El gran criadero de las ballenas jorobadas
Ruta por la regi¨®n colombiana de Bah¨ªa M¨¢laga, un rec¨®ndito para¨ªso selv¨¢tico a orillas del Pac¨ªfico donde cada a?o se pueden avistar, durante el periodo de cr¨ªa, estos grandes cet¨¢ceos
Juanchaco es un peque?o pueblo de la costa del Pac¨ªfico colombiano. Las calles son de tierra de playa. No hay alcantarillado. Las casas de madera se construyeron elevadas por orden de las mareas. Sus habitantes son de raza negra, como sucede en todo el litoral. Viven de la pesca hasta que llegan las ballenas. Desde mediados de julio y hasta octubre, estos grandes mam¨ªferos viajan desde la Ant¨¢rtida hasta esta regi¨®n llamada Bah¨ªa M¨¢laga para tener sus cr¨ªas.
Durante esos cinco meses Juanchaco se transforma. Se convierte en el criadero del 25% de las ballenas jorobadas que nacen en todo el mundo, seg¨²n datos de Parques Naturales de Colombia. Es entonces cuando los colombianos vuelven a ubicar en el mapa una de las zonas m¨¢s pobres de su pa¨ªs seg¨²n los indicadores econ¨®micos, y, al mismo tiempo, una de las m¨¢s ricas en biodiversidad del mundo. Los cet¨¢ceos nadan hasta unas tierras donde crece un cuarto de la flora que no existe en otro lugar del mundo. Pero solo la majestuosidad de estos animales es capaz de llamar la atenci¨®n del forastero.
Hace 40 a?os que Julio P¨¦rez, promotor tur¨ªstico, se sinti¨® atra¨ªdo por los esteros que serpentean en el interior de la selva, en los que se mezclan el agua dulce y el agua salada; los caminos entre las rocas que aparecen cuando baja la marea; las comunidades ind¨ªgenas; la variedad de orqu¨ªdeas que convierten a Colombia en el pa¨ªs con mayor biodiversidad en esta especie; las aves de patas azules de los islotes frente a la playa de Juanchaco. En definitiva, la riqueza del parque natural Uramba Bah¨ªa M¨¢laga, uno de los cinco de esta regi¨®n, formado por tres poblaciones con no m¨¢s de 5.000 habitantes.
Un para¨ªso en bruto
¡°Al llegar, los nativos te miran con incredulidad¡±, cuenta P¨¦rez, oriundo de Cali, capital del departamento del Valle del Cauca, donde se encuentra Juanchaco. Es blanco, de ojos claros, pelo rubio. Lleva m¨¢s de dos d¨¦cadas apostando por el turismo sostenible en las zonas m¨¢s inalcanzables de Colombia. Hasta este pueblo lleg¨® con la idea de mostrar las ballenas, pero tambi¨¦n de ofrecer rutas en kayak, canoa y caminatas. Una alternativa tur¨ªstica poco conocida en esta regi¨®n. ¡°?Y aqu¨ª qui¨¦n va a venir?¡±, le dec¨ªan los habitantes del pueblo. ¡°A?os despu¨¦s siguen sin entenderlo. Esto es un diamante en bruto¡±.
Julio P¨¦rez trabaja directamente con los habitantes de Juanchaco. Contrata a los pescadores, formados por Parques Naturales, para las rutas de avistamiento de ballenas. En temporada alta es habitual ver a los barqueros acercarse a don Julio, como le llaman, reclamando trabajo. ¡°?A m¨ª cu¨¢ndo me toca?¡±, es la pregunta m¨¢s repetida. ¡°Intento ser justo y voy rotando¡±, responde.
En sus peque?as lanchas acercan a peque?os grupos de turistas hasta los animales, respetando siempre la normativa que garantiza que cada a?o los cet¨¢ceos vuelvan hasta este punto de la costa colombiana. Nunca se juntan m¨¢s de cuatro embarcaciones alrededor de una madre y su cr¨ªa; respetan la distancia de seguridad para no interferir en el rumbo de los animales y controlan las mareas y el clima de una zona, donde llueve m¨¢s de 200 d¨ªas al a?o.
