Posada El Corcal de Li¨¦bana, restaurante y posada junto al r¨ªo Deva

A un costado de la carretera que surca el valle del Deva, en el coraz¨®n de la Li¨¦bana, Adolfo Sober¨®n regenta el mes¨®n Fifo, que alimenta a diario a mucha gente de paso entre Potes y el mar Cant¨¢brico.

Hace apenas una d¨¦cada se convenci¨® de que esta clientela errante le ped¨ªa, sin proclamarlo, un jerg¨®n del mismo nivel. Y se dispuso a levantar una posada como Dios manda, que en estos lares no hay otra deidad que la omnisciente arquitectura de estilo monta?¨¦s con cubierta de tejas a dos aguas, solana de madera con aleros prolongados, cortafuegos de siller¨ªa y estragal (portal) en la fachada.

El automovilista lo percibe al primer golpe de vista. O estaciona junto al mes¨®n o desciende con el coche hasta la entrada del hotel para dejar las maletas, en cuyo caso debe regresar a la carretera y utilizar el aparcamiento se?alizado en un arc¨¦n. Afortunadamente, el tr¨¢mite de recepci¨®n no dura ni un minuto. Para qu¨¦ perder el tiempo si uno ya viene con la reserva hecha. Detr¨¢s de la casa invita a pasar la tarde un jardincito verde con unos sillones de rat¨¢n. Otra opci¨®n es sacarle partido a la habitaci¨®n.

Distribuidas en tres plantas, las 14 habitaciones y 2 apartamentos de El Corcal est¨¢n bien temperadas, lo que es muy de agradecer con el clima fresco y h¨²medo de la Li¨¦bana. No hay ahorro en evitar las humedades en las paredes y los chiflones de aire fr¨ªo por las rendijas. La hospitalidad de Sober¨®n y su dedicaci¨®n al oficio hostelero familiar se hace notar en estos detalles, pese a la falta de una botella de agua para pasar la noche y al mal dise?o de la ducha, cuya mampara de vidrio es insuficiente para contener el caudal de agua. Otro defecto que corregir es la deficiente iluminaci¨®n de los cuartos. El Cueto y los apartamentos El Moral y El Doblillo ocupan el primer piso. Arriba se encuentran los denominados La Pasera, La Roja, La Carral, La Fuente, La Panicera, La Tejera, El Rega?¨®n, El Chorco y Valdimiores. Y m¨¢s arriba, El B¨², El Regollino, La Mimbrera y Tres Casas.

Menos hospitalario es el desayuno, en un buf¨¦ que soporta aglomeraciones frente al dispensador de caf¨¦ o la vitrina con los productos frescos. Apenas hay cinco mesas, pero el recetario no dista mucho del servido en establecimientos low cost del litoral mediterr¨¢neo. La recompensa culinaria llega a la hora de la comida o la cena, donde un cocido lebaniego de los de antes se transforma en un gatillo para el placer del viaje.