10 islas griegas para perderse
De Hidra a ?taca, un viaje entre calas solitarias, leyendas mitol¨®gicas, antiqu¨ªsimas ruinas, rutas senderistas y paisajes de ensue?o
Con m¨¢s de 2.000 islas dispersas por el Egeo y el Mediterr¨¢neo, la cosa se pone complicada para escoger una sola isla griega donde ir de vacaciones. Solo unas 200 est¨¢n habitadas, y cualquiera de ellas puede ser buena para disfrutar de la vida al m¨¢s puro estilo mediterr¨¢neo: calas solitarias (incluso en verano), aguas c¨¢lidas y profundamente azules, leyendas mitol¨®gicas, antiqu¨ªsimas ruinas blanqueadas por el sol y el tiempo¡ y ahora tambi¨¦n muchas actividades para disfrutar al aire libre, como senderismo, buceo o escalada en roca.
M¨¢s informaci¨®n en www.lonelyplanet.es y en la gu¨ªa Lonely Planet de las Islas Griegas.
Las hay de todos los tama?os, desde la gran isla de Creta o la hist¨®rica Rodas, hasta las diminutas C¨ªcladas esparcidas por el Egeo. Las hay muy pero que muy tur¨ªsticas, como Mikonos o Santorini, y otras casi deshabitadas donde podemos so?ar que somos los primeros en descubrirlas. Aqu¨ª te proponemos 10 peque?as islas en las que probablemente no encuentres a nadie conocido.
1. Hidra, a un paso de Atenas
Hidra, isla no tan alejada y no tan deshabitada, est¨¢ a escasa media hora en ferri desde Atenas y es una de las islas del golfo Sar¨®nico que motean la costa de la capital griega, cada una con su atm¨®sfera y su cultura. Son las m¨¢s visitadas por los atenienses y por turistas de paso que sacan un poco de tiempo para escaparse del empacho arqueol¨®gico por unas horas.
Hidra no resulta tan tur¨ªstica como su vecina Egina, pero es la joya de la zona: con casas de piedra encaladas de blanco, un puerto hist¨®rico donde amarran veleros, caiques y yates y sin coches ni ruidos. Es la ¨²nica isla griega sin tr¨¢fico motorizado ¡ªni autom¨®viles, ni motos¡ª, solo callecitas empedradas, burros, rocas y mar. Artistas, m¨²sicos (entre ellos Leonard Cohen), actores (Melina Mercouri, Sophia Loren) y otros famosos se han sentido atra¨ªdos por este lugar a lo largo de los a?os. Adem¨¢s de construcciones de piedra exquisitamente conservadas hay caminos rurales en zigzag, aguas l¨ªmpidas y profundas, y se puede tomar un buen capuchino en el muelle mientras se disfruta del ajetreo cotidiano.
La isla tiene apenas 2.000 habitantes, pero hist¨®ricamente fue un lugar importante, refugio ocasional para los venecianos y otomanos, una isla de comerciantes de ¨¦xito durante siglos hasta convertirse en el XIX en una potencia mar¨ªtima, de lo que dan fe las lujosas mansiones de la ciudad que levantaron sus armadores. Su punto d¨¦bil (no hay playas de arena) ha sido tambi¨¦n su salvaci¨®n para los que huyen de los arenales congestionados.
Casi toda la poblaci¨®n vive en la ciudad de Hidra, que gira en torno al puerto. En temporada alta, hay un movimiento constante en su muelle de m¨¢rmol, que se convierte en un bulevar por el que desfila todo el mundo. Las casas se alejan del centro por empinadas cuestas y aqu¨ª podemos ver estampas muy diferentes, con vecinas que charlan en la puerta de casa y calles retorcidas que se transforman en caminos de tierra que se adentran en las monta?as. En el municipio se encuentra incluso una catedral del siglo XVII, pero lo mejor es salir a conocer la isla. Su interior es ¨¢rido y monta?oso, pero esconde buenos caminos para el senderismo. Una experiencia insuperable es la subida al Moni Profiti Ilia, un monasterio con vistas extraordinarias. Otros senderos conducen al monte Eros (con 588 metros es el punto m¨¢s alto de Hidra) o atraviesan de este a oeste el espinazo de la isla.
