Chartres, la Biblia de cristal
La catedral g¨®tica de la ciudad francesa es un monumento asombroso para cualquier amante del arte. Pero la peque?a ciudad a 80 kil¨®metros de Par¨ªs atrae tambi¨¦n por su atm¨®sfera sosegada y un preservado centro hist¨®rico
Era m¨¢s importante que Par¨ªs. Eso s¨ª, en tiempo de los romanos. Hoy cuenta apenas con 40.000 habitantes, pero no va a menos, al contrario: muchos parisienses prefieren vivir aqu¨ª, a 80 kil¨®metros de la capital, con mejor calidad de vida y tardando lo mismo en llegar al trabajo que si habitasen la banlieue (los suburbios). De ¨¦poca romana no queda nada. Mejor dicho, s¨ª, un santuario a las afueras, donde se proyecta crear el nuevo museo arqueol¨®gico. De ¨¦poca medieval queda todo, aunque no se vea. Se ven iglesias, callejuelas, algunas casas de entramado. Pero toda la ciudad baja conserva el esqueleto de la Edad Media, aunque los edificios est¨¦n enfoscados o rehechos. Y, por supuesto, est¨¢ la catedral g¨®tica, una de las m¨¢s bellas del mundo, en la parte alta. Luminosa y oscura a la vez, llena de vitrales y misterios ocultos. Chartres, a primera vista, parece un pueblo. Pero es un enclave m¨¢gico. Y no precisamente por fuerzas tel¨²ricas y esot¨¦ricas: la magia est¨¢ en la luz.
9.00? Paseo matinal
Existen, pues, dos ciudades, la alta y la baja. En el filo de ambas, la Casa del Salm¨®n (1, pinche sobre el n¨²mero para ver el mapa ampliado) aloja la oficina de turismo. All¨ª se puede adquirir el Chartres Pass o apuntarse a alguno de sus circuitos guiados. Es mejor aprovechar la ma?ana, por la luz, para explorar la ciudad baja y las riberas del Eure. Bajando la Rue du Bourg, enseguida topamos con casas de entramado en la Rue des ?cuyers (2). Siguiendo esa calle llegar¨ªamos a Saint-Aignan (3), iglesia g¨®tica con valiosas vidrieras. Pero bajemos hasta el r¨ªo. All¨ª nos sorprende San Pedro (4) d, que es como la ¡°otra¡± catedral; de un g¨®tico m¨¢s evolucionado, m¨¢s a¨¦reo, pero vitrales m¨¢s tard¨ªos. A orillas del r¨ªo, por las rues de la Foulerie y de la Tannerie, nos asaltan vistas impagables, con puentes, lavaderos, molinos, patos¡ Un poco m¨¢s all¨¢, la antigua colegiata de San Andr¨¦s (5) es ahora sede de conciertos y exposiciones. Por tertres (escaleras) y callejuelas de sabor medieval, orillando la casa rom¨¢nica, decana del catastro, ascendemos de nuevo a la meseta que corona la catedral.
11.00? Tres iglesias en una
La catedral de Chartres (6) esconde tres iglesias (se puede solicitar la visita a las criptas en la oficina de turismo). La iglesia baja, rom¨¢nica, y la iglesia que estaba encima, que se quem¨® en 1194; enseguida se inici¨® el actual templo g¨®tico, que se acab¨® en solo 40 a?os. Eso da unidad no solo al perfil de la piedra, tambi¨¦n al conjunto de vitrales. ?nico por esa homogeneidad y antig¨¹edad (aunque otras catedrales puedan disputarle r¨¦cords; aqu¨ª, las 172 vidrieras ocupan solo 2.600 metros cuadrados, pero son todas de los siglos XII y XIII). En el a?o 876, el nieto de Carlomagno regal¨® un relicario con el velo de la Virgen, que se conserva. De ah¨ª la afluencia de peregrinos. Estos ven en el pavimento de la nave central un laberinto. Los hubo en otras iglesias, y han dado pie a muchas fantas¨ªas. Tal vez solo se trata de un s¨ªmbolo, el camino que debe seguir el bien para vencer al mal; J. K. Huysmans, en su novela La catedral (1898), estudi¨® esos simbolismos. Pero mentes m¨¢s fogosas, como la de Louis Charpentier (Les myst¨¨res de la cath¨¦drale de Chartres, 1966), han convertido este templo en un avispero de claves ocultas que siguen seduciendo a peregrinos heterodoxos.
