Un recorrido muy juguet¨®n
En Inglaterra se invent¨® el Scalextric, los Playmobil nacieron en Alemania y el Tumi-isi es originario de Jap¨®n
No hay objeto que la mirada de un ni?o no pueda transformar en un juguete. Una escoba en una lanza, un escurridor en el protector con el que se cubre el rostro un esgrimista y el papel burbuja en un instrumento. Con celulosa pueden hacerse aviones, edificios, plantas y animales, solo hay que saber plegar el papel. El origami es un entretenimiento chino que los japoneses, a partir del siglo?VI, convirtieron en un arte. Es de los pocos divertimentos que no pint¨® Pieter Brueghel el Viejo en su cuadro Juego de ni?os (1560), expuesto en el Museo de Historia del Arte de Viena. En el ¨®leo, unos 200 infantes trepan, se columpian, juegan al escondite, a la gallinita ciega y, imitando a los adultos, convierten objetos cotidianos en entretenimiento: m¨¢scaras, dados, peonzas, petancas, tabas, aros y molinillos. Y luego est¨¢n los juguetes propiamente dichos. Primero fueron artesan¨ªas hechas con huesos, conchas, plumas y barro, con la Revoluci¨®n Industrial se fabricaron en serie y, ya en el siglo XX, la electricidad, el pl¨¢stico y la tecnolog¨ªa terminaron por recrear el mundo en miniatura.
Los juguetes se convirtieron en un negocio y se introdujeron como m¨¦todo de ense?anza en los jardines de infancia en el siglo XIX. Los de imitaci¨®n, como microscopios, telescopios, caleidoscopios, cajas apilables, piezas de ensamblaje y miniaturas de maquinaria pesada, familiarizaron y fomentaron la curiosidad de los ni?os por la ciencia, la mec¨¢nica y la construcci¨®n. En 1766 John Spilsbury invent¨® el rompecabezas. Este cart¨®grafo ingl¨¦s hizo que sus alumnos, en vez de estudiar geograf¨ªa en un mapa, lo hicieran encajando las piezas en las que hab¨ªa convertido los pa¨ªses al recortarlos por sus fronteras. Los llam¨® mapas diseccionados y fueron la antesala de los puzles que comercializaron en Europa y Estados Unidos los mismos fabricantes que patentaron el tangram: un puzle de siete piezas geom¨¦tricas de origen chino que caus¨® sensaci¨®n en Occidente. A partir de ah¨ª surgieron los puzles mosaicos y los tridimensionales. Hasta desembocar en el cubo de Rubik, ideado por el arquitecto h¨²ngaro Ern? Rubik en 1974.
Con la Revoluci¨®n Industrial el juguete dej¨® de ser una artesan¨ªa y se convirti¨® en un producto en serie. Se fabricaron soldaditos de plomo en Alemania, balancines de madera en forma de caballo en Inglaterra, marionetas en Francia y cajas de m¨²sica en Suiza, creadas por el relojero Antoine Favre. Hubo que esperar hasta los inicios del siglo XX para ver el primer tren el¨¦ctrico de juguete en marcha. Su inventor, Joshua Lionel Cowen, lo fabric¨® como reclamo de su jugueter¨ªa en Nueva York. Entraron tantos clientes preguntando por ¨¦l que no tuvo otro remedio que fabricar m¨¢s. Su gancho se convirti¨® en un cl¨¢sico de la jugueter¨ªa mundial. Como lo fue el Scalextric, una ocurrencia de la compa?¨ªa inglesa Minimodels en la d¨¦cada de 1950 derivada del nacimiento del autom¨®vil. A los coches de metal a escala se les a?adieron luces y un motor el¨¦ctrico que los puso a circular.
La primera pulsi¨®n de un ni?o es destructiva, y a partir del escombro empieza a construir. Hacerlo con las piezas met¨¢licas del ingl¨¦s Meccano es divertido e instructivo. Igual que hacerlo con los coloridos bloques de pl¨¢stico de Lego. La firma danesa tiene su origen en una carpinter¨ªa de Billund, por eso al principio las piezas eran de madera. El pl¨¢stico, a mediados del siglo XX, era un material econ¨®mico, seguro y limpio, pero t¨¢ctilmente pobre. Eso no fue obst¨¢culo para que Barbie, creada por los estadounidenses Ruth y Elliot Handler en 1959, se convirtiera en la inquilina m¨¢s c¨¦lebre de las habitaciones de las ni?as; una mu?eca de aspecto adulto que dejaba atr¨¢s a las de trapo. A la par que lo hac¨ªan los peque?os mu?ecos alemanes de movilidad reducida de Playmobil ¡ªFamobil en su versi¨®n ib¨¦rica hasta 1983¡ª entre los ni?os. Mientras, en Espa?a los cr¨ªos se entreten¨ªan con los Madelman.
Con el tiempo, jugar ha dejado de ser infantil. Sobre una mesa ni?os y adultos tienen cuidado de que no se les caiga la torre de 54 bloques rectangulares conocida como Jenga. Su nombre viene de la palabra suajili kujenga, que significa construir, un juego ochentero que invent¨® Leslie Scott, inglesa nacida en la actual Tanzania. Cinco piezas tiene el Tumi-isi, un juego japon¨¦s que consiste en apilar ese n¨²mero de poliedros de madera de cedro, cada uno de un color, una forma y una textura distinta. En cambio, en el tambi¨¦n nip¨®n Mikado no hay que levantar torre alguna, sino dejar caer 30 palillos y recogerlos uno a uno sin que se muevan los otros. El ajedrez y el parch¨ªs, oriundos de la India; el domin¨®, procedente de China, y el italiano juego de la oca, fueron los primeros simuladores de la historia. Juegos de intriga, estrategia y poder. Como los videojuegos. En unos el movimiento de las fichas lo generan los dados, en los otros un control remoto dirige a Mario Bros. Un salto de la mesa a la pantalla, del mundo anal¨®gico al digital.
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