Podemos parar en rincones encantadores, como Kamini, un peque?o puerto pesquero con varias tabernas buenas y una playita de guijarros. O en Vlyhos, un kil¨®metro m¨¢s all¨¢, con aguas cristalinas y varias tabernas para hacer un alto.
Otras islas del golfo Sar¨®nico cercanas a Hidra son: Egina, la m¨¢s grande y la m¨¢s cercana a Atenas, que posee un templo d¨®rico y un pueblo bizantino en ruinas; Angistri con su ambiente completamente en calma fuera del verano; Poros, con un interior cubierto de bosques, o Spetses, la m¨¢s meridional, con aroma a pino, una bonita arquitectura, caletas de color aguamarina y una rica historia naval.
2. Fol¨¦gandros, el presidio transformado en para¨ªso mediterr¨¢neo
Las C¨ªcladas son la imagen m¨¢s t¨ªpica de las islas griegas de ensue?o: pueblos blancos e iglesias con c¨²pulas azules, interesantes yacimientos arqueol¨®gicos, playas de postal, escarpadas rocas, restaurantes sencillos y tambi¨¦n un punto de sofisticaci¨®n. Aqu¨ª est¨¢n Santorini y Mikonos, dos grandes destinos tur¨ªsticos a los que no les falta ni uno de estos detalles. Pero las C¨ªcladas, dispersas en el mar Egeo, esconden joyas como Fol¨¦gandros, donde adem¨¢s se encuentra el que probablemente sea el pueblo m¨¢s bello del archipi¨¦lago, en lo alto de un acantilado. Est¨¢ en el extremo meridional de las C¨ªcladas y tiene una belleza cautivadora. Apenas mide 12 kil¨®metros de largo por cuatro de ancho, y no siempre fue el para¨ªso que hoy nos parece: por lo lejano y escabroso de la isla, fue el lugar preferido para el destierro de prisioneros pol¨ªticos desde la ¨¦poca romana hasta el siglo XX.
Antes apenas llegaban ferris, pero hoy Fol¨¦gandros est¨¢ bien comunicada, al menos en verano, con El Pireo y con Santorini. Los barcos atracan en el peque?o puerto de Karavostasis, en la costa este, que junto con el puerto de Hora y Ano Meria es el ¨²nico n¨²cleo urbano de cierta entidad. La isla cuenta con buenas playas, pero llegar a algunas requiere emprender fatigosas caminatas por lo que es mejor ir en barco.
El mayor de los atractivos de la isla es Chora, un pueblo lleno de encanto que ya no es un secreto para nadie. La calle principal serpentea entre animadas plazas arboladas y mesas al aire libre. Los edificios de piedra natural, intercalados entre construcciones blancas y azules, son de lo m¨¢s fotog¨¦nicos. El kastro medieval queda al oeste: es un peque?o n¨²cleo de callejones con arquer¨ªas bajas que data del siglo XIII, con balcones cubiertos de buganvillas y con el encanto a?adido de unas cuantas capillas encaladas. Al atardecer, es casi obligado subir a ver la puesta de sol a la iglesia de la Virgen, Panagia, encaramada en una colina por encima del pueblo: son 20 minutos para unas vistas espectaculares de Chora, los acantilados y las olas.
Para ver la cara m¨¢s tradicional de Fol¨¦gandros, donde todav¨ªa el turismo no ha dejado huella, hay que ir al extremo oeste de la isla, a Ano Meria, una comunidad dispersa compuesta por peque?as granjas y casas que se extiende varios kil¨®metros por la cresta de la isla. Tambi¨¦n hay playas: los arenales de Livadi, Katergo, Angali (la m¨¢s visitada), LIvadaki o Agios Georgios prometen un poco de soledad, aunque tengamos que llevarnos comida y agua.
3. Sifnos, las C¨ªcladas en estado puro
Los cazadores de islas de ensue?o tienen el ¨¦xito asegurado en la peque?a Sifnos, otra de las islas C¨ªcladas. A pesar de que los turistas hace tiempo que la descubrieron, sigue siendo un lugar de postal. Hoy es famosa por su cer¨¢mica, pero en tiempos remotos, como ocho siglos antes de Jesucristo, era ya un lugar muy rico gracias a sus minas de oro y plata, que se agotaron antes del siglo V a.C. Merece la pena acercarse hasta las remotas playas del norte. Tres pueblos junto a la capital, Apolonia, se ensartan como perlas en un collar por la cresta de la isla. La luz cambiante acaricia el paisaje, y en las laderas de los montes centrales abundan los olivos, almendros, adelfas y plantas arom¨¢ticas. Cada una de las bah¨ªas de la isla exhibe una paleta de aguas verdiazules y ofrece vistas espectaculares.
