Cuatro secretos en las C¨ªcladas
Un periplo sin prisas para descubrir el alma del archipi¨¦lago griego
Una iglesia ortodoxa blanca y azul sobre un saliente rocoso rodeado de un mar en calma. Una mujer vestida de negro calentando cordero en una cazuela, en la cocina de una sencilla taberna. Una bah¨ªa entre monta?as bajas, con una mara?a de casas c¨²bicas encaladas que refulgen al sol, colgadas de una ladera ocre, ¨¢rida y pedregosa. Un pope barbudo caminando por una callejuela solitaria, bajo unas contraventanas verde esmeralda. Un olivo de tronco nudoso al borde de un camino, inclinado pero todav¨ªa no vencido en su centenaria lucha contra el viento.La imagen que uno tiene de Grecia se corresponde con la que ofrecen las C¨ªcladas, un archipi¨¦lago de una cincuentena de islas situado en el mar Egeo, entre el continente griego y Anatolia. All¨ª, por alguna misteriosa raz¨®n, lo t¨ªpico no defrauda. Quiz¨¢ sea porque, pese a ser un destino tur¨ªstico, el desarrollo no ha sido tan feroz; o que los griegos siguen conservando buena parte de sus tradiciones; o, como destacan algunos experimentados viajeros -entre ellos, Lawrence Durrell en su libro de viajes Islas griegas-, ese privilegio se deba a algo tan dif¨ªcil de precisar como la calidad de la luz o las aristas y los vol¨²menes de su paisaje netamente mediterr¨¢neo.
Por las C¨ªcladas pasaron romanos, bizantinos, venecianos y turcos. Dejaron huella, pero uno no puede dejar de pensar que las rocas en medio del mar nunca tienen due?o. Las islas disfrutaron de alguna ¨¦poca dorada, pero tambi¨¦n se convirtieron en c¨¢rceles para exiliados, fueron presa de los piratas y sufren en verano los ataques del meltemi, ese insoportable viento de nornoroeste que da nombre a tantos comercios. Aparentemente su paisaje no es muy variado, pero s¨ª lo es si nos fijamos en los detalles. Son islas que invitan al descanso, a la contemplaci¨®n, a dejar pasar las horas en una cala o bajo una higuera y olvidarse del ajetreo que llevamos con nosotros all¨¢ adonde vamos. Las m¨¢s famosas son Santorini, al sur, y Mykonos, al norte, que cuenta con la vecina Delos, antiguo centro comercial y religioso convertido hoy en un notable recinto arqueol¨®gico. Visit¨¦ cuatro islas casi al azar, sin preocuparme demasiado por saber ad¨®nde me dirig¨ªa. Es aconsejable moverse en velero o en ferry para disfrutar de las entradas en los puertos y de su litoral rocoso. Y una vez all¨ª, mejor no preocuparse por la aparente irracionalidad de los precios. Un ferry cuesta siete euros, el pescado fresco un ri?¨®n y por el precio de un caf¨¦ se puede pedir un men¨².
KITHNOS
Kithnos es un isla peque?a y relativamente llana, cuyo puerto, Loutra, es uno de los centros de distribuci¨®n de turistas entre Atenas y el resto de las C¨ªcladas. Sus restaurantes, cuidados sin ser pretenciosos, son perfectos para tomar contacto con las sabrosas especialidades griegas (las ensaladas, souvlaki, keftedes, moussaka...). Griegos y romanos se ba?aron en sus aguas termales, y el rey Ot¨®n mand¨® construir una estaci¨®n termal hoy en desuso. Pero el agua sigue fluyendo, y unos canales la dirigen hacia la playa y el mar, donde desagua. Al acercarme a la orilla, pego un respingo al encontrarme con una familia griega disfrutando de un jacuzzi natural y sin complejos, entre las rocas.
SIFNOS
De forma triangular, vivi¨® su apogeo en la antig¨¹edad, gracias a sus minas de oro y plata. Seg¨²n cuenta la tradici¨®n, los sifnotas enviaban cada a?o un huevo de oro a Delfos para obtener los favores de Apolo. En una ocasi¨®n decidieron ahorrarse el oro y cambiarlo por oropel, y Apolo, verdaderamente ofendido, aneg¨® las minas y les conden¨® a la pobreza. Poco queda en la isla de su pasado glorioso, pero a¨²n conserva una belleza serena y cautivadora.
