Galway, un viaje a la Irlanda m¨¢s aut¨¦ntica
Bohemia y estudiantil, la ciudad costera es el punto de partida de una ruta de naturaleza desbordante por la cinematogr¨¢fica pen¨ªnsula de Connemara y las desoladas, pero fascinantes, islas Aran
2020 iba a ser un a?o muy especial para Galway. Esta ciudad de la costa oeste de Irlanda se dispon¨ªa a celebrar por todo lo alto su elecci¨®n como una de las dos capitales culturales europeas del a?o (la otra era Rijeka, en Croacia). La pandemia aparc¨® una parte de las celebraciones pero de cualquier forma, la nominaci¨®n sirvi¨® para poner en el mapa de los destinos deseados esta animada ciudad estudiantil, art¨ªstica, musical y gastron¨®mica, que da nombre a uno de los condados m¨¢s pintorescos de Irlanda, y que incluye la cinematogr¨¢fica pen¨ªnsula de Connemara y las desoladas pero fascinantes islas Aran. Galway, con 80.000 habitantes y dos universidades, es la representaci¨®n de la quintaesencia irlandesa, y no faltan duendes, t¨¦boles ni hadas¡ y, por supuesto, tampoco las socorridas pintas de cerveza. Viajar a Galway es hacerlo a la Irlanda m¨¢s aut¨¦ntica.
Un paseo musical por Shop Street
Al caminar por la avenida principal de Galway, Shop Street, se puede escuchar constantemente la m¨²sica que sale de los altavoces de las tiendas de souvenirs o de los m¨²ltiples pubs que jalonan la calle. Esta singular traves¨ªa tambi¨¦n es el hogar de muchos m¨²sicos callejeros que a diario se instalan en esta zona c¨¦ntrica de la ciudad, lo que a?ade m¨¢s ambiente si cabe a sus coloridas fachadas y escaparates, que van desde los llamativos verdes oscuros o los amarillos a los tonos pastel.
Galway pasa por ser una de las ciudades m¨¢s atractivas de Irlanda, con su aire art¨ªstico y bohemio y sus pubs pintados de vivos colores, muchos de ellos con asientos en primera fila para contemplar de cerca a los artistas callejeros. Los restos de las murallas medievales asoman entre tiendas de artesan¨ªa que venden anillos Claddagh (que simbolizan el amor y el compromiso), libros o instrumentos musicales. Los puentes se arquean sobre el r¨ªo Corrib, que atraviesa la poblaci¨®n, y un largo paseo conduce hasta el barrio marinero de Salthill, en la bah¨ªa de Galway, de donde proceden las famosas ostras de la regi¨®n.
A pesar de su dilatada historia, la ciudad presume de tener un estilo cosmopolita, gracias sobre todo a los estudiantes que llenan sus universidades, que representan una cuarta parte de la poblaci¨®n. Fue precisamente su dinamismo y creatividad lo que llev¨® a su nombramiento como Capital Europea de la Cultura del 2020.
Galway fue siempre una ciudad de comerciantes, que aprovech¨® su estrat¨¦gica ubicaci¨®n en la desembocadura del Corrib para convertirse en una villa de mercaderes. En ella prosper¨® el comercio de vino, especias, pescado y sal con Portugal y Espa?a, pero cuando este comercio con la pen¨ªnsula Ib¨¦rica decay¨® a partir del siglo XVII, la ciudad se estanc¨® durante siglos. La llegada de estudiantes y turistas en las ¨²ltimas d¨¦cadas ha conseguido sacarla del olvido.
Bajo el Arco Espa?ol
Se cree que el llamado Arco Espa?ol (Spanish Arch) es una extensi¨®n de las murallas medievales de la ciudad, concebidas para proteger los barcos atracados en el muelle cercano mientras descargaban mercanc¨ªas procedentes de Espa?a. Construido en 1584, el arco fue destruido parcialmente en 1755 por el maremoto que sigui¨® al terremoto de Lisboa. Hoy suena la m¨²sica y los tambores en la zona y en los d¨ªas soleados los prados y riberas de los alrededores se llenan de locales y de visitantes, mientras los pirag¨¹istas van sorteando los r¨¢pidos del r¨ªo Corrib.
