En busca del rey de Sevilla
En Agmat, cerca de Marraquech, sorprende el mausoleo del refinado Al Mu¡¯tamid, que rein¨® en la capital andaluza en el siglo XI
Entre el S¨¢hara, el Atlas y el Anti-Atlas se encuentra la tercera ciudad de Marruecos despu¨¦s de Rabat y Casablanca, Marraquech. Fue fundada por los almor¨¢vides en el a?o 1062. Estos monjes guerreros proced¨ªan del S¨¢hara y ser¨ªan los causantes del sostenimiento y luego ca¨ªda del rey de Sevilla Al Mu¡¯tamid. Los almohades tomaron la ciudad de Marraquech en 1147 y tiempo despu¨¦s vivi¨® d¨¦cadas de letargo hasta que en el siglo XVI recuper¨® su grandeza con la llegada de los sad¨ªes. Las tumbas que construyeron son de una belleza tan extraordinaria que ahuyentan la fealdad de la muerte. Pocas veces he contemplado el dolor con tan bellos y delicados trajes arquitect¨®nicos.
La grandeza de estas tumbas no tiene nada que ver con el humilde pero emocionante pante¨®n de Al Mu¡¯tamid a las afueras de Marraquech, en el pueblo de Agmat. Se encuentra a medio centenar de kil¨®metros de la ciudad. Sali¨¦ndose de la carretera general, se va por caminos secundarios hasta localizar el pueblo y all¨ª, despu¨¦s de mucho preguntar, alcanzar la tumba. Las murallas del Atlas se ven imponentes desde esta llanura que, entre palmerales, juncos, acequias, campos de olivos y gigantescos invernaderos floridos, parece un vergel. Seg¨²n las estaciones, este paisaje sosegado sobrelleva temperaturas extremas. Agmat es un discreto y peque?o pueblo campesino que ha crecido en los ¨²ltimos a?os. Cuando el 7 de septiembre del a?o 1091 fue tomada Sevilla por los almor¨¢vides, Ibn Tasufin orden¨® que el rey depuesto fuera conducido a Marruecos y desterrado en el aduar de Agmat. Un aduar era una peque?a poblaci¨®n de beduinos formada por tiendas de campa?a, chozas o caba?as. De los suntuosos palacios sevillanos pas¨® Al Mu¡¯tamid a estas improvisadas casas sin comodidad alguna y con la sola belleza, a veces agreste, de la naturaleza. All¨ª transcurrieron los ¨²ltimos cuatro a?os de su vida ¡°¡??Cu¨¢ntas flechas me lanzaron los d¨ªas al coraz¨®n!?/?El arquero era el destino¡¡±.
La tumba del rey de Sevilla tiene la forma de un morabito, una especie de ermita, y se encuentra en una peque?a plaza que no ha sido creada por ning¨²n plan de urbanismo, sino por la disposici¨®n irregular de las casas que se han ido levantando. Un muro rodea la tumba. Sobresale la c¨²pula, as¨ª como las copas de eucaliptos, cipreses y alguna palmera que crecen en el jard¨ªn interior que, como atrio, da paso a la propia tumba techada. Como llegamos antes de la hora acordada, hay que ir a buscar al guarda. A no mucho tardar aparece Abdelkhin Aitzaouite. Lleva en sus manos un buen manojo de llaves y trae cara de buen humor. Se queda sorprendido por el n¨²mero de personas que le aguardan.
La tumba de Al Mu¡¯tamid est¨¢ a la izquierda. La de su esposa I¡¯timad se encuentra a la derecha, y otra m¨¢s peque?a, la de uno de sus hijos, est¨¢ dispuesta entre ambos. Son tres losas con azulejos andaluces multicolores, en los que abunda el verde, de estructuras geom¨¦tricas diversas.
?Pero los all¨ª presentes saben qui¨¦n era Al Mu¡¯tamid? Estoy seguro de que no. S¨ª que era alguien importante de la antigua Al ?ndalus, pero poco m¨¢s.
