El icosaedro de Spinoza en ?msterdam
¡°El prop¨®sito del Estado es la libertad¡±, se lee al pie de la escultura que homenajea en al genial fil¨®sofo jud¨ªo en la capital holandesa
La corta, azarosa y fruct¨ªfera vida de Baruch Spinoza le llev¨® a tener que errar por Holanda. A sortear persecuciones y a ganarse el sustento como pulidor, no solo de brillantes ideas filos¨®ficas, sino de lentes para instrumentos ¨®pticos. Nacido en ?msterdam en 1632, era hijo de Miguel de Espinosa, un jud¨ªo sefardita que ya conoci¨® lo que significa el desarraigo. La familia era oriunda de Espa?a (de Espinosa de los Monteros, defend¨ªa con ardor Madariaga), y tras la expulsi¨®n de los jud¨ªos en 1492 se traslad¨® a Vidigueira, al sur de Portugal. Posteriormente los Spinoza emigraron a Nantes y de ah¨ª a Holanda. No hay rastro de la casa natal de Spinoza en ?msterdam, en el antiguo barrio jud¨ªo de Vlooienburg, cerca de la actual plaza Waterlooplein. Tiene, eso s¨ª, una gran estatua en Nieuemarkt y la reivindicaci¨®n que le dedican en la sinagoga convertida en Museo del Juda¨ªsmo. Destaca su retrato, con su caracter¨ªstica melena rizada, y un facs¨ªmil del cherem o excomuni¨®n que le endosaron en 1656 los rabinos m¨¢s atrabiliarios de la ciudad.
Spinoza aguant¨® estoicamente hasta trasladarse en 1661 a Rijnsburg, que significa Ciudad del Rin, un pueblo cerca de Leiden, en el distrito de Duna y Bulbo. All¨ª consigue una casa peque?a, de techos rojos y puntiagudos, y encuentra un ambiente de tolerancia. Rijnsburg era un feudo de los remonstrantes, unos protestantes cr¨ªticos con el calvinismo m¨¢s fan¨¢tico.
Sabios en el para¨ªso
La casa del fil¨®sofo, casi sofocada por arbustos sin podar, se ubica en el n¨²mero 29 de Spinozalaan, una calle cuajada de modernos chal¨¦s. Spinoza alquilaba dos habitaciones donde apenas cab¨ªan sus libros y sus herramientas para pulir lentes. Hay un poema del remonstrante Camphuysen en la fachada: ¡°Ay, si los hombres fuesen m¨¢s sabios¡ el mundo ser¨ªa un para¨ªso, no un infierno como ahora¡±. En 1896 la casa fue comprada por una sociedad de admiradores del fil¨®sofo y convertida en museo. Se volcaron en reproducir la biblioteca perdida de Spinoza. Gracias a que sus libros figuraban en su testamento ante notario, fue posible rastrear ejemplares como los que el fil¨®sofo hab¨ªa manejado. Las obras de G¨®ngora, Quevedo y Graci¨¢n, el Tesoro de la lengua castellana (Luis S¨¢nchez Impresor, Madrid, 1611)¡ Spinoza dominaba el espa?ol y el holand¨¦s, adem¨¢s de escribir en lat¨ªn y de componer una gram¨¢tica de hebreo.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Museo del Juda¨ªsmo (www.jhm.nl/en)
? Asociaci¨®n Casa de Spinoza (es.spinozahuis.com)
? Turismo de ?msterdam (www.iamsterdam.com/es)
? Turismo de La Haya (denhaag.com/en)
La luz entra en la ¨²nica habitaci¨®n con chimenea por unos cristales emplomados y saca reflejos a la vitrina donde se guarda un centenar de libros, muchos encuadernados en pergamino. Uno imagina estar al otro lado de un cuadro de Vermeer. Antonia Clemencia Katerina Tinbergen, Toni, cuida la casa como si fuese una de esas sutiles magnolias que pinta John Berger en El cuaderno de Bento. Toni fue enfermera en un hospital psiqui¨¢trico antes de leer la?tica de Spinoza, un libro del que se enamor¨®. Como lo han hecho los japoneses que acuden a esta casa como a un santuario sinto¨ªsta. Se admira la modernidad de Spinoza: ¡°La mente humana es la idea del cuerpo humano¡±. Desde Leibniz a Diderot, desde Nietzsche a Marx, ?tantos fil¨®sofos han registrado la influencia del jud¨ªo holand¨¦s, apreciando su materialismo! Y su modo de no separar alma y cuerpo, ni al hombre de la naturaleza, ni a esta de nada y de nadie. Asociado al ate¨ªsmo, al pante¨ªsmo, a la herej¨ªa, y, como gran aportaci¨®n, escribe Fernando Savater, ¡°a la condici¨®n esencialmente hospitalaria de la ¨¦tica no supersticiosa¡±.
En 2003 el neurocient¨ªfico Antonio Damasio explor¨® las emociones humanas reconociendo las intuiciones de Spinoza. ?Y si los sentimientos religiosos radicaran en una electricidad neural? Toni me se?ala dos poemas dedicados al fil¨®sofo. Uno es de Jorge Luis Borges y otro de Albert Einstein, quien visit¨® esta casa el 2 de noviembre de 1902. El poema de Einstein empieza: ¡°?Cu¨¢nto amo a este hombre noble?¡±. Una vez preguntaron al padre de la teor¨ªa de la relatividad por su religi¨®n y contest¨®: ¡°Creo en el Dios de Spinoza¡±. En el museo no faltan cartas, grabados, un busto suyo en bronce. Y un torno de madera como el que emple¨® para pulir el cristal respirando un polvo al que se atribuye su muerte por silicosis.
La casa donde vivi¨® sus ¨²ltimos a?os en La Haya es la sede oficial de la Sociedad Spinoza. Est¨¢ en el n¨²mero 72-74 de Paviljoens?gracht, una calle tranquila no lejos del aburguesado barrio chino de La Haya. En un jard¨ªn aleda?o han puesto una estatua sedente de Spinoza, con su rostro casi invisible por el ramaje. En La Haya un defensor como ¨¦l de la libertad de pensamiento entr¨® en colisi¨®n con los mon¨¢rquicos orangistas: ¡°Yo soy un buen republicano y nunca he tenido otro prop¨®sito que el honor y el bienestar del Estado¡±. Su tumba est¨¢ en consonancia con quien pas¨® en vida de tantas vanaglorias. En 1677 fue enterrado en la Nieuwekerk (iglesia nueva) de La Haya. Al no poder su familia seguir pagando, los huesos de Spinoza acabaron en el jard¨ªn de ese templo. En 1956 se puso una l¨¢pida sobre el c¨¦sped marcando el lugar donde se cree que reposan sus restos. Y un peque?o mural con un relieve de su rostro entre asombrado y sereno, bajo el cual se lee una palabra latina: Cavte (cuidado). Y un recuadro con la palabra hebrea Amcha (tu gente). Alguien ha dejado ah¨ª tres tiestos de flores.
Luis Pancorbo es autor del libro de viajes A?o nuevo en Sud¨¢n (RBA).
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