El puerto de Kamares puede ser una base para descubrir la isla, porque cuenta con la mayor oferta de alojamientos, pero es menos pr¨¢ctico que Apolonia, situado en el centro. Kamares est¨¢ encerrado entre escarpadas monta?as, pero en su puerto se respira un ambiente vacacional, con una gran playa y un paseo mar¨ªtimo con caf¨¦s, tabernas y tiendas. Apolonia es laber¨ªntica y est¨¢ salpicada de iglesias. En temporada alta, desfilan por sus calles y caf¨¦s los atenienses adinerados, pero fuera de esta ¨¦poca vuelve a la tranquilidad.
La isla tambi¨¦n anima a ser recorrida a pie. Se siente muy orgullosa de sus m¨¢s de una decena de senderos se?alizados, con un total de 98 kil¨®metros, que van desde magn¨ªficos paseos de 20 minutos (como el que va de Apolonia a Artemonas) hasta caminatas de cuatro horas. Y dos excusiones recomendables para los amantes de la historia: la que lleva al monasterio de Moni Chrysopigi, con m¨¢s de 600 a?os a sus espaldas, colgado en un islote unido a la costa por un peque?o puente peatonal (se llega desde el pueblo de Faros), y la excursi¨®n a la Agios Andreas, en el centro de la isla, una acr¨®polis que tiene su origen en el per¨ªodo mic¨¦nico, 13 siglos antes de Cristo.
Otro de los reclamos de la isla es su gastronom¨ªa. Aqu¨ª naci¨® el autor del primer y m¨¢s famoso libro de cocina griega, Nikolaos Tselementes (1878-1958), y desde entonces Sifnos ha dado buenos chefs. Sifos Farm Narlis (www.sifnos-farm-narlis.com) imparte clases de cocina griega.
4. C¨¢rpatos, la isla m¨¢s tradicional
C¨¢rpatos es una de las muchas islas que cita Homero, a la que llama Krapatos, y tiene todav¨ªa un cierto aire primitivo. Cuenta la leyenda que Prometeo y sus titanes nacieron aqu¨ª, y uno se lo puede imaginar perfectamente. Esta larga y escarpada isla, famosa por sus agrestes monta?as y sus calas de aguas azules, figura entre las menos tur¨ªsticas de Grecia. Con sus pueblos envueltos en nubes y su belleza algo salvaje, resulta encantadora para los que busquen la Grecia m¨¢s aut¨¦ntica, aunque el sur es ya bastante popular entre los amantes de la adrenalina, y acoge cada verano una competici¨®n internacional de kitesurf.
Los ferris llegan Pigadia, la capital, un puerto que se despliega junto a una larga bah¨ªa en la costa sureste y que acaba conquistando al viajero con su embarcadero, sus bares y panader¨ªas frente al mar. Es sencillamente un lugar tranquilo, t¨ªpicamente griego. Al sur de la isla varios pueblos se han reinventado como peque?os centros vacacionales gracias a sus playas de arena. El otro pueblo con encanto en el sur es Arkasa, una de las poblaciones m¨¢s antiguas de la isla. El pueblo original, cuesta arriba desde el mar, ahora se complementa con un complejo de playa.
Pero si lo que buscamos son las t¨ªpicas tranquilas de playa, hay que ir a Lefkos, con un encantador arenal curvado. Y en el interior, salpicado de pintorescos senderos, hay tranquilas poblaciones entre las colinas, como Menetes, rodeada de monta?as y sobre unos acantilados. Se aconseja subir primero hasta la iglesia, en el punto m¨¢s alto, y desde all¨ª explorar sus estrechas calles de casas encaladas.
