Buscando a Dr¨¢cula en Cartagena
Ruta por la ciudad murciana siguiendo el rastro de un misterioso noble balc¨¢nico y una l¨¢pida marcada con un murci¨¦lago
Dice la leyenda que, a finales del siglo XIX, lleg¨® al puerto de Cartagena (Murcia) un misterioso ata¨²d vac¨ªo y sin due?o. Reclamado desde A Coru?a unos d¨ªas despu¨¦s, la caja sali¨® de los tinglados para recorrer la pen¨ªnsula siguiendo un curioso itinerario marcado por extra?as muertes en las diferentes escalas que realiz¨®, de Almer¨ªa a Toledo y luego a Santillana del Mar y Comillas. Al llegar a la ciudad gallega, nadie fue a recogerlo, pero un noble serbio que se alojaba en una posada de la calle Mayor de Alhama de Murcia -y al que nadie ve¨ªa mientras no se hab¨ªa puesto el sol- dijo que el f¨¦retro era suyo, y el caj¨®n regres¨® al sur. Pasado un tiempo, el misterioso arist¨®crata desapareci¨® del pueblo y el ata¨²d fue enterrado en un cementerio de Cartagena, quiz¨¢ en el de Santa Luc¨ªa, en una tumba se?alada por un murci¨¦lago en la l¨¢pida.
Estamos desayunando en la terraza del palacio de congresos de El Batel, en el paseo Alfonso XII, con maravillosas vistas al puerto de Cartagena, y un murci¨¦lago perdido entre los asientos del auditorio ha tra¨ªdo consigo esta historia. Surge entonces la pregunta. ?Estuvo Dr¨¢cula en Cartagena? Decidimos descubrirlo.
Cementerio con olor a salitre
Santa Luc¨ªa, como buen barrio marinero, se mueve entre la sordidez y el encanto. Su origen se remonta a los primeros a?os de la dominaci¨®n romana de la ciudad, y sus habitantes siguen convencidos de que fue en su d¨¢rsena donde desembarc¨® el ap¨®stol Santiago en el a?o 36 de nuestra era, cuando vino a predicar el cristianismo en la pen¨ªnsula. Como conmemoraci¨®n del discutido hecho ¨Cno existen pruebas hist¨®ricas¨C, en un lienzo de la torre de la iglesia, consagrada a la memoria del Zebedeo, se conserva una l¨¢pida con la inscripci¨®n: EX HOC LOCO ORTA FUIT HISPANIAE LUX EVANGELICA (¡°desde este lugar naci¨® para Espa?a la luz del Evangelio¡±). Tambi¨¦n estuvo en el barrio Cervantes, parece, haciendo la cuarentena al regreso de su cautiverio en Argel. Concretamente, en la desaparecida residencia de los padres mercedarios de la ermita de San Juli¨¢n, a los pies del monte hom¨®nimo, que serv¨ªa de escala y albergue para los cautivos redimidos por los frailes en ?frica.
En Espa?a no se lleva demasiado lo de visitar cementerios, pero lo cierto es que el de este barrio, Nuestra Se?ora de los Remedios, al que la Comisi¨®n Beltr¨ª 2012 (+34 645 741 042, +34 606 813 010; beldridosmildoce@gmail.com) organiza visitas guiadas, sin ser P¨¨re-Lachaise o La Recoleta atesora importantes ejemplos de arquitectura funeraria, como los panteones de Pedro Conesa, Celestino Mart¨ªnez o las familias Aguirre y Rolandi. Tambi¨¦n la tumba de Isaac Peral, cuyo sumergible se puede visitar en el Museo Naval de la ciudad (paseo Alfonso XII, s/n; +34 968 127 138), o la del torero Gavira. Vemos esculturas antiguas y modernas, preciosos relieves, unas cuantas g¨¢rgolas y l¨¢pidas en las que, siguiendo una tradici¨®n ancestral, se han tallado las llaves que los romanos utilizaban ya hace dos mil a?os para abrir el inframundo. Pero, eso s¨ª, ning¨²n murci¨¦lago.
