porque se ha drenado una laguna. El sol est¨¢ ya alto. Agua de coco y un mango maduro reparadores.
Un d¨ªa en Galle, la ciudad portuguesa que consolidaron los holandeses, en cuyo fuerte comemos sabrosa carne del tibur¨®n antes de visitar una iglesia calvinista en la que los cingaleses asisten a una misa cat¨®lica, mientras se hace inevitable pensar en el festivo sincretismo de la isla ¡ªel colorido hinduista en el interior de la sobriedad budista, e im¨¢genes de Cristo desde la carretera de Colombo al puerto pesquero multicolor de Negombo¡ª y, con cierta nostalgia, en la aventura del colonialismo desde una perspectiva global que ya s¨®lo deja ver sus errores ineludibles, los del progreso coercitivo.
Ceil¨¢n, ed¨¦n de Buda, vergel del ?ndico. La isla que No¨¦ hubiera convertido en arca sin cargar en ella nada que ya no tuviera.
Gu¨ªa
??Oficina de turismo de Sri Lanka (www.srilanka.travel; +941 14 86 50 50).
??Qatar (www.qatarairways.com) y Emirates (www.emirates.com) son opciones para volar a Colombo.
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