No fue tal Charles P¨¦guy, el escritor que hizo dos peregrinajes a pie para rogar por su hijo, y que un a?o antes de morir en las trincheras escrib¨ªa La Tapisserie de Notre-Dame (1913), donde incluye poemas dedicados a Chartres. La ruta P¨¦guy de Par¨ªs a Chartres acompa?a sus pasos con tintes laicos y literarios. La catedral ha inspirado a numeros autores, y, por poner un ejemplo, a James Baldwin en su novela Otro pa¨ªs: ¡°Toda la belleza de la ciudad, toda la energ¨ªa de las llanuras y todo el poder y la dignidad de la gente parec¨ªan haber sido succionados por la catedral. Era como si la catedral demandara, y recibiera, un perpetuo sacrificio viviente¡±.
13.00? Granero de Francia
La catedral es un mundo, con m¨¢s de 5.000 figuras trepando p¨®rticos y vidrieras que nutren el esp¨ªritu. Pero el cuerpo reclama lo suyo, hay que reponer fuerzas. A la regi¨®n de Chartres, la Beauce, se la llama ¡°el granero de Francia¡±. Con su pr¨®digo cereal se fabrica una cerveza artesana, L¡¯Eur¨¦lienne, rubia o tostada, que puede servir de aperitivo. Tambi¨¦n el bocado m¨¢s t¨ªpico, el pat¨¦ de Chartres, usa cereal como corteza y se presenta como un panettone. El mejor lugar para degustarlo es Le Ge?rges (7), restaurante gastron¨®mico, y La Cour (8), brasserie m¨¢s asequible, del hotel Le Grand Monarque (22 Place des ?pars). Otros sitios donde probar platos t¨ªpicos de la zona son Les Feuillantines (9) (4 Rue du Bourg) y, al pie de la catedral, Le Parvis (10) y el nuevo Caf¨¦ Bleu (11).
16.00? Los artistas del vidrio
A un costado de la catedral, la antigua Casa de Diezmos ha sido convertida en Centre du Vitrail (12), que es a la vez museo, taller de restauraci¨®n, centro de estudio y sala de exposiciones de artistas del vidrio. La parte alta (donde el obispo almacenaba el grano) ha sido reconstruida, mientras que la cava (donde se recog¨ªa el vino) conserva sus b¨®vedas rom¨¢nicas. Al lado (todo en Chartres est¨¢ al lado), el palacio del obispo, con agradables jardines, es ahora el Museo de Bellas Artes (13). Entre sus colecciones figuran instrumentos musicales, tanto antiguos como recreados a partir de las figuras de la catedral, y la donaci¨®n que hizo la viuda del pintor fauve De Vlaminck. Viv¨ªan cerca, en Rueil-la-Gadeli¨¨re, y cometi¨® el error de participar, en 1941, en un viaje organizado por la Francia ocupada para conocer arte alem¨¢n (nazi), algo que oscureci¨® su futura carrera. Muri¨® en 1958. Tambi¨¦n hay pinturas de Soutine, otro artista afincado en la regi¨®n.
18.00? Fiesta de la luz
La ciudad alta es tambi¨¦n la nueva y no carece de encanto. Sobre todo si uno va buscando golosinas de la tierra. Como le sabl¨¦ de Beauce (pastas), el mentchikoff (chocolate forrado de merengue), el pastel p¨¨lerin o los ubicuos macarons. Tienen buen surtido de ello en La Chocolaterie (14) (Place Marceau, 14), David Lambert (15) (Rue du Soleil d¡¯Or, 23) o Les Saveurs du March¨¦ (16) (Place Billard, 1). Conciertos no faltan, sobre todo de m¨²sica antigua. En el Th¨¦?tre de Chartres se puede ver ballet. Tambi¨¦n abundan los festivales; uno especial es Chartres en lumi¨¨res: todas las noches, de abril a octubre, cerca de treinta puntos se convierten en espect¨¢culo (gratuito) de luz y sonido. Casi todos los hoteles se concentran a pocos pasos de la estaci¨®n de tren (17). All¨ª, por cierto, avanzan las obras para transformar el ¨¢rea en un polo de ocio, con un gran auditorio, centros comerciales, restaurantes y cafeter¨ªas. Chartres no se duerme en el pasado.
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