Aunque en su nombre algunos quieren ver el v¨ªnculo comercial que Galway tuvo con Espa?a, no hay pruebas de que los espa?oles tuvieran algo que ver en su construcci¨®n. El arco formaba parte de las extensas fortificaciones de la ciudad que terminaron desapareciendo, pero otro de los tramos, en el lado opuesto de la ciudad, ha sido incorporado ingeniosamente en el moderno centro comercial Eyre Square Centre. Eyre Square es el centro de la actual Galway, un espacio verde abierto, a modo de plaza, con esculturas y caminos, y siempre lleno de movimiento. Al norte de la plaza, se mantiene la Browne¡¯s Doorway, un fragmento de la casa de unos mercaderes que fueron los reyes y se?ores de la ciudad en el siglo XVII.
Pasado medieval y comida callejera
Atravesando el centro por su calle principal, enlazaremos tres de los lugares m¨¢s representativos de Galway: el Hall of the Red Earl, el Mercado y el castillo de Lynch. El Hall es solo un pu?ado de piedras, pero es el resto m¨¢s antiguo del Galway intramuros. Los vestigios de esta construcci¨®n del siglo XIII nos hablan de los tiempos medievales, cuando el conde Rojo, miembro de la familia De Burgo que gobernaba la ciudad, edific¨® un gran pabell¨®n al que los lugare?os acud¨ªan para ganarse sus favores. Cuando los comerciantes (o tribus) se apoderaron de la ciudad, el pabell¨®n qued¨® abandonado hasta hace dos d¨¦cadas, cuando unas obras de ampliaci¨®n de la aduana en 1997 dejaron al descubierto sus cimientos, junto con m¨¢s de 11.000 objetos. La Custom House se construy¨® sobre pilotes para dejar los viejos cimientos al aire a ras de tierra. (galwaycivictrust.ie)
La segunda parada la podemos hacer en el Galway Market, un animado mercado callejero que lleva siglos instal¨¢ndose en el mismo lugar. El s¨¢bado es el mejor d¨ªa para acudir a comprar o degustar comida, ya que los campesinos venden sus productos frescos junto a puestos de comida preparada y de arte y artesan¨ªa. El mercado abre todos los d¨ªas festivos y, en verano, tambi¨¦n los viernes. Los m¨²sicos callejeros le a?aden encanto y un aire festivo.
Y siguiendo por la calle principal llegaremos al castillo de Lynch, un magn¨ªfico ejemplo de fortificaci¨®n urbana, que alberga la sede de un banco. Se construy¨® en el siglo XV pero gran parte de lo que hoy est¨¢ en pie es de principios del siglo XVII. En la fachada se pueden adivinar unas macabras g¨¢rgolas junto a los blasones de Enrique VII, los Lynch (la tribu m¨¢s poderosa de las 14 familias de gobernantes que rigieron Galway) y los Fitzgerald de Kildare.
La catedral y el puente de los salmones
La imponente catedral de la ciudad se alza junto al r¨ªo Corrib. De culto cat¨®lico, es de reciente construcci¨®n (se consagr¨® en 1965), pero no deja de tener un aire elegante y un interior sorprendente, con atractivos arcos de medio punto y muchas vidrieras. Una buena opci¨®n para visitarla es asistir a uno de los conciertos de ¨®rgano que permiten comprobar su excepcional ac¨²stica. Desde el Spanish Arch hay todo un paseo siguiendo la orilla del r¨ªo para llegar a la catedral cruzando el puente de Salmon Weir.
Y este puente de los salmones es otro de los lugares ic¨®nicos de la ciudad. Un poco m¨¢s arriba del puente, el r¨ªo est¨¢ represado para controlar el nivel del agua. All¨ª pueden contemplarse los bancos de salmones antes de emprender el remonte del r¨ªo para desovar. Es un lugar muy frecuentado por los pescadores, a pesar de la limitaci¨®n de un pescado por d¨ªa en mayo y junio, pues una sola pieza puede pesar m¨¢s de 7 kilos (se pueden tramitar licencias de pesca en fisheriesireland.ie).
Y sin dejar el r¨ªo, una opci¨®n para conocer la ciudad son los hooker de Galway, unos veleros muy especiales, de madera, que se usaron durante el siglo XIX y parte del XX, peque?os, resistentes y muy manejables. Con su casco negro y su vela anaranjada, son perfectos para los marineros de fin de semana.
