Otros caminos de Santiago
El Lebaniego, el de la Costa, el Primitivo y el Vasco-Riojano. Cuatro rutas hacia Santiago de Compostela que acaban de ser declaradas patrimonio mundial de la Unesco
Lo de caminante no hay camino, se hace camino al andar es una verdad muy anterior a Machado. Lo demostraron los peregrinos medievales en su discurrir hacia Compostela. Para cada uno de ellos ¡°su¡± Camino de Santiago empezaba en la puerta de su casa, por lo que se trazaron casi tantos caminos como viajeros hubo. De todos ellos el m¨¢s concurrido y famoso es el llamado Camino Franc¨¦s, la ruta compostelana cl¨¢sica y archiconocida que pasa por Pamplona, Logro?o, Burgos y Le¨®n. Pero hay otras muchas m¨¢s rutas jacobeas. A principios de este mes de julio la Unesco decidi¨® ampliar a cuatro de ellas el reconocimiento de patrimonio mundial, que ya ostentaba el Camino Franc¨¦s desde 1993.
Son el Camino de la Costa, el Camino Primitivo, el Camino Vasco-Riojano y el Camino Lebaniego, todos ellos sendas de peregrinaci¨®n que discurren por el norte de la pen¨ªnsula a trav¨¦s de parajes cargados de historia y belleza. Solo que mientras las flechas amarillas de los tres primeros llevan a Compostela, las granate del Lebaniego dirigen los pasos hasta el monasterio de Santo Toribio de Li¨¦bana, uno de los escenarios m¨¢s sugerentes de la Cordillera Cant¨¢brica, en la provincia de Cantabria.
Camino Lebaniego
De los muchos cenobios y peque?os monasterios que hubo en la comarca c¨¢ntabra de Li¨¦bana durante la ¨¦poca en que parte de la pen¨ªnsula estaba en manos musulmanas y luego durante la Reconquista, uno adquiri¨® especial protagonismo: el que reg¨ªa una comunidad de benedictinos en torno a la figura de San Toribio de Turieno, en la ladera del monte Viorna, cerca de donde luego crecer¨ªa Potes. Con el tiempo pasar¨ªa a ser el monasterio de Santo Toribio de Li¨¦bana, que entre los siglos X y XII expandir¨ªa su influencia por toda la comarca gracias a las donaciones de tierras hechas por la realeza.
La iglesia original rom¨¢nica result¨® mutilada por las reformas que la comisi¨®n de Regiones Devastadas hizo en 1957, pese a lo cual forma un conjunto muy homog¨¦neo e integrado en el paisaje.En su interior se conserva el Lignum Crucis, al que la leyenda considera uno de los mayores trozos de la cruz de Cristo. Pese a su humilde porte, Santo Toribio comparte con otros grandes centros de la Cristiandad ¡ªcomo Roma, Santiago de Compostela, Caravaca de La Cruz y Jerusal¨¦n¡ª el privilegio del Jubileo. Se lo otorg¨® el Papa Julio II en 1512 y contempla la indulgencia plenaria (el perd¨®n de la penitencia por los pecados cometidos) a todos los que ¡°estando confesados, visiten alguna de las capillas del monasterio¡± aquellos a?os en que la fiesta del santo, el 16 de abril, caiga en domingo.
Por eso Santo Toribio atrajo caminantes desde tiempos inmemoriales que terminaron por establecer caminos de peregrinaci¨®n lebaniegos. El tradicional ¡ªy ahora reconocido por la Unesco¡ª empezaba en la costa, en San Vicente de la Barquera, y entraba al macizo por los valles del Nansa y de Lamas¨®n (a¨²n no exist¨ªa la carretera por el desfiladero de la Hermida). La moderna ruta est¨¢ completamente se?alizada desde Santander, desde donde hay unos 120 kil¨®metros hasta el monasterio, f¨¢ciles de salvar en cinco d¨ªas.
Las tres primeras jornadas discurren en paralelo al mar y coinciden con el Camino de Santiago del Norte. En la aldea de Hortigal, a la salida de San Vicente, se interna hacia la monta?a por la cuenca del r¨ªo Nansa. Pasa por Cades y Quintanilla para salvar luego un collado y entrar en el valle de Li¨¦bana por Lebe?a y Potes. Un itinerario fant¨¢stico que permite descubrir las aldeas y las gentes del interior de Cantabria.
