La caba?a de Tarz¨¢n en Nicaragua
Refugios de madera y bamb¨² en medio del bosque tropical. Los r¨ªos S¨¢balos y San Juan, la reserva de Indio Ma¨ªz y otros paisajes nicarag¨¹enses con el eco de los monos aulladores
Un grupo de zopilotes, veinte o treinta, se arremolina alrededor de una carro?a junto a la carretera. Unos cuantos, que no encuentran sitio mejor, aguardan sobre la calzada a que les toque el turno y no se apartan cuando llegan los coches, que tienen que maniobrar para evitarlos. Me hacen pensar en el paisaje semides¨¦rtico que tuvimos que atravesar para ir de Managua a Le¨®n, en las tierras abrasadas, en los animales esquel¨¦ticos que parecen moverse ¨²nicamente para encontrar con esfuerzo el lugar apropiado donde tenderse a morir.
Pero el trayecto de Managua hacia Boca de S¨¢balos es muy diferente. Por el camino, los animales, ese indicativo del bienestar de un pueblo, parecen sanos y bien alimentados: vemos caballos retozar, vacas con terneros lustrosos, perros que no tiemblan de hambre o de miedo, asnos sin trasquilones. Aqu¨ª la sequ¨ªa no ha causado los mismos estragos que m¨¢s al norte, estragos que hicieron llorar a una escritora costarricense participante en el encuentro literario Centroam¨¦rica Cuenta, en el que acabo de participar; entre hipos, con la cabeza apoyada contra el pecho de un colega alem¨¢n que no sab¨ªa qu¨¦ hacer con tanto desconsuelo, exclamaba: no lo soporto, no puedo soportarlo; tanta sangre para esto.
Hacia el sur la miseria, si la hay, no salta a la vista. Aunque se atraviesa alg¨²n poblado pobre, como ese en el que desde tabucos de madera pintada con colores chillones te ofrecen aguamiel al borde de la carretera, sin que se vea a nadie detenerse a comprar. Los tabucos llevan todos su nombre, la mayor¨ªa religioso: Bendici¨®n, El Para¨ªso ¡ªs¨ª, El Para¨ªso, ese min¨²sculo tenderete rodeado de casas tambi¨¦n min¨²sculas¡ª, Redenci¨®n. Ya en Managua me hab¨ªan llamado la atenci¨®n el Cyber Hosanna, la farmacia La Salvaci¨®n, la pulper¨ªa Dios te Gu¨ªe. Los nombres religiosos son omnipresentes en Nicaragua; quiz¨¢ por influencia de Ortega ¡ªy su mujer¡ª, que desde los carteles de propaganda gubernamental, tan abundantes como solo lo son normalmente en las dictaduras, proclama un pa¨ªs cristiano, socialista y solidario.
El alboroto de las aves
El paisaje va volvi¨¦ndose m¨¢s verde a medida que nos acercamos al r¨ªo San Juan. Dejamos la carretera del Norte, esa v¨ªa bien asfaltada y bien se?alizada que lleva hasta San Carlos, para dirigirnos por un camino de tierra a Boca de S¨¢balos, sobre el r¨ªo S¨¢balos. Desde all¨ª una barquita nos traslada a las caba?as en las que vamos a pernoctar, apenas un kil¨®metro r¨ªo abajo. La caba?a lleva el nombre de Tarz¨¢n, y no es dif¨ªcil imaginar al rey de los monos subido a este habit¨¢culo de madera y bamb¨² acodado sobre el mismo r¨ªo, en medio del bosque tropical. Los bramidos de los monos congo o aulladores y el alboroto de las aves, sobre todo al atardecer, acaban de completar la atm¨®sfera selv¨¢tica.
Bajamos en barca a la reserva biol¨®gica de Indio Ma¨ªz. Tenemos que navegar en zigzag porque las aguas van bajas y hay zonas en las que es posible encallar contra bancos de arena y de piedras. El r¨ªo San Juan es a esta altura ancho y tranquilo. Vemos garzas, cormoranes, orop¨¦ndolas, guacamayos, un caim¨¢n, monos congo hechos una bola pegados a sus ramas para protegerse de una lluvia que al parecer les incomoda m¨¢s que a nosotros. Un basilisco verde que, como su primo el lagarto Jesucristo, es capaz de correr sobre las aguas. La entrada a la reserva est¨¢ custodiada por un peque?o destacamento militar; la lucha contra el narcotr¨¢fico y los conflictos con Costa Rica han aumentado la presencia de soldados en la zona y, para bajar por el r¨ªo transportando gente, hay que pedir cada vez un permiso al Ej¨¦rcito.
El r¨ªo San Juan marca parte de la frontera entre Nicaragua y Costa Rica, que es objeto permanente de disputas entre los dos pa¨ªses. En un fallo de 2009 el Tribunal de La Haya conced¨ªa derechos de navegaci¨®n comercial a Costa Rica pero reafirmaba la soberan¨ªa de Nicaragua sobre las aguas del San Juan. Por eso aqu¨ª se dice que, cuando el r¨ªo crece, Nicaragua es m¨¢s grande. Aunque lo que tambi¨¦n se desborda hacia Costa Rica son los trabajadores ilegales que atraviesan el r¨ªo a escondidas.
La reserva Indio Ma¨ªz no es selva virgen. Solo sobreviven algunos de los grandes colosos que debieron de poblar este bosque tropical hace doscientos o trescientos a?os. Sin embargo, no deja de ser un bosque imponentemente denso y con una gran variedad de fauna y flora. En la reserva solo se pueden recorrer un par de senderos, salvo que se obtenga un permiso especial para cient¨ªficos. Selva adentro viven comunidades ind¨ªgenas a las que les est¨¢ permitido talar ¨¢rboles y cultivar sus parcelas de tierra.
