Buceando con el tibur¨®n blanco en Sud¨¢frica
Inmersi¨®n con jaula en aguas de Gansbaai, cerca de Hermanus, para un intenso encuentro con el gran depredador del mar
Walker Bay, la bah¨ªa del caminante, en el Cabo Occidental (Sud¨¢frica), y Hermanus, su poblaci¨®n principal, son reconocidos mundialmente como uno de los mejores lugares del mundo para avistar cet¨¢ceos desde tierra firme. Esta bah¨ªa es tambi¨¦n el lugar id¨®neo para sumergirse en el agua para ir al encuentro del gran tibur¨®n blanco. Los m¨¢s profesionales solo precisan del agua y escualos. Para los inexpertos, o para quienes no se f¨ªan un pelo de los mayores depredadores marinos, el avistamiento desde una jaula es la mejor opci¨®n.
La aventura comienza en el mismo hotel, en Hermanus, aunque el barco zarpe desde Gansbaai, un peque?o puerto al otro lado de la bah¨ªa. El conductor recoge a los viajeros y conduce por una carretera esc¨¦nica, deteni¨¦ndose en diversos miradores con vistas espectaculares sobre Walker Bay. Desde all¨ª podemos observar ya c¨®mo varias ballenas juguetean sobre las olas. Podr¨ªa parecer que la excursi¨®n ha sido para entonces un ¨¦xito, pero en realidad solo acaba de empezar. Reanudamos el camino para cubrir los pocos kil¨®metros que nos separan de Gansbaai.
Ya en el puerto, algo destartalado, nos recibe una gu¨ªa vestida con neopreno y un fuerte acento afrik¨¢ans. Las empresas dedicadas al buceo con tiburones en Gansbaai llevan unos veinte a?os realizando este tipo de encuentros entre turistas y escualos y si alguna vez estos se comieron a alguien, no lo anunciaron. Eso s¨ª, en la pared de su oficina en el puerto cuelgan fotos un tanto inquietantes del gran tibur¨®n blanco. Tambi¨¦n se exponen mand¨ªbulas aqu¨ª y all¨¢, as¨ª como retratos de celebrities y miembros de la realeza que realizaron la inmersi¨®n. As¨ª que si Brad Pitt pudo hacerlo¡ ?por qu¨¦ no tambi¨¦n nosotros?
Mientras esperamos a que se complete el grupo, la gu¨ªa que dirigir¨¢ la excursi¨®n va preguntando y repartiendo trajes de neopreno entre los asistentes. Tambi¨¦n nos ofrecen caf¨¦, t¨¦ y un aperitivo ligero antes de darnos las indicaciones de seguridad pertinentes y las normas de comportamiento en alta mar: no dar de comer al tibur¨®n, no meter la mano en el agua y, cuando est¨¦s dentro de la jaula, nunca, nunca sacar las extremidades fuera de la zona de seguridad.
Con el est¨®mago un poco revuelto (?habr¨¢ sido el caf¨¦?) embarcamos en un peque?o barco rumbo al centro de la bah¨ªa. La jaula, que sin duda ha visto d¨ªas mejores, ocupa una buena parte de la cubierta principal, y en torno a ella nos sentamos como podemos. La tripulaci¨®n, tres alegres sudafricanos, sonr¨ªen y charlan entre ellos durante el viaje, mientras que los rostros de nuestros compa?eros de aventura se presentan serios. Unos delfines nos acompa?an durante algunos minutos. Tras una media hora, fondeamos en medio del mar.
Informaci¨®n
Lo m¨¢s c¨®modo y f¨¢cil es organizarlo todo con una agencia local. Aunque existen varias opciones, Percy Tours (+27 720628500; travel@percytours.com) tiene una merecida fama de ser la mejor. Tampoco defraudar¨¢ Whale Coast Tours (+27 824374838; info@whalecoasttours.com). Ambas empresas cuentan con muchos a?os de experiencia a sus espaldas.
Mientras nos ajustamos los trajes de buceo, la tripulaci¨®n baja la jaula al agua y prepara cubos de un brebaje del diablo a base de tripas y sangre de pescado, que echan por la borda para atraer a los tiburones. Eso s¨ª, lo que atrae al instante son gaviotas. ¡°Si alguien se est¨¢ beneficiando de este negocio son las malditas gaviotas¡±, vocea nuestra gu¨ªa.
Siete voluntarios van en primer lugar. La expectaci¨®n es palpable. Un marinero maneja una ca?a con una enorme cabeza de pescado que sirve como cebo. ¡°?Uno, uno!¡± grita alguien. A voces, nuestra l¨ªder nos ordena meternos en la jaula, como si de un zafarrancho de combate se tratase. ¡°?Abajo, abajo!¡±, grita cada vez que los escualos se acercan a la jaula. Una gran bocanada de aire y nos sumergimos. ?No lo hab¨ªamos comentado antes¡? La inmersi¨®n es a pulm¨®n.
El primer buceo es un tanto ca¨®tico. La visibilidad es adecuada, pero uno no sabe muy bien hacia d¨®nde mirar, sobre todo porque al principio uno no sabe muy bien donde est¨¢n los l¨ªmites de la jaula y est¨¢ m¨¢s pendiente de no sacar manos o pies fuera de la misma. La confusi¨®n se disipa cuando, delante de tus narices, aparece un tibur¨®n blanco de unos dos metros de largo, nadando alrededor de la jaula. Aparece como una sombra, ganando claridad y desapareciendo r¨¢pidamente. Cada avistamiento dura apenas un par de segundos, pero en cada uno de ellos te deja sin aliento, algo ciertamente problem¨¢tico cuando est¨¢s sumergido.
El tiempo en la jaula se alterna entre los participantes, para que todos tengamos oportunidad de mirar cara a cara al gran depredador. Desde la cubierta las vistas tambi¨¦n son incre¨ªbles. S¨®lo hay que seguir al cebo con la mirada y disfrutar. La gu¨ªa explica mientras tanto que no alimentan a los tiburones, solo los tientan, algo que uno de los escualos que nos visita no se toma demasiado bien. De repente ataca la jaula a mand¨ªbula abierta y con un par de aleteos furiosos.
La segunda inmersi¨®n es m¨¢s relajada. Ya sabes lo que espera ah¨ª abajo, y cu¨¢ndo debes esperarlo. Casi puedes anticiparte al gran blanco. Tambi¨¦n logras percibir nuevos detalles, como la cantidad de sardinas nadando a nuestra espalda, bajo el casco.
Finalmente, la temperatura del agua puede con nuestras ganas de seguir contemplando a los escualos. La tripulaci¨®n nos ofrece toallas mientras recupera la jaula. Rumbo a Gansbaai alguien descubre unas cajas con s¨¢ndwiches, patatas fritas, agua y refrescos. Todo sabe a gloria. Con el pelo h¨²medo, sal en los labios, extremidades intactas y una experiencia ¨²nica, regresamos a puerto.
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