Los trazos de mi bisabuelo
Bilbao, San Sebasti¨¢n y Logro?o. La bisnieta mexicana del pintor Aurelio Arteta descubre los escenarios vascos y riojanos de su antepasado. Viaje al origen familiar
Conocer el Pa¨ªs Vasco era una deuda con mi pasado familiar. Crec¨ª oyendo de mi abuelo las historias de esa tierra que dej¨® para siempre al terminar la Guerra Civil, cuando a bordo del Sinaia, el primer buque de exiliados espa?oles, lleg¨® a M¨¦xico junto con su padre, un reconocido pintor vasco. As¨ª que este verano llen¨¦ mi mochila de recuerdos y emprend¨ª el viaje tras la pista de esos or¨ªgenes.
La r¨ªa
La aventura comenz¨® donde naci¨® mi abuelo, en Bilbao. Me hosped¨¦ justo frente al Guggenheim. La vista es espectacular, y gracias a un d¨ªa soleado lo es por partida doble, con el brillo de las l¨¢minas de titanio que recubren el museo reflejado en el agua.
A pocas calles del Guggenheim est¨¢ el Museo de Bellas Artes, el que realmente me interesaba. Menos de arte contempor¨¢neo, m¨¢s de moderno y cl¨¢sico, su antecedente fue el Museo de Arte Moderno, fundado en 1924 y cuyo primer director fue¡ Aurelio Arteta, mi bisabuelo. Enfil¨¦ a la secci¨®n de artistas vascos, un buen lugar para el visitante que busque el Bilbao de otra ¨¦poca: el de campesinos y astilleros, tambi¨¦n el de ¨¦lites que se retrataban en familia. Fue como encontrar viejos conocidos en los cuadros.
Por la tarde, un paseo por Getxo, localidad al norte de la ciudad que forma parte del Gran Bilbao. Ah¨ª termina la r¨ªa del Nervi¨®n, que se puede cruzar por menos de lo que cuesta un billete de metro en una joya arquitect¨®nica, el puente de Bizkaia. Inaugurado en 1893, es el puente transbordador m¨¢s viejo del mundo que todav¨ªa da servicio. Dej¨¦ atr¨¢s el paisaje de las gr¨²as del puerto para encontrar un paseo mar¨ªtimo lleno de palacetes de finales del siglo XIX y XX de estilo regionalista, llamado de las Grandes Villas. Y ?para terminar, las callecitas de Portu Zaharra, el puerto viejo, adornadas casi por igual de consignas pol¨ªticas y flores, tantas flores que parec¨ªa un concurso, y efectivamente lo era.
Una postal
La bah¨ªa de La Concha era para m¨ª una postal que la madre de mi madre, tambi¨¦n espa?ola, me hab¨ªa ense?ado cuando era ni?a. Un pedacito de para¨ªso con ese mar de azul intenso y un dorado semic¨ªrculo de arena. Mi abuelo contaba historias sobre cu¨¢nto cambiaba el nivel del mar en su tierra. En San Sebasti¨¢n pude ver con mis propios ojos ese juego por el que en un momento es posible pasar andando de la playa de La Concha a la de Ondarreta, y horas despu¨¦s el mar borra el camino y golpea con fuerza contra la base del palacio de Miramar.
Despu¨¦s de haber tenido un magn¨ªfico tiempo para tomar el sol, el d¨ªa siguiente se cubri¨® de nubes. ¡°Pueden aprovechar para ir al Museo de San Telmo, que es gratis los martes¡±, recomend¨® la chica de la oficina de turismo. El museo es un antiguo convento dominico del siglo XVI a los pies del monte Urgull. Tiene una exposici¨®n permanente de la sociedad vasca que va desde antiguos vestidos t¨ªpicos hasta la cultura contempor¨¢nea. Un estremecimiento me recorri¨® el cuerpo cuando encontr¨¦ una fotograf¨ªa: ¡°Aurelio Arteta Errasti, 1879-1940¡±. Un rostro que reconozco solo por un autorretrato, una de las pocas obras que conserva la familia, pues mi bisabuelo muri¨® al poco tiempo de llegar a M¨¦xico, en un accidente de tranv¨ªa.
La Virgen olvidada
La ¨²ltima pista de esta historia familiar que cruz¨® fronteras llevaba a Logro?o. Lo que yo buscaba no estaba marcado en el plano tur¨ªstico: el Seminario Mayor. Su capilla es la ¨²nica obra religiosa que pint¨® mi bisabuelo, un fresco de 130 metros cuadrados de Jes¨²s con sus ap¨®stoles y una enigm¨¢tica Virgen. Eran vacaciones. La capilla estaba cerrada y no se pod¨ªa abrir, me dijeron. Un hombre mayor se me acerc¨®. ¡°Te voy a contar una historia sobre esa pintura¡±, comenz¨® a relatar. El pintor no era religioso y olvid¨® colocar una Virgen cuando plasm¨® la escena. Tras las exigencias del obispo Fidel Garc¨ªa, acept¨® pintarla, pero ya no le ven¨ªa la inspiraci¨®n. Un d¨ªa lleg¨® ardiendo de la fiebre. ¡°?La tengo, la tengo!¡±, gritaba. Los trabajadores le respond¨ªan que lo que ten¨ªa era un resfriado brutal. El pintor se puso a trabajar y no par¨® hasta dejar la imagen angelical que hasta hoy se puede contemplar. ¡°Y cada vez que la veo me gusta m¨¢s¡±, exclam¨® emocionado el hombre. Cuando le dije que era descendiente de aquel pintor, movi¨® cielo y tierra hasta encontrar las llaves de la capilla.
Antes de irme, me reun¨ª con un sacerdote que escribi¨® un libro sobre el seminario. ¡°Eso de la fiebre del pintor es una de las leyendas que se han creado sobre la capilla¡±, ataj¨®. La historia real ¡ªla que ¨¦l investig¨®¡ª es menos m¨ªtica. Pero por esta vez prefiero quedarme con la leyenda.
{ "active": true, "code": "187454", "elementType": "offerExtension", "id": 16, "name": "BILBAO", "service": "tripadvisor" }
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.