Santander, un ¡®renzo piano¡¯ en la bah¨ªa
La ciudad mira al futuro centrada en la cultura y su nuevo Centro Bot¨ªn, obra frente al Cant¨¢brico del arquitecto italiano
Por primera vez en dos siglos de historia, el gran cambio urban¨ªstico que vivir¨¢ Santander en su futuro m¨¢s pr¨®ximo no ser¨¢ a consecuencia de una cat¨¢strofe. El 3 de noviembre de 1893, la explosi¨®n en el puerto del vapor Cabo Machichaco provoc¨® una tragedia que se sald¨® con 500 muertos ¡ª?la mayor sangr¨ªa civil en la Espa?a del siglo XIX¡ª y un incendio que destroz¨® la zona pr¨®xima a los atraques. En 1941, durante la incierta madrugada del 15 al 16 de febrero, una chispa y el viento sur prendieron la glotoner¨ªa de un fuego que, con tan solo una v¨ªctima, acab¨® a lo largo de dos semanas con la zona m¨¢s antigua de la ciudad. En 2017, cuando quede inaugurado el Centro Bot¨ªn, proyectado por el arquitecto italiano Renzo Piano, Santander no ser¨¢ la misma. Pero esta vez gracias al efecto constructivo de una acci¨®n en pro de la cultura y no a causa de la miseria devastadora que producen la avaricia y los elementos. El Centro Bot¨ªn naci¨® con pol¨¦mica y la evidencia de querer provocar un efecto Guggenheim. Sus detractores no quer¨ªan un armatoste que estropeara las vistas de la bah¨ªa en mitad de la d¨¢rsena. La lentitud de unas obras con sus parones ya lo ha afianzado en el paisaje como si llevara all¨ª toda la vida. M¨¢s cuando, a partir de la primavera y el verano pasados, ha sido revestido con la llamativa concha blanca que le provoca un extra?o brillo al lado del mar.
Las autoridades locales, regionales y los responsables de la Fundaci¨®n Bot¨ªn ¡ªbrazo sociocultural del Banco Santander¡ª no se atreven a fijar una fecha. Pero aseguran que ser¨¢ inaugurado, por fin, en 2017 con dos inmensas salas expositivas, auditorios interiores y al aire libre, salas educativas, espacios para conferencias¡ El armamento de un buque atracado para siempre en tierra, en pos de un proyecto de formaci¨®n, eminentemente de encuentro y divulgativo, que nadie conoce a¨²n ¡ªah¨ª radica su m¨¢s preocupante misterio¡ª, pero que bien trabado puede catapultar a la ciudad como un s¨®lido referente para la cultura.
En 2017, cuando quede inaugurado el Centro Bot¨ªn, proyectado por el arquitecto italiano Renzo Piano, Santander no ser¨¢ la misma
Se erige justo al lado de donde hace m¨¢s de un siglo explot¨® el Machichaco. Su primer efecto ben¨¦volo se centrar¨¢ en romper una frontera. A lo largo de su reciente historia, Santander ha vivido de espaldas a s¨ª misma. El camino que lleva hacia el interior del puerto ha sobrevivido demasiados embates con su radical alma marinera, pero dentro de un gueto. La apertura de la Biblioteca Central de Cantabria hace siete a?os comenz¨® a regenerar aquellas zonas que desembocaban en el h¨¢bitat del barrio Pesquero. Hoy la zona conserva sus restaurantes, forjados al calor de unos imponentes pescados frescos a la brasa y una variada oferta de mariscos a buen precio que se codean con las fotos de dos leyendas del f¨²tbol criadas all¨ª: Pedro Munitis e Iv¨¢n de la Pe?a. Pero se trata, sobre todo, de un vecindario forjado por la identidad que imprimen los azotes de la mar, con pescadores entregados a las corrientes cant¨¢bricas y, cuando el respiro les deja, al carpe diem, embellecido por mujeres pacientes y con car¨¢cter o protegido por curas comprometidos. Es el caso de ese santo local llamado Alberto Pico, metido en miles de fregados inconvenientes que le han colocado siempre a favor de los suyos.
El enigma de una ciudad que, ya con el Centro Bot¨ªn en funcionamiento, puede verse definitivamente cambiada con el encuentro de la que durante d¨¦cadas ha sido su parte m¨¢s marginada con la m¨¢s relumbrante. Es uno de los retos mayores para los pr¨®ximos a?os. Por lo pronto, visitantes y locales disfrutan de la zona de picoteo que va cogiendo ambiente frente al edificio. El reformado restaurante Machi se erige como protagonista en la zona de Calder¨®n de la Barca y lo hace como un espacio ejemplar de negocio gastron¨®mico moderno, ligado a las esencias de la cocina tradicional c¨¢ntabra.
Los alrededores del Centro Bot¨ªn formar¨¢n un v¨¦rtice al que tambi¨¦n puede ir a parar el Archivo Jos¨¦ Mar¨ªa Lafuente
Los alrededores del Centro Bot¨ªn formar¨¢n un v¨¦rtice al que tambi¨¦n puede ir a parar el Archivo Jos¨¦ Mar¨ªa Lafuente. Se trata de una de las colecciones sobre arte y literatura de las vanguardias del siglo XX m¨¢s completas de Europa. El acuerdo est¨¢ por cerrarse. Pertenece al empresario, que lo ha legado al Museo Reina Sof¨ªa. Su deseo es que quede en Santander, dentro de la antigua sede del Banco de Espa?a, pero falta una firma que lo corrobore.
Toda la zona del muelle, de la plaza de Velarde y los jardines de Pereda hacia el este, vibra de paseantes cada tarde sin lluvia. En los aleda?os del recorrido paralelo a la bah¨ªa, los caf¨¦s de la plaza de Pombo o la zona de Ca?ad¨ªo resultan propicios para la merienda, el comercio o los pinchos y las copas nocturnas.