Y a¨²n queda por descubrir el norte. Los locales suelen considerar esta parte escarpada y monta?osa de C¨¢rpatos como otra isla, en fuerte contraste con la zona sur, f¨¦rtil y llana. Una nueva carretera permite llegar hasta el anta?o remoto pueblo de Olimpos, un lugar magn¨ªfico. La vista cuando se llega es espectacular: casas de tonos pasteles envueltas en la niebla y aferradas precariamente a la cima del monte Profitis Ilias (716 metros). Ya de paseo por sus ventosos callejones y entre mujeres mayores vestidas con coloridos trajes tradicionales, nos puede parecer que estamos en un decorado de cine. Y, por si fuera poco, incluso escucharemos un dialecto con vestigios del antiguo griego dorio. Este enclave est¨¢ considerado el lugar m¨¢s tradicional de Grecia, donde las lugare?as a¨²n usan chaquetas tejidas a mano y tocados floreados. Vale la pena pasar aqu¨ª unas cuantas noches, en especial para los amantes del senderismo y las playas remotas. Hay bonitos pueblecitos como Diafani, que merecen la pena aunque la mayor parte de los turistas pasan de largo. En este conjunto de casas blancas azotadas por el viento frente a unas aguas color azul cobalto y monta?as de fondo hay poco que hacer, aparte de ver romper las olas y contemplar a hombres mayores que juegan al Backgammon. La ventaja: podremos tener sus senderos y playas casi para nosotros solos.
5. Symi, la asombrosa isla de color pastel
Cuando el ferri llega a Symi es inevitable que todos los pasajeros se queden mir¨¢ndola asombrados. Y es que la primera visi¨®n del puerto de Gialos, bordeado por un anfiteatro de casas de tonos pasteles que se elevan por todos lados, es inolvidable. Todo esto es herencia de los italianos, que gobernaron la isla hace casi un siglo e impusieron el estilo arquitect¨®nico neocl¨¢sico que Symi ha seguido desde entonces. Aqu¨ª solo tiene tres poblaciones: Gialos, el antiguo pueblo de Horio y Pedi. Una carretera lleva hasta el monasterio de Panormitis, cerca del extremo sur de Symi, que ya aparece mencionada en La Il¨ªada por enviar barcos para ayudar a Agamen¨®n en el asedio de Troya. Y el resto del territorio est¨¢ pr¨¢cticamente desierto, aunque la isla est¨¢ rodeada de playas y calas con aguas tan transparentes que los barcos parecen flotar en el aire.
Symi est¨¢ muy cerca de Rodas y de la costa turca y tiene una larga tradici¨®n de pesca de esponjas y construcci¨®n naval. Durante la ¨¦poca otomana se le concedi¨® permiso para pescar esponjas en aguas turcas a cambio de ceder a sus mejores constructores navales al sult¨¢n. La isla se enriqueci¨® con este intercambio: se levantaron elegantes mansiones y florecieron la cultura y la educaci¨®n. A principios del siglo XX, ten¨ªa 22.500 habitantes (hoy tiene unos 2.500) y en la isla se constru¨ªan unos 500 barcos al a?o. Sin embargo, la ocupaci¨®n italiana, la llegada del barco de vapor y el declive de la industria de la esponja pusieron fin a su prosperidad y la obligaron a reinventarse como destino tur¨ªstico.
Pr¨¢cticamente todos sus habitantes viven en Gialos, un pueblo realmente precioso con sus tonos galleta y ocre y uno de los puertos m¨¢s bonitos del mundo. Los barcos de pesca se balancean en unas aguas realmente cristalinas y los vendedores de esponjas pregonan sus tesoros de las profundidades. Adem¨¢s, hay unos cuantos hoteles boutique y buenos restaurantes ¡ªhay que asegurarse de probar las famosas gambas de la isla¡ª, que hacen que recalen ricos y famosos en sus deslumbrantes yates.
Horio es el otro pueblo de la isla, levantado en lo alto de una colina para disuadir a los piratas. Se llega subiendo por unos callejones detr¨¢s del puerto y lo curioso son sus majestuosas villas, construidas para antiguos capitanes de barco, algunas de ellas en ruinas. Tambi¨¦n en ruinas est¨¢ el kastro de los Caballeros de San Juan, en este caso debido a una explosi¨®n del arsenal alem¨¢n que albergaba durante la Segunda Guerra Mundial.
Y a¨²n queda Pedi, un pueblo convertido en un puerto deportivo y con agradables playas, en las que no falta la t¨ªpica taberna para hacer m¨¢s llevadero un d¨ªa bajo el sol.
Cerca de la punta sur de Symi, en la espectacular bah¨ªa de Panormitis, se encuentra el Moni Taxiarhou Mihail Panormiti, un monasterio que est¨¢ all¨ª desde el siglo V, y al que los isle?os tienen gran devoci¨®n. Aparte del monasterio, en Symi solo hay playas para visitar, como Nimborios, con una buena taberna para pasar el d¨ªa en tumbonas bajo tamariscos.
