Saiaritz, cama c¨®moda y ducha generosa

El abuelo Ruperto era ciego. Si bien esa discapacidad no le imped¨ªa atender la venta principal del pueblo, donde los parroquianos y viajantes acud¨ªan a satisfacer su hambre y su sed. Una tarde de agosto de 2010, la casa familiar junto a la venta ardi¨® sin que nadie percibiera c¨®mo se inici¨® el incendio.

La abuela, Conchi Polancos, se llev¨® el disgusto de una vida entera dedicada a la hospitalidad. Tras los primeros lamentos llegaron las reflexiones sobre lo que se habr¨ªa de ganar de lo perdido. Para qu¨¦ construir un caser¨ªo apenas habitado, se preguntaron los nietos Nacho e Iratxe. En su lugar, qu¨¦ mejor que emprender un negocio de pocas habitaciones y esmerarse con las comidas caseras de la venta. Dicho y hecho.

En muy poco tiempo, los hermanos Ruiz levantaron un edificio contempor¨¢neo, con estancias amplias y confortables bajo una preceptiva cubierta a dos aguas y un entramado de viguer¨ªa a la vista. Al hotelito le pusieron el nombre proveniente de la contracci¨®n de los dos hijos de ?Iratxe, Saioa (un monte navarro) y Aritz (roble, en euskera). Y as¨ª, Saiaritz.

A su alrededor medran los tomates y otras hortalizas que entran en la cazuela de la cena. Dos terrazas al aire libre flanquean el cuerpo de las habitaciones, donde esperan unas duchas generosas en su dise?o, en la amplitud y, sobre todo, en la parrilla de lluvia a distintas temperaturas nebulizada sobre la espalda. A poco que guste permanecer bajo esa evanescencia, el tiempo corre. En la alcoba, nada m¨¢s carism¨¢tico en la industria hotelera que una buena cama, una buena ducha y un buen desayuno, como pregona el empresario Kike Sarasola, de Room Mate Hoteles. Las tres condiciones aqu¨ª se cumplen, aunque los desayunos podr¨ªan ser a¨²n m¨¢s sabrosos. Una tostada y un cruas¨¢n industrial no bastan cuando hay una fecunda huerta cerca que tent¨® en su d¨ªa a Kiko Veneno antes de un concierto de verano. Pidi¨® una tosta de pan con tomate, cuenta la propietaria.

Aun en d¨ªas de lluvia, es recomendable el paseo por el vecindario y los montes de Amurrio. En recepci¨®n, por si acaso, hay existencias de paraguas, que los herederos del abuelo Ruperto facilitan sin solicitarlo, con el azul celeste corporativo del establecimiento.