Al Mu¡¯tamid de Sevilla fue contempor¨¢neo del contempor¨¢neo del Cid. Un rey con sus aciertos y desaciertos que pag¨® muy caros, perdiendo el trono. Un rey que fue quiz¨¢ mejor poeta. Su poes¨ªa culta, intensa y nost¨¢lgica es una especie de autobiograf¨ªa sentimental. Le pasaron tantas y tan complejas cosas que las cont¨® y cant¨® con una voz personal y brillante. Su abuelo Ab¨² al Qasim Muhammad ibn Abbad, descendiente de una estirpe real, se proclam¨® emir de Sevilla. Eran las primeras d¨¦cadas del a?o mil. Los reyes abad¨ªes se apoderaron del Algarve, Huelva, Algeciras, Ronda, Sevilla, C¨®rdoba, parte de Ja¨¦n y Murcia. Durante este largo periodo de tiempo, Sevilla se convirti¨® en un gran centro de cultura.
Al Mu¡¯tamid era el segundo hijo var¨®n, de los cerca de cuarenta, que tuvo su padre, Al Mu¡¯tadid. Al Mu¡¯tamid naci¨® en 1039 de una an¨®nima concubina en Beja, pero se crio en Sevilla una vez que su padre fue nombrado rey, al que sucedi¨® en 1069. A diferencia de su padre, de car¨¢cter m¨¢s duro, sanguinario e inflexible, el nuevo monarca era generoso, indulgente y muy culto. Cerca del rey, durante muchos a?os, estuvo Ibn Ammar, el Aben¨¢mar de los cristianos al que el gran historiador S¨¢nchez Albornoz le dedic¨® una novela, Ben Ammar. Nueve a?os mayor que ¨¦l, era simp¨¢tico, adulador, intrigante, soberbio, inteligente, culto y tambi¨¦n buen poeta. Primero ejerci¨® de maestro, luego de asesor pol¨ªtico con cargos muy importantes. Se dice que entre ambos hubo algo m¨¢s que una buena amistad, y as¨ª debi¨® de ser pues Al Mu¡¯tamid le perdon¨® permanentemente muchas decisiones y caprichos peligrosos para su reino, hasta que al final ¨¦l mismo lo mat¨®.
En el exilio, el rey-poeta sigui¨® componiendo versos extraordinarios, con una carga emocional, si cabe, incluso mayor que la de sus poemas anteriores. El poema que m¨¢s me conmueve es este titulado Llorar¨¢n por ¨¦l: ¡°Extranjero y cautivo en tierra de africanos, / llorar¨¢n por ¨¦l el cotrado y el mimbar; llorar¨¢n por ¨¦l los filos cortantes y las lanzas, / y derramar¨¢n l¨¢grimas abundantes; / llorar¨¢n por ¨¦l el roc¨ªo y el aroma en el Zahi y el Zahir,?/ sus palacios, que antes le buscaban y ahora le ignoran; / cuando se diga que, en Agmat, ha muerto su generosidad / y que no se puede esperar que vuelva hasta la Resurrecci¨®n. / (¡) ?Dios decrete en Sevilla la muerte m¨ªa, / y all¨ª se abran nuestras tumbas en la Resurrecci¨®n!¡±.
En Agmat pas¨® los cuatro ¨²ltimos a?os de su vida. Y a los poemas que compuso durante esta etapa de destierro Emilio Garc¨ªa G¨®mez los denomina como Eleg¨ªas de Agmat y los califica ¡ªy yo estoy totalmente de acuerdo¡ª como de los m¨¢s bellos poemas de dolor de la literatura universal.
El cautiverio de Al Mu¡¯tamid debi¨® de ser duro, pero probablemente el poeta lo exager¨® todav¨ªa m¨¢s. El dolor no es un dolor f¨ªsico, sino espiritual. Una personalidad tan repleta de cultura va a parar a un lugar inh¨®spito, solitario, sin nadie a quien poder dirigirse. Donde antes viv¨ªa entre palacios, ahora lo tiene que hacer entre chozas, cargando con cadenas (no sabemos si reales, probablemente, o metaf¨®ricas). La tumba siempre existi¨® en este lugar y Garc¨ªa G¨®mez se refiere a algunos visitantes ilustres a lo largo de los siglos posteriores. Por ejemplo, dos siglos y medio m¨¢s tarde fue descrita por Ibn Al Jatib (1360), cuando acompa?¨® en su destierro a Muhammad V de Granada y aprovech¨® esa estancia marroqu¨ª para acercase a la tumba ¡°que se halla en el cementerio de Agmat, sobre un mont¨ªculo, rodeada de un azufaifo loto, y a su lado se halla la tumba de su favorita I¡¯timad¡±.