6. Cos, las mejores playas del Dodecaneso
Con las mejores playas del Dodecaneso, pe?ascos imponentes y unos frondosos valles, Cos es una verdadera isla del tesoro. Los visitantes pronto se acostumbran a pasar junto a columnas corintias milenarias rodeadas por flores silvestres, incluso en la ciudad de Cos, la animada capital, con antiguas ruinas griegas esparcidas por todas partes y un imponente castillo medieval que todav¨ªa custodia el puerto. Aqu¨ª hay tres importantes centros vacacionales. Kardamena, en la costa sur, es muy popular entre el turismo organizado, pero Mastichari, en la costa norte, y Kamari, en el lejano suroeste, son m¨¢s atractivos y est¨¢n menos masificados. Lejos de los centros tur¨ªsticos, la isla conserva gran parte de su car¨¢cter agreste, con el escarpado monte Dikeos (850 metros) pocos kil¨®metros al oeste de la ciudad de Cos.
Esta es un puerto atractivo, custodiado por un castillo medieval y llena de antiguas ruinas griegas, romanas y bizantinas. Aqu¨ª llegan los ferris y, aunque a veces est¨¦ demasiado saturadas de turistas, quedan calles muy atractivas, como la del puerto, bordeada de caf¨¦s y tabernas y repleta de barcos tur¨ªsticos, pesqueros y lujosos yates. El castillo de los Caballeros no est¨¢ en lo alto de una colina, como suele ser habitual, sino junto a la entrada del puerto, por lo que es accesible a trav¨¦s de un puente desde la plaza principal. Desde sus murallas se contempla la actividad portuaria y tambi¨¦n Turqu¨ªa. La plaza principal es el mejor lugar para disfrutar del encanto de la isla y de su tranquilo ritmo de vida. Aqu¨ª naci¨® Hip¨®crates, considerado el padre de la medicina moderna, en el a?o 460 a.C. Tras su muerte se construyeron el santuario de Asclepio y una escuela de medicina que perpetu¨® sus ense?anzas e hizo que Cos fuera famosa en todo el mundo heleno. Adem¨¢s, la plaza principal est¨¢ presidida por el ¨¢rbol de Hip¨®crates, un pl¨¢tano bajo el cual se dice que el m¨¦dico griego impart¨ªa clases a sus alumnos.
El resto de la isla est¨¢ marcada tambi¨¦n por la historia, con yacimientos tan antiguos como el Asclepeion, un santuario dedicado a Asclepio, el dios de la curaci¨®n, que tambi¨¦n fue un sanatorio y una escuela de medicina a la que acud¨ªa gente de todo el mundo. Est¨¢ en una colina cubierta de pinos, tres kil¨®metros al suroeste de la ciudad de Cos, con encantadoras vistas que tambi¨¦n se extienden hasta tierras turcas.
Los pueblos desperdigados por la verde ladera norte del monte Dikeos est¨¢n muy bien para excursiones de un d¨ªa. Zia, el m¨¢s bonito, pr¨¢cticamente se convierte en verano en un parque tem¨¢tico de una sola calle, aunque las vistas del mar a¨²n son maravillosas. Otra parte que atrae a los visitantes es Kamari y la enorme bah¨ªa de Kefalos, un tramo de 12 kil¨®metros de excelente playa que se prolonga por la costa suroeste de Cos pr¨¢cticamente sin interrupci¨®n. Ba?adas por aguas templadas y con verdes colinas cubiertas de maleza de fondo, son los mejores arenales de la isla, y de las menos abarrotadas. El mejor de todos es Agios Stefanos, en el extremo oeste, con un peque?o promontorio coronado por una bas¨ªlica en ruinas del siglo V y el fotog¨¦nico islote de Kastri a poca distancia a nado.
7. Qu¨ªos, la isla que invent¨® el chicle
Dicen que durante el dominio otomano en Grecia los sultanes dispensaron a Qu¨ªos un trato especial porque a ellos (y a las mujeres de sus harenes) les encantaba mascar goma de mastique, una resina especial que se extrae del lentisco que crece al sur de esta isla. El caso es que esta resina, antecesora del chicle, se ha producido en esta isla del Egeo desde la Antig¨¹edad, e incluso Hip¨®crates hablaba de sus beneficios para la salud (hoy se sabe que contiene antioxidantes). Esta singular riqueza hizo de Qu¨ªos un lugar diferente al resto, incluso en sus construcciones, levantadas por los navieros y comerciantes, que aqu¨ª son tipo castillo, muy diferentes a las blancas arquitecturas.
