San Carlos de Bariloche, pura naturaleza en la Patagonia argentina
Empezar el d¨ªa con un rico chocolate en Rapa Nui, una excursi¨®n en barco por un fiordo de origen glaciar, subir a un mirador en telesilla y de cena en un refugio
En una carta de 1906 dirigida al entonces ministro de Agricultura de Argentina Wenceslao Escalante, el cient¨ªfico, conservacionista, ge¨®grafo, naturalista y explorador Francisco Pascasio Moreno (conocido como Perito Moreno, figura que dar¨ªa nombre al m¨ªtico glaciar) solicitaba ¡°la determinaci¨®n de un ¨¢rea de tres leguas cuadradas en la regi¨®n situada en el l¨ªmite de los territorios del Neuqu¨¦n y R¨ªo Negro, en el extremo oeste del fiordo principal del lago Nahuel Huapi, con el fin de que sea conservado como parque natural¡¡±. Esta misiva da cuenta de la importancia estrat¨¦gica que tuvo el buen ojo de Perito Moreno para la consolidaci¨®n de la Patagonia argentina como lugar apreciado por aventureros. No es de extra?ar que en enero de 1944, 25 a?os despu¨¦s de su muerte, se trasladaran sus restos a San Carlos de Bariloche y desde all¨ª a la Isla Centinela, donde descansa hoy rodeado de su adorado lago.
Hasta hace poco, Bariloche era un destino relacionado con el esqu¨ª y el invierno austral, pero su riqueza natural es tan extensa que no existen reproches para ninguna estaci¨®n.
9.00. El Museo Perito Moreno
Para una primera toma de contacto, conviene visitar el Museo de la Patagonia Francisco P. Moreno (1) en esta ciudad de 200.000 habitantes, la m¨¢s poblada de los Andes patag¨®nicos, que crece prolong¨¢ndose al borde del lago. En el Centro C¨ªvico (plaza central) se halla el museo, con im¨¢genes de la historia de la regi¨®n que ayudan a entender la importancia de Moreno como ¡°padre¡± de los parques naturales argentinos, la riqueza cultural de la Patagonia desde hace m¨¢s de 13.000 a?os y su evoluci¨®n hasta el desarrollo tur¨ªstico a partir de 1934. La ciudad ofrece otros reclamos: estudios de ingenier¨ªa nuclear (lo que favorece el cosmopolitismo), m¨²sica de c¨¢mara (es una de las cunas del pa¨ªs) y el m¨¢s expansivo: el chocolate. La avenida de Mitre est¨¢ repleta de chocolater¨ªas, como Rapa Nui (2) (con pista de patinaje) y Mamuschka (3). Tambi¨¦n la helader¨ªa Jauja (4) (heladosjauja.com) se beneficia de esta pasi¨®n por el dulce. Cualquier momento es id¨®neo para probar helados naturales de mate con leche y az¨²car o de dulce de leche con dulce de leche (s¨ª, la reiteraci¨®n es intencionada).
10.00. Entre cascadas y cumbres
Entre los detalles que diferencian la vida sentimental de los viajeros est¨¢ la distinci¨®n entre quienes permanecen un rato en el lugar y los que caminan muchas horas. La naturaleza de Bariloche requiere de los segundos. La exploraci¨®n del Brazo Tristeza es una excursi¨®n obligada (reservas@gran-lago.com). En Puerto Bah¨ªa L¨®pez (5), a 30 kil¨®metros de Bariloche, vale la pena subir al barco Kaik¨¦n y navegar por este fiordo de origen glaciario. El recorrido ofrece cascadas y cumbres de glaciares como la del Cerro Tronador, el m¨¢s alto del parque nacional (3.554 metros). Al final del brazo, tras atravesar un bosque de cohiues, alerces y arrayanes, aguarda la cascada del Arroyo Frey (6), buen lugar para sentarse y observar, con un poco de suerte, el vuelo de un c¨®ndor.