Avistamiento sin ¡®show¡¯
¡°Aseguramos verlas, pero no el show¡±, aclara P¨¦rez. La concentraci¨®n de estos cet¨¢ceos es tan alta que, desde el muelle, se ven a lo lejos los chorros de agua que expulsan al respirar y, con suerte, los saltos en lontananza. Una vez en el bote, es sencillo observar a m¨¢s de una familia asomar el lomo por encima de las oscuras aguas del Pac¨ªfico. M¨¢s complicado es ser testigos de las peripecias de los ballenatos aprendiendo a afrontar la vida que les espera. El viaje se puede negociar directamente en el muelle de madera. El precio por una salida de una media hora suele rondar los 25.000 pesos (menos de 10 euros) por persona.
Julio P¨¦rez incluye esta aventura en un paquete vacacional de entre tres y cuatro d¨ªas por un precio de 700.000 pesos (unos 200 euros) por persona, todo incluido. El viaje comienza en Cali, donde un transporte traslada a los turistas hasta Buenaventura, el puerto comercial m¨¢s grande de Colombia, en un trayecto de unas tres horas por carreteras sinuosas. Desde este punto se accede a una embarcaci¨®n para unas 30 personas hasta Juanchaco. Un viaje de una hora en la que se empieza a desvelar este terreno pr¨ªstino que comienza en la frontera de Ecuador y termina en la linde con Panam¨¢. M¨¢s de mil kil¨®metros de litoral de los que solo se puede visitar con tranquilidad unos 200, seg¨²n calcula P¨¦rez. El resto est¨¢ tomado por una profusa selva inexplorada, la guerrilla del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN) y las bandas que han encontrado en este oc¨¦ano la mejor salida para el narcotr¨¢fico, la miner¨ªa ilegal y todo tipo de contrabando.
A finales de los ochenta, los habitantes de esta porci¨®n del Pac¨ªfico sufrieron el aislamiento por el conflicto armado que durante m¨¢s de medio siglo ha enfrentado a varias insurgencias y al Estado colombiano. ¡°Hace 15 a?os regres¨¦¡±, dice Julio P¨¦rez. Desde entonces no ha tenido ning¨²n problema. ¡°Cuando generas dinero, uno siempre es bienvenido¡±.
Local y sostenible
La apuesta por lo local de Julio P¨¦rez no solo incluye a los pescadores, tambi¨¦n incluye la formaci¨®n de los j¨®venes de Juanchaco en el turismo. Yarli, de 18 a?os, no va al colegio, pero ha aprendido a manejar un kayak y ahora es instructora. Bajo la tutela constante de este promotor, la joven prepara las embarcaciones, ayuda a los turistas a ponerse el chaleco y los acompa?a en salidas por los esteros y las peque?as islas que hay frente a su pueblo. Ha encontrado una manera de ganarse la vida y ha abandonado las largas horas de no hacer nada.
Gloria, tambi¨¦n de Juanchaco, ha conseguido trabajo cocinando platos locales para los grupos de turistas. Ocupa una de las cocinas de las dos caba?as que P¨¦rez alquila. Construcciones en madera donde la m¨¢xima es el respeto al medio ambiente. No hay aire acondicionado y el agua del ba?o se obtiene (y almacena) de la lluvia.
Para que el visitante termine de comprender la particularidad del ecosistema en el que se encuentra, P¨¦rez organiza caminatas a primera hora de la ma?ana por la orilla que el oc¨¦ano descubre al bajar la marea. Un paseo por la arena mojada recorriendo formaciones rocosas, cuevas y cascadas naturales. La otra excursi¨®n que organiza es un recorrido en canoa hasta los asentamientos ind¨ªgenas en el interior de la selva. Una manera de conocer c¨®mo viven las comunidades nativas de estas tierras y apreciar la flora y la fauna, especialmente las aves, que se esconden.
¡°Aqu¨ª a¨²n est¨¢ todo por hacer¡±, explica Julio P¨¦rez. Entre las casas de madera empiezan a aparecer peque?os negocios de caba?as y hostales, pero pervive esa sensaci¨®n que el promotor cale?o denomina ¡°estar suspendido en el tiempo¡±. Su ¨²nico temor es que con el final de la guerra con las FARC llegue el turismo descontrolado.
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