En Sifnos, las colinas, verdes en primavera, huelen a flores y a laurel. Hay un monasterio que se recorta contra el cielo en lo alto de una monta?a; molinos de viento; recoletos puertos de pescadores, como el de Faros; una ciudad blanca, Apollonia, que se despliega en semic¨ªrculo sobre las laderas de tres lomas, y un pueblo medieval en alto, Kastro, de callejas empinadas y casas en miniatura. Kastro no mira al mar, hacia la cala de aguas azules que tiene a sus pies, Ormos Kastro, sino que se inclina hacia el interior, hacia una garganta entre dos colinas con casas que parecen suspendidas en el aire y olivos tan perfectamente delineados que son como ideas de olivos.
PAROS
Oval y m¨¢s populosa, Paros se podr¨ªa describir como una monta?a de dos picos que desciende hacia el mar. All¨ª naci¨® Arqu¨ªloco, el misterioso poeta sat¨ªrico y mercenario griego (siglo VI antes de Cristo) que asust¨® al mism¨ªsimo Nietzsche por "el grito de su odio y de su mofa". Arqu¨ªloco fue, seg¨²n dicen, vigoroso, en¨¦rgico, obsceno, vehemente, c¨ªnico, descre¨ªdo, violento, dionisiaco, y tan famoso en su tiempo como Homero, del que fue ant¨ªtesis. Los espartanos le acusaron de cobarde por arrojar el escudo y echar a correr en una batalla para salvar su vida. Adem¨¢s de ser la cuna de Arqu¨ªloco, Paros puede alardear de su cantera de m¨¢rmol blanco de Marathi, hoy abandonada, que dio piedra para muchas de las estatuas cl¨¢sicas inmortales; de la iglesia de Katapoliani, en la ciudad portuaria de Parikia, o de los caminos que serpentean subiendo la monta?a, entre torrenteras, iglesias abandonadas, encinas, olivos y casas solitarias. Acab¨¦ en una playa de nombre poco evocador, Golden Beach, mirando c¨®mo las olas mor¨ªan en silencio, aguantando a unos ruidosos turistas que hab¨ªan metido sus karts en la arena, protegido por unos versos del poeta: "Un sayo monta?¨¦s / se jacta hoy con mi escudo / que tir¨¦ junto a un arbusto y corr¨ª / en lo m¨¢s duro de la pelea. / La vida me pareci¨® m¨¢s valiosa. / Era un bonito escudo, / pero s¨¦ d¨®nde comprar otro / exactamente como ¨¦se, igual de redondo".
FOLEGANDROS
Oblonga, con poco m¨¢s de 600 habitantes y un solo polic¨ªa que se basta para mantener sin cr¨ªmenes la isla, debe su nombre al hijo del rey Minos de Creta, desterrado por su padre a esta pe?a pelada. El puerto, Karavostasi, se encuentra en una bah¨ªa recogida y no tiene m¨¢s que un pu?ado de casas y comercios. Una amable vecina me subi¨® en coche hasta Chora, pueblo situado sobre un acantilado, con casas de m¨¢s de mil a?os de antig¨¹edad. En un bar, unos griegos jugaban al viloti, con naipes de baraja francesa, una mezcla de escoba y tute. En la plaza no corr¨ªa un soplo de aire, pero si te asomabas al balc¨®n que daba al cortado, con el mar a los pies, el viento te sacud¨ªa con fuerza. Regres¨¦ al puerto de noche, caminando, y al ver una iglesia iluminada volv¨ª a tener la sensaci¨®n de estar mirando una postal, quiz¨¢ la ¨²ltima del viaje. Pero ya entonces comprend¨ª que las postales de las C¨ªcladas son tan aut¨¦nticas que no rebajan el paisaje, sino que simplemente son su m¨¢s genuina expresi¨®n.
Nicol¨¢s Casariego (Madrid, 1970) fue finalista del Premio Nadal 2005 por Cazadores de luz (Destino)
GU?A PR?CTICA
C¨®mo llegar- Iberia (www.iberia.com; 902 40 05 00), ida y vuelta a Atenas de Madrid desde 222 euros y de Barcelona, a partir de 388; tasas y gastos incluidos.- Olimpic Airlines (915 41 99 45; www.olimpicairlines.es) a partir de unos 240, tasas y gastos incluidos.- En Atenas se puede tomar un barco hacia las distintas islas desde el puerto del Pireo. Horarios y conexiones: www.gtpweb.com.- La mayorista Grecotour(www.grecotour.com) ofrece una gran variedad de paquetes para visitar las islas griegas.Informaci¨®n- Oficina de Turismo de Grecia en Espa?a (915 48 48 90;www.gnto.gr).- www.greek-tourism.gr.- www.tourism-greece.com.
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