Seductora Bohemia oriental
Roma?nticos castillos, paisajes buco?licos, mu?sica y rica cerveza artesana. La desconocida regi¨®n de la Repu?blica Checa esconde muchos motivos para convertirse en una escapada perfecta
Decimos bohemia y lo primero que pensamos es en un estilo de vida desenfadado, al¨¦rgico a las normas, rebelde. Se cre¨ªa que tal era el comportamiento de los z¨ªngaros que, supuestamente, habitaban en el antiguo reino de Bohemia, dentro de la actual Rep¨²blica Checa. Eso debi¨® de pensar Puccini al escribir La boh¨¨me, la ¨®pera m¨¢s representada de la historia, o incluso nuestro Pablo Sarasate, con sus c¨¦lebres y agitanados Aires bohemios. Gitanos hay, s¨ª, pero m¨¢s en unas Bohemias que en otras. Porque existen hoy cinco Bohemias ¡°oficiales¡±: del Norte, del Sur, del Este y del Oeste, m¨¢s otra Central cuya capital, Praga, lo es tambi¨¦n del conjunto del pa¨ªs. De todas ellas, la menos conocida tal vez sea la Bohemia oriental, a tan solo una hora de tren desde Praga. Desierta casi de turistas, all¨ª lo que uno encuentra son m¨¢s bien exploradores. Buscadores de paisajes dulces y pegadizos, ciudades y pueblos que est¨¢n a lo suyo, gente muy deportista (se ven m¨¢s ciclistas que ovejas), rom¨¢nticos castillos, cervezas artesanales de inspiraci¨®n musical, caballos libres y hermosos: como la yeguada de Kladruby nad Labem, incluida hace unos meses por la Unesco en su lista de patrimonio mundial. Todos ellos motivos que bien merecen un viaje cuando la situaci¨®n lo permita.
M¨²sica, cerveza y mucho arte
La joya de la corona de esa Bohemia oriental es, sin duda, Litomysl, una de las ciudades m¨¢s bellas y culturalmente inquietas de la Rep¨²blica Checa. Crecida en tiempos medievales en torno a un castillo que el linaje de los Pernstein se encarg¨® de convertir, en el siglo XVI, en un palacio renacentista, y que es tambi¨¦n, junto con sus jardines, patrimonio de la Unesco. De aire italianizante y ordenado en torno a un patio central, lo m¨¢s caracter¨ªstico tal vez sean los esgrafiados de sus muros externos, que no se limitan a cenefas geom¨¦tricas, sino que incluyen figuras mitol¨®gicas y personajes hist¨®ricos. Los salones del palacio lucen mobiliario de ¨¦poca rom¨¢ntica, y hay un peque?o teatro de corte que figura entre los m¨¢s antiguos del g¨¦nero en Europa. Algunos aventuran que en su capilla pudo estar el milagroso Ni?o Jes¨²s de Praga, el Jerulatzko, procedente de Andaluc¨ªa: un Pernstein canciller del reino se cas¨® con una cortesana espa?ola, en el siglo XVI, y esta entreg¨® la estatuilla como regalo de boda a su hija, la princesa Polixena, quien a su vez acabar¨ªa cedi¨¦ndola al convento carmelita de Praga.
En los s¨®tanos de palacio se oculta un museo de un escultor checo maldito, Olbram Zoubek, ignorado cuando no perseguido por el r¨¦gimen comunista. El descenso a este peculiar infierno expresionista suele hacerse con una copa de vino en la mano de las bodegas del castillo; la cata va incluida en la entrada.
Frente a la fachada principal del castillo de Litomysl estaba la f¨¢brica de cervezas palatina, cuyo maestro cervecero resid¨ªa all¨ª; y all¨ª naci¨® en 1824 su hijo, Bedrich Smetana, padre de la m¨²sica checa, autor del poema musical Mi patria y un mont¨®n de ¨®peras. Los aposentos se pueden visitar y se han conservado tal cual, con la cuna de Smetana, fotos familiares, partituras e instrumentos musicales. El Festival Smetana que se celebra cada verano en el patio del castillo es uno de los m¨¢s prestigiados en el mundillo de la ¨®pera; alguna vez se ha visto en sus gradas a la reina Sof¨ªa de Espa?a.
Smetana no solo pone la m¨²sica, tambi¨¦n su rostro y nombre a varias cervezas elaboradas por la f¨¢brica artesanal Veselka, que pueden probarse en el Havran Caf¨¦ Steak Bar, junto a la plaza Smetana. Esta plaza es en realidad una calle largu¨ªsima, orillada de edificios barrocos y coloristas con soportales. En el n¨²mero 117 se guarece el Chocco Caff¨¦, que elabora bombones y pralin¨¦s de fama internacional. Los atractivos de Litomysl dan para llenar varios d¨ªas. Entre la plaza y el palacio se encuentran las Escuelas P¨ªas, convertidas en museo de la ciudad, y la iglesia barroca de Santa Cruz. A espaldas del templo, los jardines del antiguo monasterio, con estanques y esculturas de Olbram Zoubek, son un parque animad¨ªsimo donde sentarse a picar algo y dejar correr a los cr¨ªos.