Los animales, siempre elusivos, apenas se dejan ver en el par de horas que dura el recorrido: una pareja de agut¨ªes, un mono ara?a que pasea erguido por las ramas como un equilibrista, ruidosos monos congo, las enormes hormigas bala, varios ejemplares de ranitas blue jeans, que con ese nombre tan simp¨¢tico debido a sus patas azules ¡ªel cuerpo es rojo¡ª no hacen pensar en el veneno que pueden exudar, utilizado siglos atr¨¢s por los indios para impregnar las puntas de sus flechas. No vemos monos capuchinos, ni por supuesto tapires, ni mucho menos jaguares; todos ellos recorren esta selva, pero en general en zonas m¨¢s apartadas. Los tucanes, debido a la lluvia, prefieren mantenerse escondidos.
De regreso a S¨¢balos nos detenemos en El Castillo, un pueblecito al pie de una fortaleza construida por los espa?oles en 1675 como baluarte contra los piratas que una y otra vez remontaban el r¨ªo San Juan y cuyo objetivo ¨²ltimo era la conquista de Granada, donde se almacenaban las riquezas que los espa?oles expoliaban de estas tierras. Uno de los ¨²ltimos en intentar el ataque fue el entonces capit¨¢n Nelson, que conquist¨® la fortaleza, pero tuvo que rendirse ante la disenter¨ªa.
Gu¨ªa
C¨®mo ir
Informaci¨®n
? No hay vuelos directos entre Espa?a y Nicaragua. Con Iberia (www.iberia.com) se puede ir con una escala en San Salvador combinando con la aerol¨ªnea Copa, ida y vuelta a partir de unos 513 euros. Tambi¨¦n se puede volar, por ejemplo, con Delta o American Airlines con una escala en Estados Unidos.
? Turismo de Nicaragua (www.visitanicaragua.com).
El pueblo, aunque destino tur¨ªstico, es muy agradable. Los bares y restaurantes de madera causan una impresi¨®n de poblado tradicional. Las calles limpias, las maderas bien pintadas, los jardines cuidados. Hasta los colegiales que suben la cuesta hacia una escuelita aseada en medio de jardines parecen tan reci¨¦n lavados como sus ropas. En lo alto se encuentra la fortaleza, cuya restauraci¨®n parcial ha podido hacerse gracias a contribuciones de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional para el Desarrollo, que ha ayudado a potenciar el turismo sostenible en la regi¨®n, financiando tambi¨¦n la capacitaci¨®n de gu¨ªas y la accesibilidad a algunas zonas de inter¨¦s. En el peque?o museo se puede seguir la historia del r¨ªo desde los tiempos de la construcci¨®n del fuerte. El r¨ªo, entonces navegable desde el lago de Nicaragua hasta la desembocadura en San Juan del Norte incluso para barcos de vapor de tres pisos, fue una v¨ªa comercial importante.
Durante la fiebre del oro en California, atravesar el lago de Nicaragua y descender por el r¨ªo San Juan era la opci¨®n m¨¢s econ¨®mica y segura. Tres barcos oxidados son los residuos de aquella ¨¦poca: dos en el lecho actual del r¨ªo; la chimenea del tercero, en lo que es hoy tierra firme, asoma entre los ¨¢rboles. El empresario norteamericano Cornelius Vanderbilt ya propuso construir un canal que atravesase Nicaragua del Atl¨¢ntico al Pac¨ªfico, pero no consigui¨® suficientes inversores. Los planes se archivaron tras la construcci¨®n del canal de Panam¨¢, aunque el Gobierno sandinista lleva a?os queriendo construir un canal que discurrir¨ªa m¨¢s al norte, proyecto que ha conseguido excitar los ¨¢nimos en el pa¨ªs: el poeta Ernesto Cardenal es uno de sus m¨¢s furibundos opositores.
Al d¨ªa siguiente remontamos unos kil¨®metros el San Juan en direcci¨®n hacia el inmenso lago de Nicaragua para adentrarnos en kayak en el Bocanegra, un estrecho r¨ªo sobre el que los ¨¢rboles tropicales forman un palio habitado por varias especies de monos, m¨¢s f¨¢ciles de avistar que en la reserva. Nos despediremos del r¨ªo San Juan tres d¨ªas despu¨¦s de haber llegado a ¨¦l. Por la tarde vemos esa incre¨ªble nube de mosquitos amarillos que asciende en tromba por el medio de la corriente, todos los d¨ªas a la misma hora, millones de ellos con un destino que nadie sabe explicarme. Luego comienza el griter¨ªo de los p¨¢jaros buscando acomodo en la jungla. El rugido de los monos congo. El lento chapoteo de los pescadores artesanales que echan sus redes, esperando no volver a sacar otra vez peces diablo, una especie invasora que est¨¢ acabando con las dem¨¢s. Anochece. Se hace un silencio relativo en la selva. Alg¨²n grito. Ranas croando. Cae la niebla, y all¨ª sigue a¨²n, desti?endo el verde de los ¨¢rboles y el azul del cielo, cuando nos levantamos a la ma?ana siguiente y nos montamos en la panga que nos llevar¨¢ a San Carlos.
Jos¨¦ Ovejero es autor de La ¨¦tica de la crueldad (Premio Anagrama de Ensayo en 2012).
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