A Pedreira, un jard¨ªn de camelios y magnolios

Con un sentido filos¨®fico y fisiol¨®gico de la temperatura humana, Marian G¨®mez Alonso intu¨ªa en la d¨¦cada pasada que esta antigua casa de labranza gallega ofrec¨ªa el frescor que durante el est¨ªo mesetario necesitan los habitantes de la Pen¨ªnsula.

Acert¨® de pleno, porque su rehabilitado hotelito rural conquist¨® enseguida a madrile?os y otros nacionales querenciosos de camelios, magnolios, casta?os y robles como los que atesora su jard¨ªn, de casi una hect¨¢rea de extensi¨®n, alimentado por tres estanques y un macizo enmadejado de bamb¨²es, donde ya est¨¢n surgiendo ideas para nuevos dormitorios experienciales. Con lo que no contaba la propietaria es que tambi¨¦n la clientela centroeuropea, los brit¨¢nicos y hasta estadounidenses caminantes de la ruta jacobea se ir¨ªan a interesar por las dos casas de piedra que forman el complejo, cubiertas de teja rojiza y guarnecidas por un h¨®rreo se?orial y un palomar que evocan el celtismo de una comarca famosa por las villas termales de Caldas y Cuntis.

La planta baja acoge con dos salones nobles y una biblioteca ambientada por una amorosa chimenea. Aqu¨ª se desarrollan las mejores escenas de un filme cuyo nudo y desenlace transcurre entre melancol¨ªas de piedra y silencios de nubes gruesas. Si la noche no est¨¢ para salir, la propietaria sienta a cada cual en su mesa mientras ordena una cena con ra¨ªces locales. La vieira sobre lecho de setas gratinadas con queso de Cuntis, entre sus recetas m¨¢s originales.

Hay siete habitaciones normales y tres superiores, distribuidas en los dos cuerpos que configuran la construcci¨®n, a cual con mejores vistas del paisaje gallego. Son suficientemente espaciosas, con aires campestres y mucha pulcritud sobre las camas. Algunas disponen de un dosel de gasas. Otras, cabecera de forja y terrazo en los cuartos de ba?o. Las m¨¢s, llaveros de borlas y alfombrillas veteranas. Todas huelen a ropa fresca. Y a la acetilcolina de los magnolios que entra por la ventana. Aqu¨ª se duerme bien y se sue?a mejor (con el desayuno de obrador a la ma?ana siguiente).

El eco del hada celta, la moura de la casa, resuena cada ma?ana de entre los manantiales gozosos para acompa?ar al hu¨¦sped en su descubrimiento del jard¨ªn. Marian no perdonar¨ªa que sus invitados se marcharan de all¨ª sin la preceptiva terapia de verde.