Galway para gastr¨®nomos y buenos bebedores
El pescado y el marisco son la especialidad gastron¨®mica de Galway, aunque muchas cartas incluyen las ostras de su bah¨ªa. Y esta es una ciudad que saca buen provecho de su materia prima y que se va convirtiendo en destino gourmet, con un espl¨¦ndido mercado, tiendas gastron¨®micas y nuevos y audaces restaurantes que redefinen la cocina irlandesa.
Una de las paradas m¨¢s recomendables para paladares exigentes es Sheridans Cheesemongers, un bar de vinos que es tambi¨¦n una deliciosa queser¨ªa de la que emanan aromas casi celestiales de quesos aut¨®ctonos e internacionales.
En las calles de Galway conviven varios chefs con estrellas Michelin, como J.P. McMahon, due?o y chef del Aniar, un restaurante de la tierra que recupera los sabores y los productos de Galway y el oeste de Irlanda, y que sirve en un comedor informal que conserva su sencillez original. Incluso organiza cursos de cocina irlandesa contempor¨¢nea y cl¨¢sica para descubrir los secretos de su cocina y a los que pueden apuntarse los viajeros. Tambi¨¦n presume de su estrella Michelin Enda McEvoy, uno de los chefs m¨¢s innovadores de Irlanda, que en su restaurante Loam crea unas inspiradas combinaciones de sabores con ingredientes aut¨®ctonos o de proximidad: heno seco, musgo fresco, flores, verduras marinas de Salthill y turba cortada a mano.
Para tomar el cl¨¢sico t¨¦ de la tarde nos vamos a las afueras de Galway, al elegante Pullman, el restaurante del hotel m¨¢s exquisito de la zona. El Glenlo Abbey es una mansi¨®n solariega de piedra de 1740 de una de las 14 familias de comerciantes de Galway, muy bien conservada y convertida en un hotel magn¨ªfico. Su restaurante ocupa unos vagones originales del Oriente Express, de 1927, que se utilizaron incluso para filmar la pel¨ªcula Asesinato en el Orient Express (1974), basada en la novela hom¨®nima de Agatha Christie. L¨¢mparas antiguas, incrustaciones de madera, manteles blancos, m¨²sica ambiental de los a?os cuarenta¡ un entorno de lo m¨¢s rom¨¢ntico para comer de lujo o simplemente para tomarnos el obligado ¡°afternoon tea¡±.
Y entre los muchos pubs de la ciudad, el O¡¯Connor¡¯s no defrauda, con su ambiente ga¨¦lico y sus paredes y techos cubiertos por antig¨¹edades, desde relojes y vajillas hasta luces de gas, aparejos de pesca o m¨¢quinas de coser. Cada noche desde las 21.30 hay m¨²sica y canciones tradicionales. Pero habr¨¢ que venir cenado: en una pizarra anuncia que lo m¨¢s parecido a una comida que se sirve en este local es la ¡°sopa de whiskey con tropezones de hielo¡±.
Islas Aran, asomadas al salvaje Atl¨¢ntico
En el condado de Galway, las islas Aran se divisan desde la carretera panor¨¢mica que bordea la costa atl¨¢ntica (Wild Atlantic Way). Son islas rocosas y expuestas al viento, de una belleza inh¨®spita, a las que suelen ir los excursionistas desde Galway en una escapada de ida y vuelta en el d¨ªa. Pero para experimentar la sensaci¨®n de soledad y aislamiento de los habitantes de las islas hay que quedarse m¨¢s de un d¨ªa.
Situadas en una prolongaci¨®n de la escarpadura caliza del Burren de Clare, las Aran tienen muy poco suelo f¨¦rtil, en el que apenas crecen unas flores silvestres y la hierba en la que pasta el ganado, y que acaba bruscamente sobre acantilados. Solo parecen aguantar el viento y las inclemencias sus viejas fortalezas, que se cuentan entre los restos arqueol¨®gicos m¨¢s antiguos de Irlanda.
De todas las islas, Isnishmore es la m¨¢s extensa y alberga la ¨²nica poblaci¨®n importante, Kilrona. Tambi¨¦n est¨¢ aqu¨ª el fuerte de piedra prehist¨®rico m¨¢s espectacular, en el borde del acantilado. La segunda de las islas, Inishmaan, conserva sus tradiciones centenarias y evoca un aire de atemporalidad, con sus vacas y ovejas pastando tranquilamente y sus lugare?os amables que se comunican en ga¨¦lico. Inisheer, la menor del archipi¨¦lago, guarda una interesante cultura tradicional y sus visitantes veraniegos lo ¨²nico que pueden hacer es pasear por sus senderos entre muros de piedra cubiertos de hiedra.
