El reino de Ricardo Coraz¨®n de Libro

El pueblo tiene castillo, r¨ªo de aguas r¨¢pidas y prados en donde las ovejas nos ven pasar so?olientas. Su sue?o es muy distinto al nuestro. Ellas disfrutan del alimento de una hierba que nunca les falta en estas tierras h¨²medas, y nosotros vamos buscando libros, ya que estamos en una villa campestre que otro so?ador anterior, Richard Booth, convirti¨® en el para¨ªso de quienes a¨²n queremos tocar el papel mientras leemos a Dante o a Virginia Woolf.

Originario de este pueblo del interior de Gales, en medio de un hermoso paisaje lindante con dos parques naturales, las Monta?as Negras al sur y Brecon Beacons al oeste, que alberga una importante zona de cuevas prehist¨®ricas visitables, Booth tuvo una visi¨®n cuando acab¨® sus estudios en la Universidad de Oxford, a comienzos de la d¨¦cada de 1960; volver¨ªa a su lugar natal y, aprovechando la herencia de un t¨ªo paterno, abri¨® en la antigua sede del servicio de bomberos local una gran librer¨ªa de segunda mano, cambiando las mangas de agua y los coches de escalerillas desplegables por las estanter¨ªas donde poner los miles de vol¨²menes impresos que se procur¨®, sobre todo en Estados Unidos. La tienda sigue all¨ª, en el centro del pueblo, y aunque ¨¦l ya no es su propietario, la Richard Booth¡¯s Bookshop conserva su nombre y, con un agradable caf¨¦ en la entreplanta, una sala de arte y un peque?o cine de exigente programaci¨®n, se ha convertido en el punto focal de la cultura de Hay.

Ese comercio pionero de Booth empez¨® en 1962, pero entrada la siguiente d¨¦cada su ejemplo hab¨ªa cundido, haciendo que Hay-on-Wye fuese llamado el pueblo de los libros. Hoy cuenta con m¨¢s de 40 tiendas de libro usado (y nuevo, si se desea), y si bien la original de Richard Booth es la m¨¢s hermosa y ordenada, no se trata de mi preferida. Instalada en un antiguo cine que ha perdido su pantalla y sus asientos, pero no su apego al mundo de la ficci¨®n, The Cinema Bookshop es una cueva de Aladino donde descubrir, con tiempo por delante y cierta paciencia, muchos tesoros librescos, no pocos a precios de ganga; sus amables encargados afirman que en su destartalado interior hay casi 200.000 libros. En la cercana Brook Street (en Hay no hay distancias) destaca tambi¨¦n, en m¨¢s reducido tama?o, The Poetry Bookshop, especializada exclusivamente en libros de poes¨ªa y estudios po¨¦ticos; su propietario es un gran conocedor que no desaprovecha la visita de los clientes extranjeros para hacer preguntas, naturalmente sobre la poes¨ªa de los pa¨ªses y lenguas ajenos.

El castillo, que no es, art¨ªsticamente hablando, lo m¨¢s valioso del pueblo, se yergue altivo en el centro, como recordatorio de que Booth es otro de los formidables exc¨¦ntricos de la monarqu¨ªa que se dan en Reino Unido; ¨¦l se nombr¨® a s¨ª mismo en 1977 rey independiente bajo el nombre din¨¢stico de Ricardo Coraz¨®n de Libro, creando un Parlamento simb¨®lico, una casa de lores y un cupo de t¨ªtulos hereditarios. Pero hay algo mejor a¨²n que ese reino imaginario fundado por Booth en Hay-on-Wye. Aprovechando el fen¨®meno de tal concentraci¨®n de libreros y lectores adictos, que fue extendi¨¦ndose y atrayendo un turismo regular de calidad, Norman Florence y su hijo Peter crearon en 1988 un festival literario, cuyo ¨¦xito no hace falta recalcar. Lleva celebr¨¢ndose all¨ª, a finales de primavera, de forma ininterrumpida desde aquel a?o y se ha extendido por todo el mundo con subsedes que mantienen su formato y su esp¨ªritu. En Espa?a est¨¢ el Hay de Segovia, y sus ramificaciones han llegado a India, ?frica, Oriente Pr¨®ximo y Latinoam¨¦rica, donde es c¨¦lebre el de Cartagena de Indias; en diciembre pasado se inaugur¨® el de Arequipa (Per¨²) y el 1 de septiembre nacer¨¢ el de Quer¨¦taro (M¨¦xico).

Novelistas y poetas

El modelo del Hay es aparentemente sencillo y en la pr¨¢ctica asombroso. Ateni¨¦ndome al original, que visit¨¦ en su pasada edici¨®n de finales de mayo y principios de junio, y que tuvo el regalo, no habitual en esas tierras galesas, de 10 d¨ªas seguidos de tiempo c¨¢lido y soleado, el amor al libro que se respira en aquel id¨ªlico rinc¨®n de Reino Unido fructifica durante el festival en un amor a las novelistas y los poetas que debaten o leen sus obras, a los actores y actrices que recitan e interpretan, a los eruditos y humanistas e incluso a las figuras pol¨ªticas; llen¨® la carpa cubierta donde hablaba ante 600 personas el economista Yanis Varoufakis, hombre de buenas ideas y ¡ªdicen¡ª irresistible sex appeal, pero en la carpa de al lado una conversaci¨®n sobre el verso teatral de Shakespeare agot¨® sus casi 500 butacas, todas de pago. Familias enteras yendo de un acto a otro, de una librer¨ªa a otra, visitantes que han reservado su alojamiento y sus billetes de entrada a los actos con muchos meses de antelaci¨®n; casi un prodigio. Es como si el libro hiciera en Hay, no lejos de los reba?os de dulces ovejas, el milagro de convertir la rutina en palabra escrita.

Vicente Molina Foix es autor, junto con Luis Cremades, de El invitado amargo (Anagrama).

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