Dulce verano ruso de Mosc¨² a San Petersburgo
Del teatro donde estrenaba Ch¨¦jov en la capital de Rusia a las casas de Pushkin y Dostoievski en la antigua Leningrado
En Mosc¨² es f¨¢cil pasar del nuevo capitalismo ostentoso a casas de vecinos con placas de uralita en lugar de cristales, con portales que dan grima por su lobreguez, por sus paredes rotas, por sus escaleras desvencijadas¡ Entre la pobreza y el lujo, la parte monumental de la ciudad parece vivir, aparentemente al menos, un tiempo sin rasgu?os hist¨®ricos, empezando por el Kremlin, una imponente y pac¨ªfica fortaleza dominada por la abundancia de iglesias que en la ¨¦poca comunista fueron graneros. A las afueras de la muralla se abre paso la Plaza Roja, de indiscutible belleza, aunque en ella se enfrenten el Mausoleo de Lenin y las fantasmag¨®ricas efigies de los l¨ªderes comunistas a los suntuosos almacenes GUM, que parecen burlarse sin problemas de los s¨ªmbolos petrificados del comunismo difunto. Las c¨²pulas de la bas¨ªlica de San Basilio, en uno de los extremos de la plaza, ya pueden ahora ser libremente lo que siempre fueron, un portento multicolor para la vista y el anuncio de una religiosidad anta?o prohibida y ahora alegremente celebrada, con barroco esplendor.
La calle de Arbat Vieja est¨¢ atestada de tiendas demasiado tur¨ªsticas, pero, a la vez, conserva un aire de encantamiento parecido al de un paseo principal en una peque?a ciudad. En uno de sus callejones, entre multitud de grafitis y cuerpos tatuados, y c¨¢nticos conmemorativos, la polic¨ªa vigilaba de cerca a unos j¨®venes que recordaban al m¨²sico rockero Viktor Tsoi, cr¨ªtico con el r¨¦gimen, y que muri¨® en circunstancias a¨²n no esclarecidas. La calle de Arbat Nueva, paralela a la anterior, es un compendio de modernidad t¨ªpica de la Rusia nueva, donde, a modo de ejemplo, conviven una peque?a y maravillosa iglesia ortodoxa y una chirriante torre ultramoderna. No lejos, el Parlamento o Casa Blanca, junto a un afluente del Moscova, impone su arquitectura f¨¦rrea y despierta sin querer im¨¢genes turbulentas del golpe de Estado de 1991, con los ca?onazos impactando en su superficie y Yeltsin encaramado a un tanque organizando la resistencia a los ojos de todos.
El viajero debe acudir al teatro Bolsh¨®i como quien peregrina a una meca del arte, y debe acercarse a la calle de Kamergerski, perpendicular a la c¨¦lebre calle de Tverskaya. En ese callej¨®n peatonal y sublime est¨¢ el Teatro del Arte, decisivo en su d¨ªa para la escena teatral moscovita. Pensando en ¨¦l escribi¨® Ch¨¦jov sus lacerantes obras y por eso su estatua preside la calle. No lejos de all¨ª, caminando, se puede regresar a los alrededores del Kremlin, recorriendo sus murallas junto al Moscova, sent¨¢ndose en los bancos provincianos de los jardines Aleksandrovsky, catando la atm¨®sfera real de un d¨ªa en la vida veraniega de esa ciudad (?qui¨¦n ha dicho que inh¨®spita?). Atravesar el puente de los Patriarcas puede ser una tentaci¨®n para los que aman los r¨ªos, pero es una obligaci¨®n recorrer algunos de los andenes palaciegos del metro, regalo del r¨¦gimen comunista al pueblo sometido.
El tren nocturno nos lleva a San Petersburgo. El compartimento es m¨¢s bien una antigualla, como tantas cosas en Rusia, pero la atm¨®sfera me hace pensar en una vieja historia: los bufidos del tren de vapor trasladando a un personaje supremo: Ana Karenina. Los bufidos ahora son traqueteos a la vieja usanza que nos depositan en una ciudad atravesada por canales, que s¨ª recuerdan a ?msterdam o a Venecia, pero sin la herrumbrosa vejez de los palacios venecianos (San Petersburgo apenas tiene 300 a?os). La luz de la ciudad es c¨¢lida en verano y su temperatura est¨¢ templada por las suaves brisas marinas del B¨¢ltico.
El placer de las terrazas
Gu¨ªa
C¨®mo ir
Informaci¨®n
? Iberia (www.iberia.com) vuela directo a Mosc¨² desde Madrid, ida y vuelta desde 270 euros.
? Air Europa (www.aireuropa.com) vuela a Mosc¨² desde Madrid, ida y vuelta desde 290 euros.
? Vueling (www.vueling.com) vuela directo desde Barcelona, a partir de unos 230 euros.
? Aeroflot (www.aeroflot.com) tiene vuelos a Mosc¨² tanto desde Barcelona como desde Madrid, ida y vuelta, desde unos 300.
? Oficina de Turismo de Mosc¨² (moscow.ru/en/).
La avenida de Nevski es la arteria principal de la ciudad, una gigantesca e interminable calle con inacabables perspectivas que se ofrecen al caminante como un horizonte sin fin. Calles y plazas se abren a los lados, con su elegancia ligeramente a?osa, a veces reparada, otras a¨²n herida, con los c¨¦lebres desconchones de la nueva Rusia en su epidermis. Terrazas veraniegas supremas dan sentido al verano, antes de que lleguen las temibles lluvias del oto?o, tal como las describe magistralmente el poeta Joseph Brodsky. La casa Pushkin es elegante, sobria, acogedora, con la intimidad a la vista del escritor que todos adoran, incluido el salvaje Stalin, y no digamos el aristocr¨¢tico Nabokov, natural de esa ciudad. En la casa de Dostoievski, mucho menos lujosa, casi modesta, un tanto l¨®brega, permanecen las huellas vivientes de la respiraci¨®n del escritor junto a su ejemplar del Quijote traducido al ruso.
La iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada conserva la historia del asesinato en ella del zar Alejandro II, pero, frente a ese oscuro redoble, el esplendor actual arrasa y quema la sangre derramada en el lujo sacro del monumento. El Museo del Ermitage es una joya total, por fuera y por dentro. Una luz algo fr¨ªa, pero no inh¨®spita, propia del B¨¢ltico, se ceba con ¨¦l, incrementando los azules y amarillos hasta hacerlos estallar en calma acogedora. La pintura que albergan sus salas, con tarima crujiente y desgastada, es sublime en ocasiones: sobre todos, Rembrandt. La catedral de San Isaac es de visita obligada, pero mucho m¨¢s lo es la trama fluvial de la ciudad, cuyos canales la recorren con simetr¨ªa calculada, siempre atravesados por multitud de puentes de los m¨¢s diversos estilos, antes de llegar al r¨ªo Neva, que se pierde en el mar. Dijo Brodsky: San Petersburgo es la ciudad del agua y el agua puede ser considera como una forma condensada del tiempo. ?Tal vez por esa raz¨®n esta ciudad es tan misteriosa?
?ngel Rup¨¦rez es autor de la novela Sensaci¨®n de v¨¦rtigo (Izana Editores).
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