Las islas Aran han conservado una cultura muy particular y una gran capacidad creativa, que en buena parte les viene de haber tenido que sobrevivir durante largos per¨ªodos de aislamiento. Adem¨¢s, muchos artistas y escritores irlandeses se han dejado atrapar por el estilo simple de la vida de las islas y se instalaron aqu¨ª para buscar inspiraci¨®n o una vida m¨¢s tranquila.
Los ferris de temporada permiten visitar las tres islas en un solo d¨ªa, pero los horarios est¨¢n m¨¢s pensados para viajes de ida y vuelta a una misma isla.
Connemara, los paisajes del hombre tranquilo
En 1952 John Wayne y Maureen O¡¯Hara protagonizaron The Quiet Man (El hombre tranquilo), una de esas pel¨ªculas que 70 a?os despu¨¦s siguen reponiendo en televisi¨®n y que no ha perdido un ¨¢pice de atractivo. Considerada una de las mejores comedias rom¨¢nticas del cine, traza un fiel retrato de la vida rural irlandesa, con su buena dosis de bebida y peleas. Para filmarla, John Ford volvi¨® a sus ra¨ªces irlandesas y grab¨® la pel¨ªcula casi exclusivamente en la regi¨®n de Connemara y en el peque?o pueblo de Cong. En la pel¨ªcula es f¨¢cil enamorarse de estos paisajes y de lugares como el puente de Quiet Man (antes conocido como puente de Leam), tres kil¨®metros al oeste de la localidad de Oughterard, que se conserva tal y como sal¨ªa en pantalla y sigue siendo un lugar de enorme encanto.
Esta pel¨ªcula y otras muchas ¨CEl hombre de Mackintosh (1973), de John Huston; o Trist¨¢n e Isolda (2006), producida por Ridley Scott¨C han escogido los escenarios de esta pen¨ªnsula del condado de Galway, cuya costa es una especie de filigrana de entrantes y salientes, de ensenadas y calas, que se van descubriendo cuando se conduce por el asombroso tramo de carretera de la Wild Atlantic Way. El camino parte desde la ciudad de Galway y va atravesando lentamente playas preciosas y escondidas, y peque?as aldeas costeras. En el interior nos queda un caleidoscopio de pantanos rojizos, valles solitarios y lagos, y en el centro los montes Maumturk y los Twelve Bens, que se pueden explorar a pie o en bicicleta por su red de senderos entre muros de piedra.
Connemara est¨¢ llena de rincones muy representativos del paisaje y el alma irlandesa. Como el valle del Lough Imagh, de austera imagen pero fascinante para el senderismo, con hostales rurales acogedores y casas se?oriales cubiertas de hiedra y reconvertidas en hoteles para los muchos aficionados a la pesca que acuden a los lagos privados de la zona. Y est¨¢n los pueblos de Connemara, generalmente un conjunto de casas adosadas de piedra y atractivos pubs, como Roundstone, donde los pescadores de langosta conviven con los visitantes y su ondulada costa esconde playas espectaculares.
Es una regi¨®n perfecta tambi¨¦n para montar a caballo o ir en bicicleta, descubriendo enclaves llenos de encanto como el pueblo pesquero de Cleggan o la peque?a Inishbofin, con sus estrechas carreteras desiertas, pastos verdes y playas de arena. La capital de Connemara es Clifden, una ciudad victoriana en una estrecha bah¨ªa donde el r¨ªo Owenglin se precipita al mar.
Especialmente atractiva es la costa norte de Connemara, llena de playas magn¨ªficas, monta?as v¨ªrgenes y panor¨¢micas del mar tempestuoso. Las ovejas salen a nuestro encuentro en las carreteras y en algunos cruces nos esperan pubs rurales perfectos para una parada a cubierto, despu¨¦s de sacar la c¨¢mara constantemente ante los profundos colores del mar azul cobalto, la hierba esmeralda, las playas blancas y las rocas gris pizarra. John Ford film¨® las escenas a caballo por la playa de El hombre tranquilo en esta zona, concretamente en Lettergesh.
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