Camino de la Costa
El tercero de los caminos jacobeos m¨¢s transitados (13.393 peregrinos en 2013; 6,20% del total) empieza en el puente internacional que cruza el r¨ªo Bidasoa en la frontera franco-espa?ola de Ir¨²n. Es una de las rutas m¨¢s bellas a Santiago y la m¨¢s aconsejable para hacer en verano, ya que circula en paralelo a la costa cant¨¢brica, ba?ada en olores a yodo, salitre y algas, sonorizada por el estridente graznido de las gaviotas, ondulada como los prados verdes y las colinas que atraviesa, muchas de las cuales van a morir directamente al mar. Y mucho m¨¢s solitaria y aut¨¦ntica que la concurrida ruta tradicional.
En su transitar desde Ir¨²n hasta la plaza del Obradoiro, el Camino de la Costa pasa por ciudades como San Sebasti¨¢n, Bilbao, Santander, Oviedo o Lugo, pero tambi¨¦n por parajes perdidos en las rugosidades de la Cordillera Cant¨¢brica donde al peregrino moderno le espera casi la misma carga de misterio, belleza y soledad que soportaron los caminantes medievales. Le aguardan, por ejemplo, numerosas r¨ªas, siempre perpendiculares a la ruta, que, como ya ocurri¨® en la Antig¨¹edad, obligar¨¢n a dar grandes rodeos en busca de un puente por el que vadearlas ante la ausencia de aquellas famosas barcas que dieron servicio hasta la baja Edad Media y que tanto contribuyeron a la picaresca y al enga?o sobre los solitarios y desvalidos peregrinos.
Le aguardan bah¨ªas gigantescas, como las de Santander y Santo?a; puertos de monta?a que se cubren de nieve en invierno, como el del Palo; zonas infranqueables tomadas por zarzas y espinos; un terreno quebrado y una climatolog¨ªa cambiante. Factores todos ellos que junto a la ausencia de n¨²cleos de poblaci¨®n importantes en la cornisa hasta bien entrada la Edad Media ¡ªBilbao, por ejemplo, no fue fundada hasta 1300¡ª, hicieron de este Camino del Norte una ruta m¨¢s dura y menos utilizada que el Camino Franc¨¦s.
Como sostiene el historiador Ur¨ªa Riu en su libro Las peregrinaciones a Santiago de Compostela: ¡°Ni la diplomacia ni la arqueolog¨ªa nos proporcionan elementos de juicio suficientes para poder afirmar que la ruta de la costa haya sido frecuentada casi hasta la mitad del siglo XIII, sobre todo por los extranjeros¡±. Sin embargo, para quienes aman los caminos a Santiago, para los aut¨¦nticos peregrinos, todo esto m¨¢s que un problema es un acicate para iniciar la gran aventura de viajar a Santiago a trav¨¦s de una ruta salvaje y poco transitada a trav¨¦s del m¨¢s verde y h¨²medo norte peninsular.
Poco antes de llegar a Oviedo, en una peque?a aldea llamada Casquita, el camino se divide en dos. El Camino de la Costa o del Norte sigue bordeando el litoral por Gij¨®n, Avil¨¦s y Luarca hasta la r¨ªa del Eo ¡ªfrontera con Galicia¡ª, desde donde dobla hacia el sur en busca de Compostela. Fue usado sobre todo por viajeros que arribaban por barco a puertos del occidente asturiano y de la costa de Lugo. La segunda opci¨®n deja en Casquita el sabor a mar para internarse hacia el interior de Asturias por San Salvador de Valdedi¨®s en busca de Oviedo, antigua capital del reino astur y ciudad clave en la historia de las peregrinaciones. La C¨¢mara Santa de la catedral de Oviedo ¡ªllena de reliquias de santos¡ª fue en s¨ª meca de peregrinos desde la Antig¨¹edad. De ah¨ª la famosa rima: ¡°Qui¨¦n va a Santiago / y no va al Salvador / visita al criado / y deja al Se?or¡±.
Camino Primitivo
Oviedo es precisamente el inicio del Camino Primitivo, el que todos los historiadores coinciden en se?alar como la m¨¢s antigua ruta de devoci¨®n a Compostela. Cuando en el a?o 813 el pastor Pelaio descubri¨® los supuestos restos del Ap¨®stol Santiago, el rey que gobernaba sobre aquellas tierras se llamaba Alfonso II el Casto y ten¨ªa su corte en Oviedo. Enterado el monarca, quiso acudir en persona a comprobar la importancia del hallazgo, por lo que en septiembre del 829 hizo las maletas y junto a su corte dej¨® atr¨¢s las murallas ovetenses por el viejo camino de Galicia, que circulaba por Grado, Salas, Tineo, Allende y el puerto del Palo aprovechando antiguas calzadas romanas.
