A solas en cabo Espichel
En la costa portuguesa, un ¨¢spero y atractivo enclave en el ¨²ltimo conf¨ªn del r¨ªo Tajo
Hay destinos de vacaciones de todo tipo. Ex¨®ticos, horteras, exclusivos, masificados, urbanos, apartados, marchosos, horrendos, impactantes, grises, id¨ªlicos¡ Seg¨²n como sean y lo que uno busque, encuentras ventajas e inconvenientes.
Imaginemos, por ejemplo, una poblaci¨®n situada a unos dos kil¨®metros del oc¨¦ano y sus acantilados y playas. Con casas de colores claros y cubierta de teja naranja diseminadas alrededor de la carretera. No son edificaciones bonitas y todo est¨¢ sin urbanizar, algo descuidado. Es un lugar tranquilo, en el que no sabes muy bien si te cruzas con un turista at¨ªpico o con un residente. Las palmeras han sufrido el ataque del picudo rojo y est¨¢n muertas. El paisaje es ¨¢spero y atractivo. Hay moscas. Hay un par de bares restaurante baratos y agradables donde tomar, por ejemplo, queso, sardinas, una sabrosa ensalada, vino blanco y tarta de almendras por 12 euros. Otro par de colmados y una panader¨ªa magn¨ªfica que recoge la tradici¨®n de la zona, de cultivos de cereal. Hay alguna casa abandonada, alg¨²n descampado, alg¨²n grafiti en alg¨²n muro. No se oye m¨²sica, ni ruido de coches, ni risas, ni gritos, solo el viento. No hay discotecas, ni gente guapa, y menos a¨²n famosos. Glamour es una palabra extranjera y absurda. Nadie se fija en ti, t¨² te fijas en quien quieres.
El lugar del que les hablo aparece en Google de milagro. Se llama Azoia, est¨¢ en Portugal, a una hora al sur de Lisboa y, para que nos entendamos, ser¨ªa perfecto para esconderse tras haber perpetrado un atraco a un banco. Pasar unos d¨ªas relajados tambi¨¦n est¨¢ bien, al menos para m¨ª.
Alrededor de Azoia, en un radio de un cuarto de hora en coche, sus mayores reclamos son el cabo Espichel, las huellas de dinosaurio y las playas.
El cabo Espichel marca el punto m¨¢s al sur de la desembocadura del r¨ªo Tajo. Est¨¢ en un brazo de tierra con mar a los dos lados. Desde los acantilados del norte se ve Cascais, y desde los del sur, la pen¨ªnsula de Troia. El paisaje es dram¨¢tico, con paredes de piedras ocres y porosas o grises y gran¨ªticas que caen a plomo sobre un mar gris cubierto de calima. Las puestas de sol son espectaculares.
Un culto medieval
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? Easyjet (www.easyjet.com) vuela a diario entre Madrid y Lisboa desde 43 euros ida y vuelta.
? Iberia (www.iberia.com) ofrece vuelos directos a Lisboa desde 77 euros ida y vuelta.
? TAP (www.flytap.com). Vuelos por 88 euros ida y vuelta.
El faro y las construcciones religiosas que visitan los turistas tienen su origen en el culto medieval a Nuestra Se?ora del Cabo, que data del siglo XIV. La adoraci¨®n de una imagen de la Virgen, fomentada por la corte portuguesa, vivi¨® su apogeo en el siglo XVIII. Se construy¨® una iglesia, una ermita, un monasterio, un acueducto y una casa de aguas. Los cirios ¡ªgrupos de peregrinos¡ª se organizaban en grandes romer¨ªas colectivas, y muchos se alojaban en la hospeder¨ªa del santuario.
Hoy, en la explanada de tierra solo quedan los restos del fervoroso negocio. Una caravana vende perritos calientes y otras fritangas. Un viejo ataviado con un sombrero negro, la piel arrugada por el sol y el viento, vende melones y verduras de su huerto y farfulla el precio tras pesarlos en una balanza antediluviana. En un tenderete de souvenirs ofrecen collares, conchas, anillos¡ El monasterio, una nave alargada de piedra gris y encalada, con muchas de sus ventanas cegadas, duerme recordando su esplendor perdido. M¨¢s all¨¢, la austera y misteriosa ermita de la Memoria ya no luce todos sus azulejos y a su c¨²pula en forma de bulbo le falta el remate, una bola dorada.
Las huellas de dinosaurios impresas en piedra ¡ªque se visitan dando un paseo desde el borde de la carretera¡ª tambi¨¦n guardan relaci¨®n con la Virgen. Son del periodo jur¨¢sico, de 150 millones de antig¨¹edad, y su nombre, Pedro de Mua ¡ªpiedra de mula¡ª, nos habla de una leyenda. Las pisadas ser¨ªan de la mula gigante que llevaba a la Virgen y al ni?o Jes¨²s. A falta de ciencia, bien vale la imaginaci¨®n.
En las playas de la zona se recog¨ªan algas para utilizar como abono. Ahora se ba?a la gente, eso s¨ª con precauci¨®n, porque el oc¨¦ano Atl¨¢ntico es bravo. La playa m¨¢s conocida es Meco, ancha y muy larga. La aldea est¨¢ m¨¢s cuidada que Azoia. Es tur¨ªstica, familiar y tranquila. La gente se re¨²ne en una popular churrasquer¨ªa, en el restaurante Tropical y en una sala de juegos maravillosa, con billares, mesas de pimp¨®n, videojuegos arcade y dardos.
M¨¢s recogida es la playa de Foz, a la que se llega por pistas de tierra y que no cuenta con chiringuito ni socorrista. Al pie de un acantilado de roca amarilla y a un costado de una plataforma de roca gris, los locales toman el sol sobre arena gorda, equipados con neveras y sombrillas.
Al otro lado de la pen¨ªnsula, en el lado que mira a Troia, est¨¢ la cala de Baleeira, una joya. Caminando entre matorrales bajos espinosos, se toma un camino pedregoso con vistas impresionantes del mar y del litoral hasta llegar a una trocha de roca que desciende abruptamente. Hay un almac¨¦n de piedra abandonado y restos de fogatas y aparejos de pescadores. La cala de cantos rodados se abre a un mar azul de aguas transparentes con peces lanzando destellos. Solo se oye el batir de las olas contra la roca.
Si ampliamos el radio de acci¨®n, hay otras excursiones interesantes y otros lugares que ofrecen, naturalmente, veraneos diferentes. Hacia Lisboa est¨¢n las curiosas playas de la Laguna de Albufeira. Por la costa, hacia el este, nos encontramos la popular Sesimbra, con su castillo en alto y su bulliciosa playa urbana. All¨ª comienza el parque natural de la Sierra da Arr¨¢bida, cruzado por una bella carretera entre riscos, pinos y alcornoques.
Al otro lado est¨¢ la ciudad portuaria de Set¨²bal, de donde parten ferris hacia la pen¨ªnsula de Troia. All¨ª, a los coquetos les espera la coqueta Comporta. Y es que hay muchos tipos de veraneos; el asunto consiste en acertar con el tuyo, si puedes.
Nicol¨¢s Casariego?es autor de la novela Ant¨®n Mallick quiere ser feliz (Destino).
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