Las helader¨ªas del paseo de Pereda
Durante la primavera, el verano y el inicio del oto?o, lo que toca es un marat¨®n de helader¨ªas a lo largo del paseo de Pereda. El ¨²ltimo verano pod¨ªan contarse ocho abiertas. De Capri y Regma a Monerris y La Polar, uno de los productos estrella de la regi¨®n est¨¢ en condiciones de hacer tranquilamente la competencia a los mejores fabricantes artesanos de Italia, con una variedad de sabores y texturas insuperable.
Si jarrea, los soportales o la remodelaci¨®n del antiguo Mercado del Este dan cobijo a los viandantes. Muy cerca, las escasas aceras y edificios sobrevivientes al incendio de 1941 se han convertido en buenas paradas de aperitivo y raciones, caso de las calles de Arrabal y del Medio, que alargan el recorrido de la zona tradicional para las ca?as y los vinos: el R¨ªo de la Pila.
El cogollo del centro resiste y aumenta el encanto y la clientela. Pero Puerto Chico ¡ªantiguo barrio de pescadores, hoy exclusivo puerto deportivo¡ª tampoco se queda atr¨¢s. Aunque el fuerte de la zona son sus restaurantes. Empiezan en la frontera que marca un establecimiento, Casa Lita, con la barra de pinchos m¨¢s surtida e imaginativa de la ciudad, junto a la de Ca?ad¨ªo. El producto fresco de La Bombi, el Bar del Puerto, La Mulata y La Posada del Mar no tienen a nadie que les tosa. Aunque s¨ª competencia en cuanto a calidad-precio con algunos locales de la cercana calle de Tetu¨¢n, como el Marucho o el que lleva el mismo nombre del barrio. Otra opci¨®n es El Serbal, ¨²nico restaurante con estrella Michelin en la ciudad, situado en la misma zona.
Si cogi¨¦ramos el nuevo t¨²nel de Tetu¨¢n hacia El Sardinero, nos perder¨ªamos el paseo m¨¢s fascinante de la ciudad: el que lleva de Puerto Chico a Matale?as al borde del mar a lo largo de la calle de Castelar y el paseo de Reina Victoria como partida. Durante a?os, con la bah¨ªa como n¨²cleo envolvente, Pablo Lefebre lo realizaba corriendo con su corneta. Daba aviso previo a los viandantes para que dejaran paso al tren que trasladaba a los veraneantes desde el centro de la ciudad hasta las playas.
A una altura media entre la ladera y el mar, la avenida de la Reina Victoria conduce hasta el palacio de la Magdalena. Fue retiro de Alfonso XIII antes de acabar en el exilio y es hoy la sede de la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo. A la izquierda, tras la curva que deja atr¨¢s la estatua del cronista Jos¨¦ del R¨ªo Sainz, alias Pick, la suave bajada hacia El Sardinero queda a expensas del cambio de viento, que supone muchas veces enfrentarse sin abrigo con el horizonte donde se corona el Cant¨¢brico.
Justo en ese giro se encuentra tambi¨¦n San Quint¨ªn, la finca donde Benito P¨¦rez Gald¨®s escribi¨® gran parte de sus obras a lo largo de tres d¨¦cadas. Desde los a?os setenta del siglo XIX, el autor de Fortunata y Jacinta veraneaba cada a?o en la ciudad. En 1893 inaugur¨® su propia casa. Fue refugio en meses templados y sede de tertulias al aire con sus amigos Jos¨¦ Mar¨ªa de Pereda y Men¨¦ndez Pelayo, adem¨¢s de visitantes perpetuos u ocasionales. Hu¨¦spedes ilustres o tirados con derecho a cama y comida. Amigos y amantes de un empedernido soltero, casado exclusivamente con la literatura. El hecho de que algunos de sus colegas m¨¢s queridos fueran aquellos reconocidos ultraconservadores no le impidi¨® a?os de una amistad leal forjada, ante todo, en la entonces abierta ciudad del norte.
El sue?o de Severiano Ballesteros
El Sardinero fue de inicio retiro balneario. Hoy es un barrio residencial que ha llevado su expansi¨®n casi hasta el cabo Mayor. La punta que precede al faro ha quedado colonizada ahora por un parque municipal de golf que fue el sue?o cumplido en vida del gran Severiano Ballesteros. Como en el eje que va a partir del Centro Bot¨ªn, la remodelaci¨®n de aquella parte de la ciudad, muy volcada en las playas, ha sido uno de los proyectos m¨¢s integradores de los ¨²ltimos a?os.
Las aguas pantanosas de Las Llamas son actualmente un parque que arranca desde su polideportivo, una ballena varada, con el campo del Racing de Santander al fondo. El Palacio de Congresos y Exposiciones y la proximidad de la Universidad de Cantabria han regenerado aquella zona con vocaci¨®n de residuo que linda con el barrio de Valdenoja, tan desafortunado en su planificaci¨®n urban¨ªstica.
Desde all¨ª, por el nuevo t¨²nel que cruza de vuelta hasta Tetu¨¢n, el centro de la ciudad queda a un paso, evitando cuestas. Pero perder¨ªamos otro agradable paseo: el que lleva por los pinares a trav¨¦s del Alto de Miranda y luego bajo la protecci¨®n de la arboleda del paseo de Men¨¦ndez Pelayo de nuevo al cogollo principal de la ciudad. Un espacio fagocitado ya por la novedad del Centro Bot¨ªn, ente protagonista con la firma de un arquitecto estrella del Santander futuro.
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