Nada queda del cementerio ni del mont¨ªculo sino casas, calles sin asfaltar y una peque?a plaza improvisada por las construcciones delante de la entrada de la tumba rodeada de un muro. La existencia de la tumba est¨¢ testimoniada hasta el siglo XVII. Luego qued¨® en el imaginario local. En 1952, Garc¨ªa G¨®mez realiz¨® su propio viaje. De la misma manera que me sucedi¨® a m¨ª, no fue f¨¢cil encontrar el lugar. Un lugar que, como ya he comentado, no tiene nada que ver con el desierto, pues Agmat est¨¢ al pie del Atlas, al borde del r¨ªo Ourika, con una gran vegetaci¨®n y con un paisaje bell¨ªsimo. ¡°Es un rinc¨®n verde, bello y tranquilo, pero vulgar [yo no dir¨ªa tanto hoy], m¨¢s digno de albergar un placentero idilio de ¨¦gloga que un dram¨¢tico exilio regio, para el cual, en efecto, hubiese sido el desierto marco m¨¢s pat¨¦tico.
Gu¨ªa
C¨®mo llegar
Informaci¨®n
??Ryanair (www.ryanair.com) vuela a Marraquech desde Madrid y Girona a partir de 90 euros ida y vuelta.
??Vueling (www.vueling.com) vuela directo desde Barcelona, ida y vuelta desde unos 110 euros.
??Iberia (www.iberia.com) vuela directo desde Madrid, desde 211 euros ida y vuelta.
??Hertz (hertz.es) y Europcar (europcar.es) son dos opciones para alquilar coche a partir de 35 y 47 euros al d¨ªa, respectivamente.
??Turismo de Marruecos (www.visitmorocco.com).
El drama est¨¢ aqu¨ª en la contradicci¨®n¡±, escribe Garc¨ªa G¨®mez. Pero el arabista a¨²n habla de recorrer sendas rurales, no muy lejos del actual casco urbano, as¨ª como de una especie de antiguo cementerio abandonado ¡°y ya con pocas tumbas visibles¡±. Nada del cementerio vi, y hoy la tumba, el pante¨®n solitario, forma parte de esta peque?a aldea en periodo de expansi¨®n urban¨ªstica. Tampoco hay otero ni chumberas, y la descripci¨®n de Garc¨ªa G¨®mez dista mucho de la que yo acabo de hacer. Describe el arabista la tumba que vio de la siguiente manera: ¡°Era un cercado rectangular, hecho de tapial, ligeramente m¨¢s alto que un hombre de estatura corriente, de unos cinco metros de largo por unos tres de ancho, con una abertura creo que a poniente. Frente a la abertura, un murete de piedras, que no llegaba hasta ella, y m¨¢s bajo que el recinto, divid¨ªa ¨¦ste en dos ¡ªdigamos¡ª habitaciones: en la de la izquierda, el ¨¢ngulo noroeste, hab¨ªa un mont¨®n de piedras que nos dijeron ser la tumba de Mu¡¯tamid; y en el noreste, otro mont¨®n m¨¢s peque?o, que nos dijeron ser la tumba de I¡¯timad¡¡±.
Las piedras ya no existen, ni siquiera me imagino que bajo esas losas pueda haber hueso alguno; ni las habitaciones, ni la antigua configuraci¨®n, y quiz¨¢ el lugar es ya otro. El ¡°nuevo¡± mausoleo, digno de un rey a pesar de su sobriedad, es muy reciente. Impresiona mucho menos, por el orden y cuidado en que est¨¢, que las ruinas rom¨¢nticas vistas por Garc¨ªa G¨®mez. Hoy, aunque todo sea nuevo, y nada quede de lo original (o poco), nadie podr¨¢ decir que est¨¢ en lamentable abandono. Quiz¨¢ a Al Mu¡¯tamid le gustar¨ªa aquella dejadez, m¨¢s conforme a sus quejas po¨¦ticas, que esta placidez que se desprende del lugar. Despu¨¦s de siglos, ya nadie es extranjero donde reposa, pues aquella patria del exilio se ha convertido en la propia patria. El exilio tambi¨¦n es una patria.
??C¨¦sar Antonio Molina, exministro de Cultura, dirige La Casa del Lector.
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