Su variada orograf¨ªa comprende desde los solitarios pe?ascos del norte hasta las plantaciones de c¨ªtricos de Kampos, cerca de la capital portuaria de la isla (en el centro), y la f¨¦rtil mastichochoria en el sur, la comarca donde generaciones de cultivadores de mastique han convertido sus pueblos en joyas del arte decorativo. Las islas de Psara y de Inuses, menos visitadas, comparten con Qu¨ªos este legado de grandeza mar¨ªtima.
Casi la mitad de la poblaci¨®n de la isla vive en la capital, la ciudad de Qu¨ªos. Detr¨¢s del puerto se extiende un barrio antiguo, mucho m¨¢s tranquilo y con algunas casas t¨ªpicas turcas y un hamm¨¢n, ce?idos por las murallas de un castillo genov¨¦s. Tambi¨¦n hay un bullicioso mercado por detr¨¢s del paseo mar¨ªtimo y unos extensos jardines p¨²blicos (Vounaki), con un cine al aire libre en verano.
Para los que quieran conocer mejor la historia del lugar, algunos peque?os museos pueden ser interesantes. Pero la historia sale mejor a nuestro encuentro por las carreteras que van hacia el centro de la isla. En Vrontados, unos cinco kil¨®metros al norte de la ciudad de Qu¨ªos, es donde se encontraba la legendaria silla de Homero, la Daskalopetra (en griego, ¡°piedra del maestro¡±). Es un pin¨¢culo rocoso cerca del mar pintiparado para impartir clases. Y justo al sur de la ciudad de Qu¨ªos, est¨¢ Kampos, una zona exuberante con c¨ªtricos donde veraneaban los ricos mercaderes genoveses y griegos desde el siglo XIV. Aqu¨ª pueden verse vergeles y mansiones de altos muros, algunas restauradas y otras que amenazan derrumbe.
El norte est¨¢ dominado por los montes y los pe?ascos, y es territorio de caser¨ªos dispersos, de calas con pinos y tabernas locales. De vez en cuando, alg¨²n pueblo un poco m¨¢s destacado, como Marmaro y Kardamyla, con casas solariegas de muchos armadores. Pero los que llegan a Qu¨ªos de vacaciones van sobre todo al sur. Es este el territorio de los famosos lentiscos que han dado la riqueza a la isla durante siglos. Este ¨¢rbol crece en un f¨¦rtil territorio rojizo conocido como los mastichocoria (pueblos de mastique), pintoresca regi¨®n atravesada en zigzag por muros de piedra de laboriosa mamposter¨ªa que divide olivares y lentiscales. Los pueblos de Mesta y Pirgi conservan extraordinarias peculiaridades arquitect¨®nicas. El primero es un asentamiento amurallado, sin autom¨®viles, construido por los genoveses en el siglo XIV. Y el segundo es el pueblo m¨¢s grande de los mastichocoria, un lugar curioso ya que sus fachadas est¨¢n decoradas con intrincados motivos grises y blancos, unos geom¨¦tricos y otros de flores, hojas y animales. Para ellos se utiliza la t¨¦cnica denominada xysta, que emplea cemento, arena volc¨¢nica y cal en cantidades iguales y para aplicar la mezcla se requieren tenedores doblados. Una curiosidad: en la plaza mayor de Pirgi, flanqueada por tabernas, tiendas y una peque?a iglesia del siglo XII, encontramos una casa con una placa recordando que all¨ª vivi¨® Crist¨®bal Col¨®n. ?Verdad o leyenda? Puede que para sea lo de menos.
8. Samotracia, la isla de los grandes dioses
La isla de Samotracia se esconde en la esquina nororiental del Egeo, a un paso de la costa turca y solo comunicada con el puerto de Alejandr¨®polis. Aqu¨ª se eleva tambi¨¦n el pico m¨¢s alto del Egeo, el monte Fengari (1.611 metros), desde donde, seg¨²n Homero, Poseid¨®n, el dios del mar, contemplaba el desarrollo de la guerra de Troya.
