Por la verde Selva Negra

La Selva Negra es verde. Lo del negro dicen que pudo deberse al primer general romano que se aventur¨® entre estos valles cuyos ¨¢rboles no dejaban ver no solo el bosque, sino la luz: le pareci¨® una selva negra. Es un macizo monta?oso salpicado de densos bosques que ocupa el suroeste de Alemania, en la esquina que comparte con Suiza (Basilea y el lago Constanza podr¨ªan ser sus l¨ªmites inferiores) y, al oeste, siguiendo el curso del Rin, con Francia (Estrasburgo y Colmar, al otro lado del r¨ªo, son excursiones casi obligadas).

Ideal para el senderismo y el cicloturismo, aunque el coche lo agradeceremos en muchos tramos mayores, ocupa una extensi¨®n de algo m¨¢s de 150 kil¨®metros de largo y unos 50 de ancho. Tambi¨¦n hay dos espectacu?lares l¨ªneas de tren que cruzan la regi¨®n, la del Valle del Infierno y los Tres Lagos, que parte de Friburgo, y la l¨ªnea de la Selva Negra, que parte de Offenburg y cuenta con estaciones en Gengenbach y en el famoso pueblo de Triberg (a un paseo de unas inolvidables cataratas, con el mayor salto de agua de toda Alemania). Lo mejor de la Selva Negra es que casi da igual el lugar que escojamos sobre el mapa: nos encantar¨¢. Puestos a elegir, ?por qu¨¦ no hospedarnos en una granja cerca de Friburgo?

En Reencuentro, la novela corta de Fred Uhlman, el protagonista ¡ªHans, alter ego del autor¡ª aprovecha los fines de semana de su juventud para visitar alg¨²n pueblo de la Selva Negra con su amigo Konradin. No sabemos qu¨¦ pueblos son, pero descubr¨¢moslos por nuestra cuenta. Herman Hesse, por cierto, naci¨® en Calw, al norte de la Selva Negra, donde se puede visitar su casa.

Gengenbach

Muchas gu¨ªas coinciden en que es el pueblo m¨¢s bonito de Alemania. Sin necesitar el primer puesto de ninguna clasificaci¨®n, lo cierto es que desde que atravesamos la puerta de Kinzig, bajo la torre de entrada, entramos en el mundo on¨ªrico en el que se zambull¨® Tim Burton cuando la atraves¨®, usando las fachadas de esta ciudad de cuento como exteriores de su pel¨ªcula Charlie y la f¨¢brica de chocolate. Gengenbach est¨¢ llena de torres, iglesias y casas con el encanto de otra dimensi¨®n. Recorriendo calles, sorteando pozos y jardineras, podemos llegar a la plaza de la fuente de los Bufones, donde probar una flammkuchen. Es una especie de pizza alemana cuya peculiaridad es la masa, muy fina, sobre la que tradicionalmente se echa nata, cebolla y beicon, aunque las ofrecen de m¨¢s ingredientes. Los adultos (olvid¨¦ decir que la Selva Negra es un lugar ideal para ir con ni?os) podemos tambi¨¦n probar la primera weissbier, o cerveza de trigo, suave, turbia y con un punto dulz¨®n, servida en vasos de medio litro.

Friburgo

Es la ciudad m¨¢s meridional de Alemania y tradicional puerta de entrada a la Selva Negra. Esta ciudad universitaria sin duda merece una visita. Recorrer el centro, pasear junto al r¨ªo, pasar la tarde en uno de los muchos caf¨¦s o pedir otra flammkuchen en alguna de sus terrazas, si el tiempo acompa?a, son planes ideales antes de regresar al hotel, apartamento o granja donde nos alojemos. El epicentro de nuestra visita puede ser la catedral, con la impresionante torre g¨®tica de casi 120 metros de altura. Se puede caminar desde all¨ª hasta la plaza de los Agustinos y, sentados en la escalera a uno de los lados de la plaza, ir tom¨¢ndole el pulso al imprescindible casco antiguo cruzado por estrechos canales.

Steinwasen-Park

A pesar de que en la Selva Negra se levanta el Europark (en Rust, entre Friburgo y Estrasburgo), el parque de atracciones mayor de Europa, vamos a ocuparnos de otro mucho m¨¢s modesto, el Steinwasen-Park, junto a otro pueblo cargado de encanto, Oberried. Perfectamente encajado en un peque?o valle rodeado de bosques, cuenta con una veintena de atracciones y animales (jabal¨ªes, ciervos, alces, burros). Se puede subir en telesilla a la parte m¨¢s alta y bajar en trineos que resbalan rapid¨ªsimos por toboganes o ra¨ªles, cruzar un canal en un flotador gigante para varias personas mientras nos disparan ca?onazos que nos salpican agua, o cruzar los m¨¢s de 200 metros del puente colgante de madera mientras los ciervos pacen tranquilos all¨¢ abajo.

Cascada de Todtnau

Aunque ya hemos hablado de las cascadas de Triberg (donde adem¨¢s podemos probar la tarta t¨ªpica), las de Todtnau merecen la pena porque la visita, sin dejar de ser espectacular, es muy f¨¢cil desde la parte m¨¢s alta, a la que se accede en coche. Desde all¨ª, un sendero va sorteando saltos de agua, alguna poza (ideal para un refrescante ba?o en verano) y vistas de v¨¦rtigo. Desde abajo impresiona todav¨ªa m¨¢s, pero si bajamos habr¨¢ que subir luego, por lo que se puede acceder tras el paseo a la parte baja en coche. M¨¢s tarde, como premio a la excursi¨®n podemos acercarnos a Todtnauberg, donde ten¨ªa una caba?a Heidegger, y probar una sp?tzle, un plato t¨ªpico de la zona elaborado con pasta y, generalmente, queso. Seguramente no se nos ocurrir¨¢ nada digno de Heidegger, pero disfrutaremos.

Pablo Aranda es autor de El protegido (Malpaso, 2015).

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