Aqu¨ª naci¨® Oskar Schindler
Una calle-plaza porticada m¨¢s larga a¨²n que la de Litomysl es la que vertebra a la vecina ciudad de Svitavy. Anclada en una antigua ruta comercial, las casas de brillantes colores, a un lado y otro, abarcan todos los estilos, del g¨®tico al modernismo. La poblaci¨®n adquiri¨® con el tiempo un sesgo industrial. Y fue en una f¨¢brica textil a las afueras, en la pedan¨ªa de Brn¨§nec, donde un nativo de la ciudad, Oskar Schindler, logr¨® llevar a un grupo de jud¨ªos para que fabricaran armamento, igual que antes hab¨ªa conseguido llevar a otros a su factor¨ªa de Cracovia para fabricar perolas. En total salv¨® de la muerte a manos de los nazis a unos 1.200 jud¨ªos. La historia es bien conocida gracias a la pel¨ªcula de Steven Spielberg La lista de Schindler (1994). En el museo municipal de Svitavy hay una muestra permanente dedicada a Schindler, ¡°justo entre las naciones¡±, y una placa le recuerda en la casa familiar. La f¨¢brica de Brn¨§nec, ahora abandonada, va a ser restaurada y convertida en museo por un bisnieto del antiguo propietario jud¨ªo.
Un corto trayecto de unos 15 minutos en coche nos lleva a Policka, la puerta de entrada a las colinas de Zdar, las Tierras Altas que separan a esta regi¨®n de la de Moravia. Es uno de los paisajes m¨¢s armoniosos de Centroeuropa, de una calidad musical y crom¨¢tica contagiosa. En el centro del anillo de murallas medievales, la plaza Mayor de Policka luce una barroca columna de la peste y una iglesia g¨®tica. En lo alto de su torre naci¨® el 8 de diciembre de 1890 el compositor Bohuslav Martinu. No es que lo trajera la cig¨¹e?a, es que su padre era el vigilante municipal encargado de ta?er la campana si hab¨ªa fuego, y la familia gozaba de un m¨ªnimo apartamento all¨ª arriba. Hay que subir 192 pelda?os para ver ese lieu de m¨¦moire, tan chico que el padre ten¨ªa que dormir debajo de la campana. La torre se ve perfectamente desde el aula y pupitre que ocupaba de ni?o Bohus, como se le llama cari?osamente en el pueblo. La antigua escuela, convertida en 1934 en museo de la ciudad, alberga adem¨¢s un centro sobre la vida del m¨²sico, que se nutri¨® siempre de las ra¨ªces folcl¨®ricas de su tierra, aunque se moviera por el ancho mundo, muriendo en Suiza en 1959.
Policka rezuma buen gusto por todas partes; en el mobiliario urbano del pl¨¢cido paseo entre el r¨ªo y las murallas, en las tiendas y escaparates donde lucen ¡ªpara no ser menos que Litomysl¡ª botellas de cerveza artesanal con el nombre y efigie de Martinu. Un creador cada vez m¨¢s valorado y programado en salas de concierto, cuya m¨²sica es personal e inconfundible.
Al sur de Svitavy y Policka, el castillo Svojanov bien merece un desv¨ªo. Su perfil de atalaya roquera no se corresponde con su interior, que es un ¨¢lbum costumbrista de la vida cotidiana de una familia rica de finales del siglo XIX; pero las leyendas truculentas de fantasmas y aparecidos, y sobre todo el paisaje monta?oso y boscoso que envuelve al enclave, amortizan el esfuerzo. Adem¨¢s, hay una posada y restaurante en las antiguas cuadras del castillo que invitan a quedarse y disfrutar del lugar.
M¨¢scaras y marionetas
De la ciudad de Hlinsko, todav¨ªa en las Tierras Altas checas, son muy conocidos sus carnavales, tambi¨¦n incluidos por la Unesco en su lista de patrimonio. Los desfiles tienen lugar entre el poblado de Vysocina y la pedan¨ªa de Vesely Kopec. Las m¨¢scaras y disfraces representan a turcos, jud¨ªos, espantap¨¢jaros, oficios tradicionales¡ Se lo toman muy en serio; seg¨²n la altura que alcancen los saltos del turco, por ejemplo, as¨ª de alto crecer¨¢ ese a?o el trigo o el mijo. Vesely Kopec es en realidad un museo etnogr¨¢fico al aire libre, al estilo de los que proliferaron por toda Europa entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. De toda la regi¨®n de Bohemia oriental se trajeron y montaron edificios originales, granjas, viviendas, graneros, molinos, pozos, herrer¨ªas, una iglesia¡ Los interiores muestran al detalle la vida campesina de anta?o, como si los moradores acabaran de salir al prado a echar de comer a las gallinas. Y tampoco falta una tasca donde se sirven comidas tradicionales y caseras.