13.00. La postal m¨¢s precisa
De vuelta es imprescindible acudir a dos miradores, el primero es el del Circuito Chico (7), la postal m¨¢s precisa. Desde el balc¨®n que da al lago Moreno la perfecci¨®n del paisaje provoca un sentimiento de plenitud. La claridad enciende los colores b¨¢sicos: azul, verde, blanco¡ El otro mirador es el del Cerro Campanario (8), al que se accede por medio de un entra?able telesilla. Sus 1.049 metros de altura dan para una vista de 360 grados m¨¢s que portentosa.
Por la carretera que bordea el lago surgen playas como Villa Serena, la Brava o la Angostura, y edificios de madera que explican la existencia de una nutrida colonia suiza. La retama, intensamente amarilla, decora los lindes del camino con muy buen gusto.
14.00. El t¨¦ en un hotel de cine
Entre cumbres nevadas y arquitectura tradicional aparecen opciones para restaurarse. El Patac¨®n (Exequiel Bustillo 5AV) (9) es el lugar para un homenaje carn¨ªvoro a lo grande. Una alternativa popular y entusiasta est¨¢ en La Fonda del T¨ªo (avenida de Mitre, 1130) (10), donde sirven una milanesa cuyas proporciones son inabarcables. Un festival. Los indecisos, o los menos hambrientos, pueden ir al hotel Llao Llao (11), que es el nombre de un hongo que crece en el ¨¢rbol coihue (llao?llao.com). Est¨¢ pensado para no salir de ¨¦l. Es historia viva desde 1937 y resultar¨¢ familiar si se ha visto La cordillera, pel¨ªcula con Ricardo Dar¨ªn rodada, como tantas otras, aqu¨ª. Tiene varios restaurantes y el buf¨¦ de la hora del t¨¦ est¨¢ muy solicitado, por lo que sin reserva, imposible. Muy cerca, otro hotel ¡°de cine¡±: el Tunquel¨¦n (tunquelen.com) (12), donde ?lex Brendem¨¹hl hizo de criminal de guerra en la pel¨ªcula El m¨¦dico alem¨¢n (Wakolda). Y algo m¨¢s all¨¢, el nuevo hotel Villa Beluno (villabeluno.com) (13), que demuestra que la hora del t¨¦ es cosa muy seria.
18.00. Cerveza con vistas
La terraza de la cervecer¨ªa Patagonia (cervezapatagonia.com.ar) (14) es un punto de encuentro en alza. Aqu¨ª vuelve a la memoria aquella carta de 1906 en la que Francisco P. Moreno recordaba c¨®mo se le nombr¨® Perito (de ah¨ª su apodo) en esta demarcaci¨®n. ¡°Durante mis excursiones admir¨¦ lugares excepcionalmente hermosos y enunci¨¦ la conveniencia de que la naci¨®n conservara la propiedad de algunos para el mejor provecho de generaciones presentes y venideras¡ porque llegar¨ªa a ser centro de grandes actividades intelectuales y sociales, y excelente instrumento de progreso humano¡±. Desde aqu¨ª, la verdad es que se progresa adecuadamente. La euforia de las vistas se funde con la que provoca la cerveza.
20.00. En lo alto del cerro Otto
Queda subir al cerro Otto (15) ¡ªen coche o a pie en unas dos horas¡ª y cenar en el refugio Berghof (refugioberghof.es) (16), el que fuera hogar del pionero andinista alem¨¢n Otto Meiling. Las cenas tienen aura de milonga. Cuando apenas se distinguen pespuntes de luz a la orilla del lago y el azul del cielo es oscuro y terso, mientras suenan tangos de Julio Sosa, una indefinible nostalgia se apodera de uno al evocar el d¨ªa. Es el momento ideal para repasar el pasado y hacer recuento de futuro, porque ma?ana queda un viaje estepario entre c¨®ndores y guanacos por la Patagonia m¨¢s agreste.
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