Escalera hacia el para¨ªso
La Biblioteca Laurenziana de Florencia esconde dos?espacios extraordinarios del Miguel ?ngel arquitecto: la sala de?lectura y la escalera manierista
Llego a la estaci¨®n de Florencia, que est¨¢ tal cual la vi por vez primera hace d¨¦cadas. Sin aduanas, di¨¢fana, con las familias esperando a los viajeros. Salgo a la calle, casi en el centro del casco hist¨®rico, sin tener que subir o bajar escaleras o atravesar andenes. Hoy en d¨ªa, una maravilla. Y estoy ya en el Arno pac¨ªfico atravesando el Ponte Vecchio. Me esperan en la Biblioteca Laurenziana. El claustro es muy imponente y est¨¢ formado por galer¨ªas en dos pisos. El inferior, con arcos, mientras que el superior con arquitrabes, ambos apoyados sobre peque?as columnas de orden j¨®nico. El jard¨ªn, presidido por un esbelto naranjo, est¨¢ decorado con setos de boj.
La entrada en la Biblioteca se lleva a cabo por el claustro de Brunelleschi. Frente a esta naturaleza exuberante, de repente, una imponente y fr¨ªa escenograf¨ªa. En primer lugar, un vest¨ªbulo en el cual se utiliza la bicrom¨ªa entre la blanca pintura y el gris de la piedra de las escaleras. Escaleras ovaladas que me recuerdan a los caparazones de tortugas. Tienen el mismo color que ellas y aparentan su misma calma. El saber y el conocimiento se aprenden con lentitud. Aqu¨ª solo hay libros largos en un tiempo ya trepidante y de escasa atenci¨®n. Dos tramos de escaleras laterales que confluyen en una central. Ascender al saber. Escaleras abstractas, geom¨¦tricas, y en las paredes, grandes ventanales, tambi¨¦n grises, cegados. Arquitectura esculpida, cerebral, inquietante y exigente. Miguel ?ngel trata columnas gemelas y par¨¢stades, t¨ªmpanos, frisos y molduras como elementos pl¨¢sticos, como l¨ªneas de fuerza y tensi¨®n entre ellas. Estas escaleras nos est¨¢n indicando que si las subimos ya no estaremos lejos de la ansiada patria, sino en la verdadera que son las bibliotecas. All¨ª donde hay una ¨Cy esta es especial¨ªsima y casi ¨²nica¨C, el sabio tiene su patria, el sabio o el lector que tambi¨¦n puede llegar a serlo.
Fue el papa Clemente VII de M¨¦dici quien quiso, en el a?o 1523, que la biblioteca de la familia tuviera un lugar estable en San Lorenzo. Miguel ?ngel recibi¨® el encargo de dise?ar la sala donde conservarla. Durante 10 a?os trabaj¨® en este proyecto. Habi¨¦ndose trasladado a Roma en 1534, continuaron las obras Vasari y Ammannati siguiendo los planos de Buonarroti. ?C¨®mo simbolizar en el espacio la fuerza del libro, la lectura, la escritura y la imprenta? Como escultor, Miguel ?ngel luchaba desesperadamente contra la materia, contra el m¨¢rmol. Aqu¨ª, ese esfuerzo lo lleva a cabo contra el vac¨ªo. El vac¨ªo, el espacio, el aire como un bloque p¨¦treo al cual no s¨®lo hay que darle forma, sino tambi¨¦n dimensi¨®n. Este espacio del vest¨ªbulo y de las escaleras no s¨®lo es arquitect¨®nico y escultural, sino tambi¨¦n pict¨®rico. Miguel ?ngel compuso una perspectiva sobre la cual poder entrar. Se entra en el decorado de un cuadro y se desaparece en ¨¦l, porque solo desde los ¨²ltimos escalones percibimos que hay un m¨¢s all¨¢, y ese m¨¢s all¨¢ no es la fe del cielo, sino el raciocinio del conocimiento.
Todo lo que aqu¨ª se conserva fue hecho por el hombre, quiz¨¢s para saber m¨¢s de su mayor invenci¨®n: Dios. Subiendo estas escaleras, filos¨®ficas en su mudez, me acuerdo de aquella frase del maestro Eckhart: ¡°La ¨²ltima y suprema liberaci¨®n del hombre es dejar a Dios para ascender a Dios¡±. Estas escaleras transmiten una energ¨ªa espiritual, una escenograf¨ªa dram¨¢tica. Nosotros no ascendemos, sino que ellas nos ayudan a elevarnos no s¨®lo f¨ªsicamente, sino tambi¨¦n con el esp¨ªritu. Las dos escaleras laterales, si se siguieran hasta el fin, nos conducir¨ªan a lo profundo, a la ca¨ªda; pero al unirse con la central nos ascienden hacia el saber y la luz. Estas escaleras son el triunfo de la luz contra las tinieblas.