Dejando las Tierras Altas por la llanura, Chrudim es otro de los platos fuertes del periplo. Su plaza Mayor arropa la inevitable columna de la peste: estos monumentos grandilocuentes dedicados a la Virgen, acompa?ada por poco menos que toda la corte celestial, se erig¨ªan para dar gracias por el fin de una epidemia o por haberla evitado, el caso es que no faltara la columna en la ciudad. A un costado de la iglesia parroquial, de perfiles g¨®ticos (pero moderna), llama la atenci¨®n un edificio renacentista con su fachada atiborrada de relieves y figuras: es la sede del Museo de Marionetas Checas, otra cosa que la Unesco declar¨® patrimonio inmaterial; la ciudad celebra un festival anual de t¨ªteres.
Pero el museo que m¨¢s buscan los for¨¢neos es el que ocupa el antiguo Ayuntamiento, convertido en escaparate realista ¡ªcon figuras e incluso escenas grupales¡ª de la vida cotidiana en la ciudad a trav¨¦s de la historia. Adem¨¢s de eso, el Museo Regional de Chrudim dedica varias salas a la obra de un paisano que hizo carrera en Praga y otras ciudades de la naci¨®n: Alphonse Mucha, uno de los m¨¢s distinguidos representantes del art nouveau. En la muestra se pueden ver algunos de sus mejores carteles y pinturas originales. Al lado del museo, en las terrazas acopladas a los antiguos baluartes, se puede comer escuchando el murmullo del r¨ªo, o probar una tentadora paleta de cervezas de varios colores, verde incluido, de la hist¨®rica f¨¢brica de Litovel.
Goulash y galletas
Queda ya a un paso Pardubice, la capital de la regi¨®n, que hasta tiene aeropuerto, reci¨¦n acondicionado. Y un hip¨®dromo con carreras c¨¦lebres internacionalmente ¡ªel Gran Premio alcanz¨® su 130? edici¨®n el pasado mes de octubre¡ª. Pero el centro hist¨®rico sigue respirando la atm¨®sfera pausada de una ciudad provinciana y residencial. Con algunos edificios muy antiguos en torno a su plaza Mayor y la consabida columna de la peste. La torre c¨ªvica que da acceso a la plaza es un peculiar museo de mitos locales. En las terrazas de la plaza, peatonalizada, se puede tomar la tradicional carpa Pernstein o el cl¨¢sico goulash, eso s¨ª, con cerveza local tostada Porter, una delicia. De postre, imprescindible probar las t¨ªpicas galletas de jengibre, de formas caprichosas y adornadas de colorines; est¨¢n por todas partes, y son un buen recuerdo para comprar y llevar.
Lo mejor de la ciudad de Pardubice est¨¢, sin embargo, alej¨¢ndose un poco de la plaza, salvando los fosos y defensas ajardinados que protegen al castillo medieval, tambi¨¦n este convertido por los se?ores de Pernstein en un soberbio palacio renacentista. En su interior se aloja el Museo de la Bohemia Oriental, muy did¨¢ctico y lleno, c¨®mo no, de escenas y figuras de cera. Hay otro castillo a las afueras de Pardubice, en Kuneticka Hora, cuyo perfil se vislumbra tentador desde cualquier altillo de la ciudad. La guerra de los Treinta A?os lo dej¨® hecho polvo, pero lo han restaurado ¡ªsiguen en ello¡ª para que pueda visitarse. Bajo su torre ¨²nica y maltrecha hay un teatro al aire libre donde, en verano, se celebran funciones o conciertos. Tambi¨¦n sirve el castillo para festejos medievales, exhibiciones de cetrer¨ªa, banquetes, bodas o bautizos. Lo que se tercie. Un id¨ªlico escenario antes de despedirse de Bohemia oriental.
Los caballos del emperador
La yeguada de Kladruby nad Labem, patrimonio inmaterial de la Unesco, tal vez sea la ma?s antigua del mundo en activo. Sus ori?genes se remontan a la dinasti?a de los Habsburgo, hacia 1550. Pero fue ma?s tarde, en tiempos del emperador Francisco Jose? I de Austria, cuando se levantaron los establos y edificios que hoy se pueden visitar. El propio emperador y su esposa Sissi veni?an a visitar a sus corceles favoritos, de raza Kaldruber, especialmente apreciada por sus ejempla- res grises y negros.
Las visitas (guiadas) pueden admirar el boato imperial relacionado con caballos y carruajes de ceremonia en un museo dentro de las instalaciones. Tambie?n es posible realizar un paseo en coche de caballos por una de las campin?as ma?s buco?licas que cabe imaginar. Y hay un restaurante de aspecto y comida tradicionales. Una opcio?n es llegar a este lugar en bicicleta desde Pardubice (se pueden alquilar en la estacio?n de tren), haciendo un circuito de unos 50 kilo?metros.
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