Comenzaba as¨ª ¡ªsin que sus protagonistas tuvieran conciencia de ello¡ª la primera peregrinaci¨®n a Santiago de Compostela ¡ªque por entonces, obviamente, ni exist¨ªa¡ª y con ella la apertura del primer Camino de Santiago. Por eso se le conoce como el Primitivo. Una ruta tan famosa y frecuentada durante siglos que pudo ser reconstruida con fidelidad para que ahora las flechas amarillas conduzcan a los modernos caminantes casi por los mismos lugares por los que desfil¨® la comitiva de Alfonso II el Casto.
El Camino Primitivo es, sin duda, el tramo m¨¢s hermoso de todos los caminos del norte. Una vez dejada atr¨¢s la costa, con su carga de asfalto, ciudades tur¨ªsticas, complejos hoteleros y exceso de servicios, el Camino Primitivo brinda al peregrino del siglo XXI unas briznas, peque?as pero intensas, de lo que tuvo que ser el viaje en aquellos duros a?os del medievo.
Sendas entre h¨²medos y oscuros bosques de casta?os, parajes olvidados por el tiempo, monasterios y cenobios, aldeas fantasmales donde nunca se ve un alma, carreiros llenos de barro y bostas de vacas y peque?as iglesias rurales de sillares de granito salpicados de l¨ªquenes y musgo, con sus cruceiros, su espada?a y su cementerio alrededor. Ser¨¢ as¨ª el decorado que envuelve las ocho etapas que separan Oviedo de Lugo y continuar¨¢ siendo as¨ª cuando las murallas romanas de la capital lucense queden ya en el recuerdo y la ruta d¨¦ sus ¨²ltimos suspiros siguiendo la sombra de la calzada romana que un¨ªa Lucus con Iria Flavia por el coraz¨®n de la Galicia m¨¢s profunda.
El Camino Primitivo no va directo a Compostela. Desemboca en el Franc¨¦s a la altura de Melide. Es un momento siempre contradictorio para los romeros que vienen por este Camino Primitivo. Por un lado, les invade la alegr¨ªa de la inminencia de Compostela, el fin de la aventura. Pero por otro les cae un jarro de agua fr¨ªa, sobre todo si viajan en verano, al comprobar que la paz, el sosiego y los soliloquios que acompa?an la desconocida ruta del Norte no tienen cabida en el masificado vial franc¨¦s, que a esas alturas a veces parece m¨¢s una romer¨ªa. Es el precio a pagar por una mayor compa?¨ªa.
Camino Vasco-Riojano
Es la ruta jacobea con m¨¢s nombres: llamada oficialmente Camino del Interior Vasco-Riojano, tambi¨¦n es conocida como Camino Vasco, Ruta de Bayona o Camino del t¨²nel de San Adri¨¢n. En realidad es un ramal poco conocido y frecuentado que conecta Ir¨²n -el inicio del Camino de la Costa- con el Camino Franc¨¦s en Santo Domingo de la Calzada o en Burgos, seg¨²n la variante que se tome. Pero en los albores de las peregrinaciones fue un camino importante y con identidad propia que muchos viajeros usaban para acceder de manera segura desde el paso fronterizo de Bayona (de ah¨ª uno de sus apelativos) hacia el interior de la meseta castellana. Sean cuales sean sus or¨ªgenes, permit¨ªa a los viajeros llegar directamente al monasterio de Santo Domingo de la Calzada, en La Rioja, muy famoso a finales de la Edad Media por el milagro del ahorcado y la gallina que cant¨® despu¨¦s de asada.
La ruta tiene unos 210 kil¨®metros, que se pueden hacer f¨¢cilmente en ocho etapas, y parte de Ir¨²n. Pasa por Hernani, Tolosa, Zerain, Salvatierra, Vitoria, La Puebla de Arganz¨®n y Haro, y de all¨ª a Santo Domingo de la Calzada. Existe una variante que se desv¨ªa antes de Haro y va por Miranda de Ebro para unirse la Camino Franc¨¦s en Burgos.
Es sin duda la m¨¢s desconocida de las cuatro rutas reci¨¦n galardonadas por la Unesco, pero no por ello la menos interesante. Permite descubrir las intimidades rurales del Pa¨ªs Vasco, pasa por ciudades con gran patrimonio hist¨®rico -como Vitoria, Burgos o Santo Domingo de la Calzada- y por parajes naturales de gran inter¨¦s como el parque natural de Aitzkorri-Aratz, el desfiladero de Pancorbo o los vi?edos de la Rioja Alta.
Gu¨ªa
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