Arquetipos
La biblioteca contiene la colecci¨®n de libros y c¨®dices antiguos m¨¢s importante de Italia, y es tambi¨¦n una de las m¨¢s importantes bibliotecas del mundo. El n¨²cleo central est¨¢ constituido por vol¨²menes recogidos por los primeros M¨¦dici, tambi¨¦n siguiendo los criterios de humanistas como Vespasiano da Bisticci. En el a?o 1568, la biblioteca estaba terminada. Era propiedad de los M¨¦dici, pero estaba abierta a aquellas personas que quisieran consultarla. Si los Uffizi son el arquetipo de todos los museos, la Biblioteca Laurenziana lo es de todas las bibliotecas. El ambiente del siglo XVI est¨¢ aqu¨ª perfectamente mantenido a trav¨¦s de su primitiva originalidad. Suelos de ladrillo cocido, amarillo y rojo, dise?ados por Niccol¨° Tribolo, alumno de Miguel ?ngel; artesonados, vidrieras con el blas¨®n mediceo, paredes, bancos de estudio dibujados por el propio Miguel ?ngel.
Gu¨ªa
C¨®mo llegar
Informaci¨®n
? Vueling (www.vueling.com) enlaza Madrid y Barcelona con Florencia a partir de unos 130 euros, ida y vuelta.
? Gu¨ªa de Florencia (www.disfrutaflorencia.com).
? Biblioteca Laurenziana de Florencia (www.bml.firenze.sbn.it).
Hoy, la Laurenziana es un museo, el museo de una de las bibliotecas madres del mundo, con un fondo extraordinario. El?m¨¢s antiguo testimonio del Corpus iuris civilis, de Justiniano, transcrito poco despu¨¦s de su promulgaci¨®n en el a?o 534 despu¨¦s de Cristo; el Carme de Horacio comentado por Petrarca, la Divina comedia con anotaciones de Giovanni Villani, la L¨®gica de Arist¨®teles ilustrada con los retratos en miniatura de C¨®simo el Viejo y de Piero de M¨¦dici, el c¨®dice llamado del Biadaiolo, 2.500 papiros greco-egipcios y 43 ostrakas, entre los que destaca el ¨®stracon de Safo, del siglo II antes de Cristo, y un fragmento del papiro del siglo I antes de Cristo con los primeros versos de La cabellera de Berenice, de Cal¨ªmaco; el c¨¦lebre Virgilio mediceo con la subscriptio de Turcio Rubio Aproniano Asterio, c¨®nsul en el 494 despu¨¦s de Cristo, un evangelio siriaco copiado por el monje Rabula en el a?o 586 despu¨¦s de Cristo, entre otros cientos de piezas extraordinarias. Al final de esta gran bancada se abren otras salas hoy destinadas a exposiciones temporales. Con la que coincido est¨¢ dedicada a Boccaccio. En la propia Florencia hay otra exposici¨®n interesant¨ªsima, tambi¨¦n de car¨¢cter bibliogr¨¢fico, titulada Una volta nella vita. Incluye algunos de los tesoros ingentes de los archivos y de las bibliotecas de la ciudad. Est¨¢ en la Galleria Pallatina del Palazzo Pitti, frente a la casa que habit¨®, desde 1943 a 1945, el escritor y m¨¦dico Carlo Levi.
Borges, en Mis libros, perteneciente a La rosa profunda (1975), escribi¨®: ¡°Mis libros (que no saben que yo existo)?/ son tan parte de m¨ª como este rostro?/ de sienes grises y de grises ojos?/ que vanamente busco en los cristales?/ y que recorro con la mano c¨®ncava¡±. Borges es parte de esta biblioteca y de todas las bibliotecas del mundo. Es un evangelista de las mismas, un buen ejemplo frente a otros malos. Por ejemplo, el del gran escritor Thomas Bernhard: ¡°Los libros me abruman. Un solo libro me basta. Soy como un hombre que trabaja en una lecher¨ªa; probablemente no querr¨¢ mantequilla en su casa, ?no? Si tuviera cien o mil paquetes de mantequilla en su casa se volver¨ªa, probablemente, loco¡±. A veces, los escritores, incluso los grandes escritores que queremos y hemos le¨ªdo, dicen tonter¨ªas, contribuyen a la incultura, el salvajismo y la barbarie. Hay, desgraciadamente, otros ejemplos, pero solo voy a citar uno m¨¢s, Philip Larkin. No es poeta de mi devoci¨®n. El brit¨¢nico escribe en su poema Estudio de los h¨¢bitos de lectura: ¡°Los libros son un mont¨®n de mierda¡±. Y a?ade, por si esto no fuera poco: ¡°Ahora ya no leo mucho¡±. ?Uno se imagina a un m¨¦dico diciendo que no estudia los nuevos f¨¢rmacos de su especialidad? No. Pero un escritor puede vilipendiar a la propia literatura. A ambos los hubiera enviado a la Biblioteca Laurenziana, y all¨ª, atados a los bancos con las mismas argollas que anclan los libros, hacerles penar hasta la eternidad. M¨¢s raz¨®n tiene Tzvetan Todorov: ¡°El lector corriente, que sigue buscando en las obras que lee algo con lo que dar sentido a su vida, tiene raz¨®n cuando se enfrenta a los profesores, cr¨ªticos y escritores que le dicen que la literatura solo habla de s¨ª misma, o que solo ense?a a la desesperaci¨®n¡±. Biblioteca Laurenziana, ni siquiera la del m¨¢s all¨¢ podr¨¢ competir con ella. Quien la visite habr¨¢ alcanzado parte del para¨ªso.
C¨¦sar Antonio Molina, ex ministro de Cultura, dirige La Casa del Lector.
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