Soldadito fundido con fantasmas
La Autoridad Portuaria de Cartagena (Plaza H¨¦roes de Cavite; +34 968 325 800) tampoco sabe nada de este ata¨²d. Y entre los fantasmas de la ciudad, como el del parque Torres o el novio soldado del callej¨®n de la Soledad ¨Cla compa?¨ªa Ditirambo realiza visitas teatralizadas nocturnas de estas historias¨C, no se encuentra el de un noble del este europeo. Pero, preguntando por ¨¦l, s¨ª aparecen otros visitantes ilustres del puerto, como el Gran Duque Alejo, hijo del zar Alejandro II, y Hans Christian Andersen, padre de El soldadito de plomo.
Seguimos el rastro del cojo soldadito hasta el centro. Cuenta Andersen en su Viaje por Espa?a que fue acogido en la ciudad por Bartolom¨¦ Spottorno Mar¨ªa, agente consultar de Dinamarca en Cartagena, adem¨¢s de futuro suegro de Ortega y Gasset y abuelo del fundador del diario EL PA?S, Jos¨¦ Ortega Spottorno. La casa de los Spottorno, vendida por la familia, fue a principios del siglo xx una tienda de efectos navales, con fama de vestir todos los barcos del puerto. Hoy alberga una encantadora cafeter¨ªa de estilo vintage, bautizada como el cuento, El soldadito de plomo, (Pr¨ªncipe de Vergara ; +34 868 068 304). Con el local, sus propietarios, Tania y Antonio, han querido homenajear no solo al escritor, sino tambi¨¦n la ascendencia panadera de ella, heredera de los Moral, creadores de algunas de las exquisiteces que se encuentran en las pasteler¨ªas de toda la regi¨®n, como la bechamela.
No podemos irnos de aqu¨ª sin visitar, a la vuelta de la esquina, el museo del Teatro Romano, en la Plaza del Ayuntamiento, que incluye un recorrido por el interior del monumento y culmina en las gradas. Y, ya que estamos, por qu¨¦ no seguir con una mini ruta modernista por la calle Mayor, que nos lleve ante la casa Cervantes (en el n¨²mero 11), de hermosos miradores blancos, primera obra del arquitecto V¨ªctor Beltr¨ª; el contiguo Casino, antigua casa del marqu¨¦s de Casatilly, con un hermoso patio; la casa Llagostera (en el n¨²mero 25), de 1916, con decoraci¨®n cer¨¢mica de inspiraci¨®n valenciana, obra de Gaspar Polo, y el Gran Hotel (Jara, 31), de influencia vienesa y francesa, obra tambi¨¦n de Beltr¨ª, pese a la leyenda de que la forja es de Gustave Eiffel.
Recapitulando, un ap¨®stol, un manco, un gran duque de Rusia, un cuentista famoso y el dise?ador de la, probablemente, torre m¨¢s famosa del mundo, pero de vampiros, ni rastro. Derrotados por el momento, nos vamos de aperitivo a la calle Canales, de doble referencia literaria, pues su local de m¨¢s abolengo, la Posada de Jamaica (Huerto del Carmen 1; +34 666 995 235), no solo se llama as¨ª por la novela de Daphne du Maurier, sino porque a ella alude Arturo P¨¦rez-Reverte en La carta esf¨¦rica. Nosotros optamos por el verm¨² casero acompa?ado de encurtidos y el gazpacho marinero en El Vinagrillo (Canales, 20; +34 661 253 044), antes de acercarnos a comer a La Marquesita (Plaza Alcolea 6; +34 968 507 747), final noble, a la altura de las circunstancias, para una investigaci¨®n que ya tiene pr¨®xima parada: Alhama. Pero eso ser¨¢ otro d¨ªa.
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