Desechada por la mayor¨ªa de los viajeros en sus periplos isle?os, posee uno de los yacimientos arqueol¨®gicos m¨¢s importantes de Grecia: el antiguo santuario tracio de los Grandes Dioses. Es tambi¨¦n un lugar misterioso. Los tracios construyeron este templo consagrado a sus dioses de la fertilidad un milenio antes de Cristo y, durante siglos, los ritos sagrados y sacrificios asociados con su culto atrajeron a peregrinos tan famosos como Filipo II, el padre de Alejandro Magno, o el historiador Herodoto. Se sabe poco de lo que de verdad ocurr¨ªa all¨ª, aunque se cree que eran ritos inici¨¢ticos. Hoy su museo da una visi¨®n ¨²til sobre el yacimiento. ?Y la famosa escultura Victoria de Samotracia? Pues s¨ª: estaba aqu¨ª, en un monumento a Nik¨¦ que miraba al mar. Eso antes de que los franceses se la llevaran al Louvre.
Al margen de la arqueolog¨ªa, es una isla para explorar, hacer senderismo y ciclismo de monta?a, sobre todo por el interior, cubierto de corpulentos robles y pl¨¢tanos de sombra. Para refrescarse hay muchas cascadas, que caen en profundas pozas. Las remotas playas del sureste se conservan intactas, mientras que el norte ofrece aguas termales. Y tierra adentro desde Kamariotissa, el principal puerto pesquero, se encuentra la antigua capital, Hora, llena de bellas casas que miran al mar en la lejan¨ªa pues est¨¢ encerrada dentro de una fortaleza natural formada por dos acantilados casi verticales. Con sinuosas calles empedradas adornadas con flores y casas tradicionales con tejados de terracota, es perfecta para disfrutar de un almuerzo pausado o de un caf¨¦, y en las noches de verano la vida nocturna discurre con calma entre sus callejones y bares de azotea.
Pero donde m¨¢s se alojan los viajeros es en Loutra, cerca de la costa. El pueblo, con mucha vegetaci¨®n y arroyos, cobra vida por la noche cuando gente de todas las edades se re¨²ne en sus caf¨¦s al aire libre. En los alrededores hay tan sitios interesantes como las cascadas de Paradeisos, una sucesi¨®n de pozas y cascadas con pl¨¢tanos con una antig¨¹edad de 600 a?os cubiertos de musgo que emergen de la niebla sobre helechos gigantescos y pe?ascos. En verano se impone un ba?o, bien en la playa o en sus ba?os termales milenarios: dicen que sus aguas lo curan casi todo, desde las afecciones cut¨¢neas hasta la infertilidad.
9. Esciro, la isla de los caballos
Las Esp¨®radas son 11 islas (solo cuatro habitadas) singulares en el Egeo, m¨¢s al norte que otras y tambi¨¦n con un aire diferente: Sc¨ªathos tiene m¨¢s de 60 playas y es la m¨¢s visitada; Sk¨®pelos ofrece atractivas bah¨ªas y senderos interiores; Al¨®nnisos, con un autob¨²s, cuatro taxis y 27 iglesias, es la m¨¢s remota y menos alterada, y Esciro tiene caballos salvajes y una vida art¨ªstica de lo m¨¢s interesante. Esta ¨²ltima es la m¨¢s grande de las Esp¨®radas, y puede parecer dos islas diferentes, con un norte lleno de peque?as bah¨ªas, tierras de cultivo y pinares, y un sur cubierto por ¨¢ridas colinas y un litoral rocoso.
El pueblo es una tranquila base sin tr¨¢fico rodado: un laberinto de calles empedradas que fue dise?ado para protegerse de los piratas, sobre un pe?asco culminado por una fortaleza veneciana del siglo XIII. Todo se articula en torno a una calle principal que es un animado batiburrillo de tabernas, bares y tiendas. Al final, todos los callejones conducen al monasterio bizantino de San Jorge, en activo desde hace m¨¢s de mil a?os, cuyas campanas puede que despierten temprano al viajero. Esciro tiene un cierto aire moderno pero alternativo gracias a los cursos de bienestar y artes alternativas que ofrece desde los a?os setenta el Skyros Centre, y tambi¨¦n es muy popular entre los aficionados a las aves, que buscan al esquivo halc¨®n de Eleonora, que migra entre la isla y Madagascar. Y es cada vez m¨¢s conocido por acoger a una floreciente comunidad de artistas, desde alfareros y pintores hasta escultores y tejedores. Una comunidad art¨ªstica que tiene su origen en la ¨¦poca bizantina, cuando los piratas de paso colaboraban con los p¨ªcaros del lugar, cuyas casas se convert¨ªan en galer¨ªas de botines robados a barcos mercantes, incluidos platos de cer¨¢mica y adornos de cobre europeos, de Oriente Medio y Asia Menor.
