Buenavista Country Suites, descanso orogr¨¢fico

Gonzalo Bethencourt se acerca a la suite con dos canastas en jarras. Lleva elaboraciones culinarias de proximidad, muchas de ellas hechas en casa, con una instrucci¨®n lit¨²rgica que de por s¨ª abre el apetito a la hora del desayuno. Su mujer, Mayca, elabora las mermeladas, cuida las gallinas que dar¨¢n esos sabrosos huevos de corral, la miel de sus propios panales, la reposter¨ªa, el yogur con pl¨¢tanos, los higos, los guayabos, las naranjas amargas... De un vecino son los quesos, el pan, la cuajada, el tomate para untar el pan. Todo sabe rico, rico. Incluso el dulzor lejano de las parras de malvas¨ªa, semienterradas en los caracter¨ªsticos cuencos l¨¢vicos que conforman el paisaje volc¨¢nico de La Geria, en Lanzarote.

Gonzalo y Mayca han creado en esta zona vitivin¨ªcola por excelencia del interior lanzarote?o un para¨ªso del turismo rural, m¨¢s aut¨¦ntico que nunca, m¨¢s original que cualquier remedo hist¨®rico, esencial y tranquilo frente al bullicio de algunos tramos del litoral tur¨ªstico. Su casa se mimetiza con el malpa¨ªs volc¨¢nico que alimenta un vi?edo propio de diez hect¨¢reas dedicado hoy al descanso y al libre esparcimiento de los enamorados de Lanzarote. Una finca en la que todo el agua se recicla, las habitaciones se iluminan con energ¨ªa solar y las estufas cerradas proveen la climatizaci¨®n que las noches invernales reclaman.

Las dos ¨²nicas suites han sido dise?adas sobre las ruinas de unos antigua almacenes por el arquitecto conejero N¨¦stor P¨¦rez Batista, residente hoy en Berl¨ªn. Su meticulosa geometr¨ªa pone en valor el paisaje, intr¨ªnsecamente valioso. Los ventanales, asim¨¦tricamente precisos, introducen la silueta c¨®nica de la Monta?a Blanca en el sal¨®n de estar, en las alcobas, en los cuartos de ba?o. La ducha es una apoteosis cada ma?ana, hija de esa costumbre de sentir la dureza del suelo bajo los pies y la lluvia fina en la cara, la gravidez bostezante del propio cuerpo transparentado en el cristal. Fuera es la lava. Dentro es la caricia dom¨¦stica. Amor de hogar representado por un armario cocina con todo lo necesario para no tener que salir a por sustento. Una rusticidad culta que los propietarios se encargan de aposentar durante el mensaje de bienvenida.

El silencio se expande tambi¨¦n hacia afuera, donde una pasarela sobre un lecho de lava comunica las estancias con la terraza y la barbacoa, ex¨¦gesis de los vi?edos circulares concatenados a trav¨¦s de los t¨ªpicos muretes de lava que dibujan la postal de Lanzarote. Una isla atormentada de volcanes, cincelada de una fuerza tel¨²rica sin igual, donde la voz y la obra de C¨¦sar Manrique prendieron una vez el fuego de la belleza contempor¨¢nea.