Y en la esquina m¨¢s meridional de la isla, en la bah¨ªa de Tris Boukes, en un paisaje azotado por el viento y parcialmente restringido por una base naval griega, est¨¢ la tumba del poeta ingl¨¦s Rupert Brooke. Son muchos quienes la visitan y leen su poema m¨¢s famoso, El soldado, inscrito en la l¨¢pida.
Seg¨²n la mitolog¨ªa griega, es el lugar donde fue escondido el joven Aquiles, de quien se dice que mont¨® un caballo de Esciro en la guerra de Troya. Estos peque?os ¨¦quidos, en peligro de extinci¨®n (quedan menos de 300 ejemplares) y muy apreciados por su inteligencia, belleza y docilidad, aqu¨ª a¨²n pueden verse en estado salvaje. Varias personas trabajan para preservarlos en Skyros Island Horse Trust, un rancho cerca de la ciudad de Esciro. Y cada verano, a finales de junio, se celebra el Festival del Caballo de Esciro: tres d¨ªas que incluyen dos desfiles (uno de yeguas y otro de sementales), m¨²sica en directo y danzas tradicionales.
10. ?taca, la isla de Ulises
Y damos la vuelta a la pen¨ªnsula griega para ir por un momento a las islas J¨®nicas. Si hay una isla diferente esa es la escarpada, rom¨¢ntica y ¨¦pica ?taca, protagonista de la leyenda hom¨¦rica. La patria monta?osa y rodeada de mar a la que Ulises luch¨® por regresar durante 10 heroicos a?os a¨²n logra seducir a los viajeros con sus antiqu¨ªsimas ruinas, peque?os puertos y rutas agrestes. Encajonada entre Cefalonia y tierra firme, es una de esas islas en las que el tiempo parece transcurrir m¨¢s lento y las preocupaciones, disiparse.
Cortada casi en dos por un enorme golfo, son en realidad dos islas unidas por un istmo. Vathy, su principal poblaci¨®n, es el ¨²nico asentamiento relevante del sur, mientras que el formidable macizo alberga pueblos preciosos como Stavros y Anogi, y est¨¢ salpicado de caletas con min¨²sculos centros tur¨ªsticos como Frikes y Kioni.
Vathy est¨¢ asentado en torno a un abrigado puerto natural ribeteado por villas azul celeste y ocre donde se han instalado animados bares y restaurantes. Tiene pocos puntos de inter¨¦s, pero por sus cercan¨ªas se pueden dar caminatas magn¨ªficas, como la que sigue el litoral hasta la encalada capilla de Agios Andreas. Otra opci¨®n es buscar sus playas m¨¢s apartadas, como Mnimata o Skinos.
Pero si hay un pueblo bonito en la isla ese es el diminuto Assos. Es una poblaci¨®n crema y ocre de estilo italiano con una caleta en forma de medialuna resguardada por un pen¨ªnsula cubierta de bosque. Una magn¨ªfica caminata es subir a la fortaleza que corona el promontorio, y despu¨¦s darse un chapuz¨®n en la bah¨ªa. El ritmo de vida aqu¨ª es lento y las tabernas de lo m¨¢s tradicional. Es la vida griega en estado puro.
Y si queremos buscar las huellas de Ulises tendremos que perdernos caminando por la isla. Seg¨²n Homero, Ulises tard¨® 10 a?os en volver a ?taca con su reina Pen¨¦lope, tras pasar por todo tipo de peligros y penalidades. El viajero no tardar¨¢ tanto en recorrer la isla en excursiones a pie que llevan a lugares relacionados con la Odisea, como la que lleva a la fuente de Aretusa, un paraje aislado al sur de Vathy, o al lugar conocido como la Escuela de Homero, aunque parece que podr¨ªa tratarse del palacio en el que Ulises vivi¨® hace 2.800 a?os.
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